Pescadoras, vendedoras de pescado, patrona de barcos; la historia sacrificada y silenciosa de tantas mujeres ligadas de una u otra manera a la mar
“El mar. La mar”, como decía Rafael Alberti en el primer verso de su conocido poema, fue hoy más femenino que nunca. Un grupo de mujeres, relacionadas de una u otra manera con la abnegada labor en el medio marino, recibieron un cálido homenaje en el marco del Día Internacional de las Mujeres Rurales.
El escenario no podía ser otro que el municipio de Tazacorte, vinculado estrechamente a las labores relacionadas con la mar. La Casa Massieu albergó el acto sencillo pero cálido, donde se rindió homenaje a estas mujeres en representación de todas aquellas que han realizado este trabajo sacrificado. “Testimonio de sacrificios, de ausencias y soledades. Mujeres fuertes, que apenas descansaban con tal de conseguir, en tiempos difíciles, el sustento de su familia”, como puso de manifiesto la consejera de Servicios Sociales del Cabildo, Jovita Monterrey, que las calificó de “valientes y ejemplares”.
El alcalde de Tazacorte, Ángel Pablo Rodríguez, también tuvo palabras de elogio hacia estas mujeres, como las barqueras del Puerto, al igual que el consejero insular de Agricultura, ganadería y Pesca, Basilio Pérez. Entre las autoridades asistentes al actos se encontraban también la alcaldesa de Los Llanos de Aridane, Noelia García Leal, la directora general de Servicios Sociales del Gobierno canario, Carmen Acosta, y la primera teniente de alcalde de Fuencaliente, Nieves Mary Rodríguez.
Las homenajeadas recibieron un recuerdo del acto, en el que se hizo un pequeño repaso biográfico de cada una de ellas:
Teresa Alonso: Nacida en Mazo, de pequeña acompañaba a su padre a mariscar a las playas de El Pozo y Las Goteras. Una vez se traslada a Fuencaliente, a la zona del Faro, donde su familia construye una caseta, comienza una mayor actividad relacionada con el mar, al compartir su vida con pescadores y vendedores de pescado. Su mayor actividad la relaciona con el autoconsumo del pescado y de compartir gran parte de su vida con una comunidad de personas vinculadas con el mar, donde todas se ayudaban y compartían la comida en los famosos calderos de Fuencaliente.
Mercedes Rosario Díaz: Provenía de una familia del barrio de Los Quemados de agricultores, que de vez en cuando bajaban a la costa a pescar con una gueldera. Se casó siendo una adolescente con un barquero vecino de Los Quemados y ella era la encargada de vender las capturas. Las rutas de la venta del pescado las hacía a pie acompañada de otras mujeres. Unas veces iban a Mazo y otras hasta Las Manchas, cargadas con todo lo que podían. Fue vendedora de pescado toda su vida y su trayectoria laboral la terminó vendiendo pescado junto a su marido.
Felita: Nacida en el barrio de Las Indias no proviene de una familia de pescadores, pero las vueltas de la vida la llevan a estar más de 30 años vendiendo pescado. Hoy en día la pesca a caña es su hobby y deporte. Es una de las vendedoras de pescado más reconocidas de la Isla ya que su vehículo y su megafonía han servido para mucho más que la venta del pescado.
Rosa María Guerra empezó a trabajar con 15 años, en 1965, en el empaquetado de sal de Santa cruz de La Palma. Así durante 12 años hasta que dejó de hacerlo para cuidar a su familia.
Inocencia Bárbara Martín, conocida como Valentina, aficionada a coger lapas con sus vecinas de Las Lomadas en la difícil costa de Barlovento, incluso llegando hasta Gallegos por veredas peligrosas “a por una lapita”. Con 97 años demuestra que la pesca no es solo labor de hombres.
Elvira Castro Pérez, de Puntagorda: Se vincula al mar una vez tiene los chocos grandes, cogiendo la afición que tenían de pescar a caña. Entonces comenzó a bajar a pescar al muelle viejo de Tazacorte. Se recorría la Isla en busca de un buen lugar donde pescar y junto a su perro se pasaba las horas hasta que picara, a veces sola y otras acompañada. Encontró en la pesca una forma de vida.
Rosa Henrandez Perez, de Santa Cruz de La Palma, pasó un día a preguntar por la Cofradía de Pescadores si necesitaban empleados y a la semana la llamaron. Desde entonces este ha sido su único trabajo. Los comienzos fueron duros y con dificultad para distinguir los pescados y tras un tiempo de adaptación se ha hecho un referente de la cofradía.
Carmen Nieves Sánchez, nacida en Breña Baja, reside en Santa cruz de La Palma. Empezó trabajando en la Cofradía de Pescadores cubriendo las vacaciones hasta que al final se quedó fija. Lleva 10 años realizando esta tarea, que aunque reconoce que es un trabajo duro, “entre todas hemos formado un equipo y hacer más llevadero el trabajo”.
Juana González. Nació en San Andrés y Sauces y nada más casarse vino a vivir a Santa Cruz de La Palma. De su infancia recuerda que su padre los domingos iba a pescar a caña y nunca faltaba pescado en su casa. Lleva catorce años vinculada a la Cofradía de Santa Cruz de La Palma. Lo peor en su inicios fue limpiar las morenas.
Milagros Pérez nació en Garafía, pero desde los 6 años vive en Santa Cruz de La Palma. Tras más de 14 años en la Cofradía recuerda con añoranza a muchas compañeras ya jubiladas. Señala que se come bastante pescado en La Palma y que su venta tiene que seguir siendo importante.
María Rosa Leon, Rosita. Del Puerto de Tazacorte, su destino estaba vinculado al mar, hija y mujer de pescadores. Ayudaba a su marido cuando venía con pescado. Descargaba, pesaba y repartía el pescado en el muelle. Madre y abuela de pescadores.
Dulce Martín, natural del Puerto de Tazacorte, siguió la tradición de un abuelo y un padre pescadores, y ya desde bien pequeña acompañaba a su madre a vender pescado. Durante muchos años tuvo dos trabajos, vendiendo pescado de madrugda y atendiendo la casa de una familia. Se levantaba a la cinco y a veces a las tres de la madrugada para empezar a limpiar pescado. “A pesar de las mil fatiguitas sufridas, me gustaba vender pescado”. Y así lo hizo hasta que se retiró.
Teresa María Arrocha, Terina, de Santa Cruz de Tenerife, con su matrimonio en Tazacorte comenzó su vida ligada al mar. Una “vida fastidiada, casi de mártires”. Una vez llegaba el barco de su familia al muelle, sacaba el pescado a tierra y luego tenía que subirlo andando a Los Llanos de Aridane para venderlo. Al final pudieron comprar un barco cinco hermanos donde faenaba su familia y hoy continúa acudiendo al muelle cada vez que puede a cuidar el mantenimiento de su barco.
Diana Rueda, nacida en Madrid, está encargada de hacer los muestreos de interés pesquero.
Joana Sánchez, de Los Llanos de Aridane, es patrona del barco de la Reserva Marina de La Palma. Un ejemplo de que las mujeres jóvenes tienen muchos campos laborales que ocupar relacionados con el mar.
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