A tientas por la carretera

Suelo prestar bastante atención a las noticias relacionadas con el Observatorio Astrofísico (como la del pasado día 14 de este mes, donde se aludía a la enorme contribución del GTC en el conocimiento del Universo) con cierto interés, tanto por lo que suponen de avance para la astrofísica como por la importancia que esto le confiere a la isla, y eso que uno aquí ni pincha ni corta, pues ni siquiera soy aficionado a la Astronomía. Pero digamos que siento una especie de orgullo (como cuando leo las entusiastas declaraciones de las personalidades de la literatura y la cultura en general que periódicamente visitan el Roque de los Muchachos) de que dicho observatorio se halle en la isla y le dé renombre internacional, que siempre será preferible a que esta destacara por unos vergonzosos campos de golf para ricos o unos circuitos playeros frecuentados por un turismo de lo más garrulo que vendría a comer y beber barato, a coger borracheras conjuntas y realizar algún que otro destrozo, como viene sucediendo con harta frecuencia en lugares como Salou y otros puntos de la costa española.

Por la misma razón, he lamentado como el que más (como cuando España pierde en los mundiales de fútbol) el que finalmente vaya a construirse el gran telescopio de treinta metros allá en la Polinesia, donde Cristo perdió el gorro, ya que, según los estudiosos, su construcción le habría aportado grandes beneficios a La Palma. Ahora bien, a cambio de poseer unos de los cielos menos contaminados lumínicamente del planeta (lo que también permite que se realicen los maravillosos concursos anuales de Astrofotografía, no hay que olvidarlo), estamos obligados a conducir por unas carreteras apenas iluminadas por la noche, lo que, no habiendo rectas, sino curvas y barrancos, es como si en ocasiones fuéramos peligrosamente a tientas. Pero todo sea por el bien de la ciencia, como diría más de uno (de los no detractores del Observatorio, que, por mentira que parezca, también los hay, justamente a causa del alumbrado insuficiente impuesto a los conductores).

No obstante, se me ocurre que una solución intermedia sería la de mantener por lo menos bien pintaditas en todo momento las líneas de la calzada, y muy en especial las de los bordes, cuya blancura, cuando se aprecia, viene a hacer un poco de lazarillo o bastón de ciego. Porque sí, adelante con el conocimiento del Cosmos y todo eso, pero procurando que no seamos los que habitamos por debajo del Roque quienes tengamos un accidente por culpa de una conducción nocturna insegura, incómoda y hasta forzosamente temeraria. Y tampoco estaría mal que se reforzara la visibilidad de las mismas con cualquier artilugio que aporte un mínimo de seguridad vial, como las lucecitas de destellos empleadas en las curvas cerradas, ya que nosotros, los conductores, sin ser científicos, también necesitamos ver bien y con toda claridad, ya que coincide que nos va en ello la vida y la de quienes viajan con nosotros. Yo, personalmente, no es que evite siempre que pueda el conducir de noche, es que odio coger el coche una vez oscurecido. En cuanto a quién debería pagar la pintura, también se me ocurre pensar que deberían ser quienes sacan provecho de la pureza de los cielos palmeros, ya que si encima fuéramos nosotros (o el Cabildo, que viene a ser lo mismo) quienes tuviéramos que rascarnos el bolsillo para evitar salirnos de la carretera, como que no le veo ni la lógica ni la reciprocidad. Así que les rogaría a los señores del Cabildo encargados del Servicio de Infraestructuras que se reunieran cuanto antes con los señores que a su vez gestionan el Astrofísico, para ver si están de acuerdo con tan razonable propuesta (o, en el peor de los casos, en compartir los gastos) y empiezan a repintarse las líneas de las carreteras, tan poco visibles, o simplemente borradas, en numerosos tramos, como por ejemplo, la que va de Santa Cruz a Los Llanos.

Atentamente: José Lorenzo.