Una artesana propone acortar la falda y la enagua del traje típico para hacerlo más cómodo

Las faldas y sayas arrastrando por los suelos y además en verano deben de ser un suplicio que por mor de una moral equivocada siempre se le impuso a la mujer que si enseñaba una pantorrilla era acusada por la "gente de orden" de incitar en el hombre las bajas pasiones de la carne (no la confundan con la carne de cochino).

Si los tiempos evolucionan para mayor comodidad de todos, ya el traje típico del hombre es bastante cómodo, porque no podrán las mujeres hacer más llevadero el suyo, permaneciendo en el ámbito cultural y museístico el del siglo XVIII que en nuestro caso de hoy, parece el de "pata negra" de verdad.

Repito el caso que relaté en mi primer comentario.

Recuerdo muy bien, pues ya entonces tenía 18 años, los comentarios y calificativos que una minoría atrevida para estar en La Palma suscitaba. Y fue cua decidió algún que otro día probar a ponerse un biquini. Y se trataba si mal no recuerdo, de chavalitas de catorce años.

Para los mismos tiempos, ya había amainado la tremenda ola de críticas que lo más integrista de la sociedad dedicaban al mismo fenómeno en las Canteras, G.C. azuzadas por las continuas homilías de Mons. Pildaín dando lugar en un principio que los "guindillas" (así se les llamaba los municipales en Las Palmas) actuaran dando órdenes estrictas de cubrirse, a las pobres turistas que ponían cara de asombro.

Recuerdo los comentarios de los bien informados que decían que ya en Málaga se había hecho la vista gorda y no había pasado nada. Con ello se referían a que por lo visto se temía que "el macho ibérico" no pudiera
contenerse sin lanzarse desbocado a la arena, sin poder poner freno a las bajas pasiones que por otro lado siempre fue motivo de honor de nuestra raza, la "hombría", no en vano somos raza de toreros y gente valiente.
Había que impedir que pudiera pasar una desgracia, cosa que es la playas del Pirineo para arriba no pasaba, pues ya sabemos que el hombre es frío y no tiene lo que hay que tener.

Precisamente por el peso del turismo en Las Canteras, un gobernador civil inteligente no dijo "ni que si ni que no", dando lugar con ello a que ante la pasividad de los guardias, y el regocijo de la muchachada masculina tanto civiles como militares, fueran apareciendo un poquito más cada mes las "pecaminosas" figuras de las suecas a las que poco a poco se les fueron agregando las féminas locales, en opinión general "las más descocadas".

Recuerdo bien algún comentario de algún colega más íntegro: "Vamos a ver esas que lo enseñan todo si el día de mañana van a encontrar marido"

Muchos que leen esto creerán que estoy de coña, pero juro que esoy siendo fiel a mis recuerdos

Recuerdo el cura de mi parroquia que escandalizado al poco caso que se le estaba prestando a la prohibición del obispo, maldecía ese nuevo fenómeno del turismo que tanto influyó en abrir mentes y costumbres en Las Palmas, de aquellos años, o sea el fenómeno de " las suecas", que algunos estudiantes palmeros pudimos contemplar en primera fila estos cambios sociológicos en aquellos principios de los sesenta.

No digo que fueran para bien ni para mal, simplemente fueron, a pesar del enorme interés que se tomó Mos. Pildaín Zapiain que en gloria esté.