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La pintura del siglo XVII 'La sagrada familia' del Santuario de Las Nieves recupera su esplendor tras ser restaurada

Es una obra que el pintor palmero Bernardo Manuel de Silva realizó en 1697

La obra pictórica restaurada ya está en el Real Santuario.

El Cabildo de La Palma ha retornado al Real Santuario de Nuestra Señora Las Nieves, en Santa Cruz de La Palma, la pintura del siglo XVII, La sagrada familia, después de que ésta haya sido restaurada por el Taller de Conservación y Restauración dependiente de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la institución insular.

El acto ha tenido lugar hoy en el propio templo con la presencia del presidente del Cabildo, Anselmo Pestana, el consejero de Cultura y Patrimonio Histórico, Primitivo Jerónimo, el rector del Santuario, Antonio Hernández, y las responsables del Taller de Conservación y Restauración, Isabel Concepción e Isabel Santos.

La sagrada familia es una obra que el pintor palmero Bernardo Manuel de Silva realizó en 1697. Se trata de un óleo sobre lienzo de 1,6 x 2,5 metros. Tras meses de trabajo, el Taller de Restauración y Conservación del Cabildo ha concluido la recuperación de la obra, devolviéndole el color y la consistencia estructural con la que fue concebida.

Anselmo Pestana y Primitivo Jerónimo han coincidido en valorar y destacar la tarea que realiza el Cabildo Insular de La Palma para la recuperación del rico patrimonio cultural de la Isla.

Las responsables del Taller de Restauración y Conservación del Cabildo de La Palma han explicado el trabajo realizado en la obra, gracias al cual el marco ha recuperado su pintura original, que imita un marmoleado (recurso muy utilizado en el Barroco). En cuanto al lienzo, se asentaron los diferentes estratos que conforman la pintura y se realizaron injertos en los rotos y desgarros; se dispuso el lienzo original en un nuevo bastidor; y para la limpieza se eliminaron los repintes y el barniz muy oxidado que desvirtuaba la pintura y matices originales ocultos. El proceso de restauración concluyó con el estuco de las lagunas de preparación y la reintegración de color con acuarela y pigmentos al barniz.

El autor y la obra

La pintura sobre lienzo La Sagrada Familia, que se conserva en el luneto de la sacristía del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, está atribuida a Bernardo Manuel de Silva (1655 – 1721), según el historiador y Doctor en Historia del Arte, Jesús Pérez Morera, quien le dedica una monografía publicada en la colección Biblioteca de Artistas Canarios. Se trata del artista más representativo del Barroco isleño en La Palma y, en su tiempo, estuvo considerado el mejor pintor de la Isla.

Hijo de marinero portugués y madre isleña, se desconoce con quien se inició en su aprendizaje artístico, aunque es muy probable que completara su formación en España, Portugal e incluso en América. En su obra están presentes los influjos sevillanos, portugueses, flamencos y americanos.

La obra La sagrada familia fue un encargo de la familia Pinto de Guisla a la que se le debe el definitivo impulso que adquirió la devoción de la Virgen de Las Nieves como patrona de la Isla. Se destinó sobre la cajonera de la sacristía. En la pintura figuran los blasones nobiliarios de Diego de Guisla y Castilla, que era sargento mayor y mayordomo de Santuario, y de su mujer Doña María Pinto de Guisla, quien como perpetuo testimonio de su devoción a la Virgen de Las Nieves y con claro afán de ostentación pública, hizo grabar su nombre en el lienzo.

La obra se inspira en un grabado como modelo. Los temas dedicados a la infancia de Jesús gozaron de especial interés durante el Barroco. Desde las ediciones más lujosas grabadas por artistas de renombre hasta las láminas de carácter más popular, el libro religioso era en sí mismo vehículo de difusión del arte. Las estampas se convirtieron en recurso habitual del artista para el desarrollo de su trabajo en las Islas.

Para su Sagrada Familia, Bernardo Manuel de Silva retomó la estampa grabada en 1601 por Raphael Sadeler sobre diseño de Hans Rottenhamer. El pintor palmero trasladó casi literalmente el grabado al lienzo con ciertas licencias que transforman el concepto simbólico de la tela palmera.

La diferencia más notable es la juventud de San José, que Silva representa sensiblemente más joven que su homónimo de la estampa. Sin embargo, el pintor prescinde de elementos simbólicos definitorios de la estampa como la representación del Cordero y San Juanito, transformando la iconografía del lienzo en una escena íntima y familiar.

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