Mary Nieves Hernández, una palmera que vive en Venezuela. Archivo.
Mi madre era joven
cuando yo era niña.
La recuerdo alta
delgada, bonita.
En sus ojos pardos
aquella mirada
de contento y mimos
llenaban mis días.
Mi madre era joven
cuando yo era niña,
su cuerpo ligero
su boca olía a risa,
su pelo de miel
ondeando en la brisa,
sus manos de hada
hacían maravillas.
Mi madre, lavaba, planchaba, cosía,
preparaba guisos
sembraba claveles
regaba el jardín.
Mi madre cosía de noche y de día,
cosía y cantaba
mientras yo dormía.
Éramos felices porque ella era joven
yo era una niña.
Pasaron los años y mi madre buena
hacía y hacía mientras yo crecía.
Un día partí
lejos de mi madre.
Aún duelen sus lágrimas,
la mirada triste de sus ojos pardos
su voz suplicante cuando me decía
que no la olvidara.
Cómo he de olvidarte, Madre
si imploro tu nombre
de noche, de día,
en mis horas tristes
en mis alegrías.
Cómo he de olvidarte
si todas las noches
encuentro tu estrella
brillante y azul
dándome alegría
dándome su luz
como aquellos días
que en mi alma se anidan
cuando tú eras joven
y yo era una niña.
Marynieves Hernández.
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