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El cultivo del café en La Palma renace fruto de la nostalgia y la pasión

Eduardo Brito tiene sembrados ya 500 árboles en pequeños bancales escalonados en Los Tilos y en La Verada de la costa de San Andrés y Sauces. Con ello ha rescatado de olvido una semilla que ha bautizado como la ‘típica palmera’ que estaba a punto de desaparecer

Entre pequeños bancales de cafetales suele andar siempre que sus obligaciones se lo permiten Eduardo Brito Rodríguez. Un saucero de 50 años que quería ser bailarín de danza pero que por cosas del destino trabaja como conductor de ambulancias mientras que en su tiempo libre es agricultor y siembra café, rescatando del olvido una semilla que estaba a punto de desaparecer de la Isla y que se plantaba en las huertas cuando él era un niño. La típica palmera, como ha bautizado esta semilla. Precisamente la nostalgia por la huerta de su abuelo en la que había café le animó hace ya algunos años a meterse en faena y lo que empezó siendo un pequeño hobby se ha convertido en una auténtica pasión.

Con las semillas que ha podido encontrar en la Isla, Eduardo ya tiene sembrados unos 500 árboles (y tiene previsto sembrar 160 plantas más) en bancales escalonados en Los Tilos, zona de medianías de San Andrés y Sauces, a unos 400 metros de altura, y a una cota más baja, a unos 200 metros, en La Verada de la costa saucera. Allí tiene sus plantaciones de café que cuida con esmero y de las que ya saca su pequeña cosecha para autoconsumo. Con el estiércol de sus propios conejos abona los árboles y con el agua buena del norte las riega, y el resultado es un espléndido y curioso cafetal en medio de plataneras y de tierras llenas de maleza, en otro tiempo cultivadas.

El camino no ha sido fácil. El rescate de esta semilla que estaba en vías extinción le ha costado dosis de incomprensión, sacrificio y dinero, y no ha encontrado, hasta ahora, el respaldo de las instituciones para esta apuesta que él considera pionera porque ha logrado salvar una variedad de café “arábica” condenada a desaparecer, que podría considerarse propia de la isla por su adaptación, y que puede ser un recurso interesante para La Palma. “Es un cultivo muy agradecido pero como todo tienes que “pasarle” la mano. El café necesita frío en floración y que no le falte el agua cuando tiene el grano. Digamos que La Palma reúne condiciones para plantaciones porque la humedad le viene bien y la altura, mejor. Un café a 800 metros va a tener más cuerpo, más acidez que uno de 400, ya tan solo por la altura”, dijo.

El recuerdo que le inspiró

El abuelo con el café cultivado en las manos.

El abuelo con el café cultivado en las manos.

Todo empezó, explicó Eduardo, intentando recordar sensaciones “de cuando mi abuelo nos pedía que cogiéramos el café, que eran unas bayas, el fruto, y había que coger las rojas pero no las verdes”. Era, en el fondo, una forma de entretener a los nietos para que “no fuéramos a la pista, por donde pasaban cuatro coches al día, a jugar”. “Yo tengo 50 años y hace unos ocho años me vinieron esos recuerdos, de cuando iba a esos huertos y casi que te obligaban a coger el café, llenabas un medio samurito y ese era el trabajo”. “Mis abuelos -señaló- tenían sembrado café como el 90% de los palmeros, durazneros, naranjeras, incluso en las orillas se plantaba un surquito de papas y todo eso ha desaparecido porque llegó la subvención. Ahora en los plátanos solo hay plátanos y eso nos ha ido despersonalizando”.

“Por eso -añadió- y como soy medio atrevido, me dije que alguna planta quedaría en algún barranco, en algún huerto, y justamente, en el barranco del Mensajero, por encima de la circunvalación, quedaban unos ejemplares residuales que estaban secándose, en estado ya de extinción. Me informé de quiénes eran los dueños. Les pedí permiso para coger unas semillas. Así empecé, luego descubrí otros ejemplares en Los Llanos, también en Tijarafe y por eso mi plantación está escalonada. No llegas allí y hay 500 plantas produciendo, ahora se han consechado unas veinte, que son las más maduras, las más antiguas. Este año que viene se cosechará algo más, estamos en un 30-40%, y el próximo año estaremos en casi un 100% porque la plantación ha sido así”.

La gente más cercana que conoce a este agricultor es la que le ha hecho ver que está recuperando una planta autóctona porque “sufre unas mutaciones de adaptación impresionantes. Si tú traes una planta arábica de Cuba, cuando hayan pasado 90 o 100 años, desciende de la original, pero los olores no son iguales, los sabores, los tonos afrutados tampoco lo son. Entonces podríamos hablar de una especie única, autóctona, que es lo que me dicen los que saben, porque el mundo del café es muy complejo. De hecho, en España si sacas el reducto que hay en Agaete y quien les habla no hay más café, ni tampoco en Europa, por lo menos que yo tenga conocimiento”.

Cultivo de café en bancales de Los Tilos.

Cultivo de café en bancales de Los Tilos.

Necesidades más que objetivos

Así las cosas, Eduardo prefiere de momento hablar más de necesidades que de objetivos de futuro porque “para eso tienes que estar en la pista y yo no estoy ni en el vestuario”, reconoce. “Me he traído dos máquinas de Colombia, una despulpadora y una trilladora, para preparar el grano, y luego ya quedaría la almendra para tostar”. Precisamente una de las cosas que necesita para su producción es una tostadora, porque “lo estoy tostando como lo hacían antes, con un caldero o con un sartén antiguo, y me da pena porque no es la forma adecuada de hacerlo, es un sacrilegio”. También necesita un medidor de humedad, que cuesta 500 euros.

“Esto es muy complejo, no es la panacea de nada”, dijo, y reconoce que Agaete puede ser una referencia a seguir, pues allí hay una familia que vive del café y que tiene tres o cuatro trabajadores. Aunque, enseguida se apresura a decir que allí hubo “mucho cariño” para sacar adelante el cultivo y “aquí yo estoy solo ante el peligro”. “Soy realista, si no tengo piedras no empiezo la pared. Esto ha sido un sueño que está ahí, no termina de cuajar pero me lo paso bien”.

Por lo que refiere al origen de la semilla que hay en La Palma se cree que vino de sudamérica pero no se sabe exactamene de qué país. El café que cosecha Eduardo tiene ahora muchos tonos herbales, lo que “significa que es un un poco inmaduro, porque la planta de café cuando empieza a decir algo es cuando tiene cinco o seis pariciones, es decir, cosechas. Así que harán falta unos tres años más para hablar de mi café”. En cualquier caso, sí podemos decir que a él, que es muy cafetero, y a sus familiares y amigos le gusta su sabor.

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