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Opinión
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Máximo Pérez Tejera

Plagiando a Bécquer

Entre Rosas y Golondrinas

Volverán las oscuras golondrinas

a tu buzón de sobres rellenar

y otra vez con buen pico en los cristales

de plasma mentirán.

Pero aquellas que el vuelo remontaron

y se fueron a Suiza y Panamá

aquellas que suciaron nuestros votos

ésas…¡no volverán!

Volverán entre tupidas madreselvas

hermosas rosaledas a sembrar

y otra vez a la tarde aún más hermosas

rosas regalarán

pero aquellas marchitas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y morir como lágrimas del día….

Ésas…. ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

ya no despertará

Pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante el altar,

el voto que han perdido desengáñate

¡ya no lo encontrarán!

 

Hace unos meses comentaba, en vísperas de las elecciones anteriores, cual es el camino que lleva la política de este país y, sin querer sentar la cátedra que no tengo, decía que en el futuro veía un bipartidismo batiéndose en retirada, victima de sus políticas y de sus excesos; dos nuevos partidos ganando terreno y unos nacionalismos estancados o también en retroceso.

Los electores nos dimos un resultado que, en cierta medida, vino a darme la razón, pero con bipartidismo más resistentes de lo que algunos esperábamos.
Era impensable un masoquismo social tan remarcado, lo que nos obliga a reflexionar.
Si lanzamos una mirada un tanto positivista, tratando al hecho social en sí mismo, podemos intuir que nuestra sociedad se ha dividido en grupos que no responden a ideologías puras y que nada tienen que ver con los términos en que se ha tendido a encasillarlos, a saber: derecha, izquierda, arriba, abajo, casta y descastados o como se quiera llamar.

Aunque las formaciones políticas vuelven a lanzar mensajes con estrategias cargadas de viejos tópicos invocando los extremismos y los miedos arcaicos, es de esperar que las técnicas demagógicas ya no sean eficaces porque, entre otras cosas, se equivocan en lo más básico que es identificar los intereses del grupo al que van dirigidos esos mensajes.

Los partidos, en general, se están dirigiendo a grupos humanos que no responden a una homogeneidad. La mezcla de ideologías, principios éticos, recuerdos, decepciones, fidelidades, intereses, ubicaciones geográficas e incluso situaciones personales del momento, producen un amplio abanico de sensibilidades, que hace muy difícil que respondan a esos mensajes generalizados que podríamos clasificar de anacrónicos y estereotipados.

En los últimos acontecimientos podemos apreciar con bastante claridad cómo nuestra sociedad se está dividiendo en dos grupos que no responden exclusivamente a las clasificaciones tradicionales, es decir, que en ambos grupos y dependiendo de para que, pueden coexistir esas clasificaciones. No necesariamente la derecha, los de arriba y la casta son los mismos, ni lo son la izquierda, los de abajo y los descastados.
Cada vez más se están perfilando dos mundos distintos:

En uno entrarían personas de izquierda y derecha, de arriba y de abajo, casta y descastados, que evaden sus impuestos en un escalofriante fraude fiscal, los empresarios que roban con los sobrecostos de los proyectos públicos, los partidos y políticos que, por permitirlo, cobran comisiones para su financiación, los intermediarios que dejan gran parte en sus bolsillos con una, no menos escalofriante corrupción, y el colectivo más numeroso que estaría formado por los que trabajan en el altar; es decir, los que soportan el sistema porque piensan escalar o vivir muy bien dentro del mismo; los que tragan sapos y más sapos, hoy y mañana, dentro de las empresas y de los partidos, porque en ello les va la vida. Esos que no hablan, que votan y hacen propaganda con el triste fin de seguir participando del reparto, son los “esclavos del pastel” y por último los que confunden las ideas religiosas con la política, porque hábilmente tratan de mezclarlas para obtener rentabilidad recurriendo a las creencias.

En el otro grupo quedaría una amalgama de personas que tienen otro concepto de la vida, de la ética, de la dignidad y de la honradez. Son personas que pagan honradamente sus impuestos por convicción, y no nos equivoquemos, son de izquierda y derecha, de arriba y de abajo, de la casta y de los descastados. A este grupo habría que añadir los condicionados socialmente: aquellos que pagan sus impuestos, porque les hunden a multas si fallan un trimestre, los funcionarios controlados al céntimo, los empleados con la suerte de seguirlo siendo, los que a fuerza de pasear el currículo trabajan un mes aquí y otro allá, los que tienen peor suerte, y los que sufren la parte más dura de esta situación: los parados y los pensionistas que comparten sus escasos ingresos con sus hijos en paro.

Sería completamente imposible lanzar mensajes políticos que satisfagan esta amalgama de situaciones e intereses, y de ahí, la vacuidad, la falsedad, la incoherencia y la ambigüedad de los discursos.

Y…volverán las oscuras golondrinas….
Y…volverán a hablarnos de la honradez aquellos que no lo han sido.
Y…volverán a prometernos decencia los que han enterrado sus indecencias.
Y….volverán a prometernos cambios los que están cambiando desde el 78.
Y…volverán a asustarnos con las mentiras y las viejas historias de los lobos
Y…volverán a prometernos las riquezas del cántaro de la lechera.
Y…volverán a decirnos que regresamos al paraíso terrenal para comer sin trabajar.
Y…volverán a decirnos que “salen a ganar” para ocultar con quien piensan pactar.
Y…volverán a decidir los cuatro gerifaltes de la partitocracia
Y…volverán a engañarnos con las sumas, las restas y las líneas rojas

Pero creo que en este tiempo preelectoral:

Debemos expresar que estamos hartos de las máscaras de la democracia.
Debemos GRITAR que no nos mientan
Debemos exigir una participación real.
Debemos demandar que nos digan las cosas claras y la verdad de lo que van a hacer antes de votar.
Y especialmente debemos reflexionar porque Debemos votar

Vivir para verlo.

Continuamos.

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