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Sociedad
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Juan Capote, biólogo y veterinario

Perros asesinos

  • Hay que tomar medidas y tienen que ser de carácter preventivo

Juan Capote.

Recientemente, y por desgracia, ha sido de nuevo noticia el ataque de perros a animales en La Palma. Esto ha vuelto a crear intranquilidad y la polémica correspondiente, que se ha reflejado de manera viva en los comentarios de opinión que todavía se están generando. Creo, por tanto, que es oportuno ahora realizar ciertas matizaciones técnicas para que nos ayuden a mejorar nuestra visión del problema.

Konrad Lorenz, etólogo y Premio Nobel, escribió, hace ya décadas, un maravilloso libro que recomiendo a todos los cinófilos: "Cuando el hombre encontró al perro". Los trabajos con ADN mitocondrial, que han supuesto un antes y un después en los estudios sobre los orígenes de las especies, se desarrollaron con posterioridad a la muerte del insigne investigador, quien había sugerido que las razas de perros domésticos descendían de dos especies, el lobo y el chacal, y que fue el hombre quien incorporó al perro a su sociedad. Hoy en día se sabe que los perros domésticos actuales (Canis lupus familiaris) descienden del Lobo Gris exclusivamente y no son pocos los que opinan que fueron estos animales los que incorporaron al ser humanos a sus sociedades. Aún así el libro sigue manteniendo suficientes elementos, fruto de la observación y el estudio, como para que siga siendo una delicia.

Dentro del tema que nos preocupa este aspecto es muy importante, puesto que nos ayudará a comprobar el comportamiento, aparentemente insólito, de los perros que atacan nuestras granjas y que puede explicarse en buena parte si consideramos ciertas características de la sociedad lobuna. Todos sabemos que el lobo es un depredador y que en su dieta ocupa un destacado lugar el consumo de mamíferos de mediano tamaño y también, ocasionalmente, de aves. Lo que probablemente se conoce menos es que muchas veces los lobos matan más de lo que pueden comer en el momento y de eso han sido desgraciados testigos los pastores extremeños, entre otros. Evidentemente ni son la única especie que lo hace (el león puede dejar un animal moribundo para atacar a otro) ni lo hacen por gusto. Todos sabemos que el perro esconde los huesos para luego desenterrarlos y roerlos; de igual manera el lobo puede volver sobre sus pasos, varios días después de la caza, a comer carne sobrante de los animales que mató. Así pues, para empezar, debemos eliminar el término "asesino" cuando nos referimos al perro u otros animales, como por ejemplo la orca. Ese adjetivo debemos dejarlo en el ámbito en que se creó, la moral humana.

Los perros, que en algunos casos comparten más de 99% del genotipo con los lobos grises, lo que hacen es expresar un atavismo relativamente cercano, dentro de la escala de la evolución de las especies, cuando asaltan las granjas y matan animales domésticos. Lo llevan en la sangre, es decir, en sus genes y, a pesar de la selección llevada a cabo durante miles de años, estos comportamientos, especialmente en determinadas razas, solo son evitables con la educación y el buen manejo de los cánidos. Más claramente, los culpables de las matanzas son seres humanos que por dejación, ignorancia, crueldad u otras razones son indignos de poseer este maravilloso compañero.

¿Qué perros son los que matan en La Palma? Con permiso de mi amigo Cristóbal Gutiérrez y de otros expertos cinófilos de la isla, que los hay y muy eruditos, voy a eludir la clasificación en los 10 grupos de la Real Sociedad Canina Española, buscando un mayor comprensión. Creo que se entenderá mejor y facilitará su análisis si dividimos los cánidos insulares en cuatro grandes grupos: pastores y otros lupoides; dogos (presas) y otros molosoides; perros de caza y, finalmente, un grupo en el que englobamos a perros pequeños, ratoneros y de compañía. A estos últimos, por su tamaño, no se les pueden acarrear los ataques a cabras y ovejas, a pesar del enorme instinto cazador y valentía que manifiestan en algunos casos como en el del ratonero de La Palma, una raza autóctona hoy en día afortunadamente avalada y protegida por un equipo de personas altruistas residente en la parte occidental de la isla. En cuanto a los perros cazadores, especialmente los podencos, mucha gente opina que son estos los que matan a nuestros pequeños rumiantes dado que, por desgracia, aún se abandonan a ejemplares de esta raza cuando su capacidad cinegética disminuye o no aflora.

Sin embargo, en mi opinión, si bien estos perros pueden hacer daño a gallinas y conejos domésticos, como podría ser el caso también de los ratoneros, su especialización y su comportamiento individualista en las tareas caza los aleja del protagonismo, o al menos del liderazgo, en las correrías nocturnas que acaban en matanzas, aunque se sabe que han colaborado en alguna de ellas. Por el contrario, los denominados aquí como "dogos o molosoides", a pesar de la tarea para la que fueron seleccionados en un principio, constituyen un grupo de riesgo. La mayoría de estos perros eran usados en sus orígenes por los pastores trashumantes para proteger a los rebaños del ataque de los lobos. En mi libro "Zoofilias y Zoofobias" relato mi experiencia acerca de un ataque a cabras por parte de un pastor alemán y un pastor garafiano. Ambos perros fueron encontrados por los cabreros con sangre en sus fauces y aledaños, mientras que el mastín, a la llegada de los granjeros, estaba durmiendo y sin ningún rastro de sangre encima. Sin embargo en algunas áreas, desde la antigüedad, estos perros eran utilizados para pelear entre ellos, aunque fueron los británicos los que propulsaron esta actividad en el siglo XIX y crearon las razas especializadas que dieron origen a las que hoy todos conocemos. Por razones obvias su selección ha fomentado la agresividad de estos animales, muchos de los cuales están catalogados, por una legislación controvertida, como "perros potencialmente peligrosos" cuyos dueños tienen que llevarlos con bozal, obligación que se incumple en La Palma de manera reiterada, ante la presencia inactiva en muchos casos de la autoridad competente. En La Palma es conocido un caso en que Pit bulls atacaron un rebaño de cabras y, además, un perro de este tipo está perfectamente capacitado pasar ocupar el lugar de líder en una manada, lo que incluso puede costarle la vida a otros congéneres que puedan hacerles frente. De cualquier manera es difícil que perros de este grupo, cuando son de razas puras y están convenientemente adiestrados, se conviertan en los protagonistas de estos ataques. Desgraciadamente no se puede decir lo mismo de sus cruces y de los que caen en manos de personas sin escrúpulos.

Finalmente tenemos al grupo de los pastores. Estos cánidos han sido seleccionados para utilizar su instinto de depredación moldeándolo de tal forma que se convierta en capacidad de trabajo para el pastoreo. En la vida salvaje los lobos atacan en grupos coordinados donde ciertos individuos conducen a sus potenciales presas hacía el lugar donde está el matador (o matadores), normalmente perros dominantes, α. El pastor cuando selecciona y educa a sus perros lo hace para que se conviertan en conductores ocupando la persona el lugar del perro α. Como dice Lluis Capdevila, especialista catalán en perros de pastoreo, "Cuando camina un rebaño de ovejas el pastor debe ir delante y el perro detrás de ellas". Es más, cuando el animal, muchas veces por culpa de su dueño, se convierte en α y ataca al ganado, es descartado de inmediato lo que conllevaba normalmente su eliminación física. Por esas razones el carácter del Pastor Garafiano, y de otros perros de pastoreo (carea), es tan dócil y su inteligencia tan destacada. Pero no nos engañemos: cualquier perro, en determinadas circunstancias, puede convertirse en α lo que, al fin y al cabo, es la aspiración de todo animal que lleve en su cuerpo sangre de lobo. El pastor alemán es un caso aparte: ha dejado su aptitud para el pastoreo convirtiéndose en un can de trabajo en labores policiales y de guarda. Por ello su agresividad ha sido incrementada hasta tal punto que su utilidad en el pastoreo es muy arriesgada. Además estos animales pueden expresar un comportamiento "lunático" como los que he tenido la oportunidad de describir en el mencionado libro "Zoofobias y Zoofilias". Esto no nos debe de extrañar puesto que los lobos cazan en las noches de luna llena con la misma facilidad con que los humanos lo hacían durante el día, gracias a una pantalla reflexión que tiene dentro de los ojos. De cualquier manera mi experiencia personal me dice que los perros de pastor más peligrosos son los que tienen algún cruce y menos los de raza pura. Hay que entender que el incremento en la variabilidad de los híbridos, entre genotipos de una misma especie, puede hacer aflorar genes o combinaciones genéticas más primitivas como las que aumentan la agresividad a la que nos estamos refiriendo. El conocido como "salto atrás", en el mundo de los criadores de diferentes especies, no solo se puede plasmar en rasgos morfológicos sino también en el carácter.

Mención aparte deben tener los perros conocidos como esquimales (Husky, Malamute etc.). Estos animales no han sido seleccionados para el pastoreo sino para tirar de trineos y acompañar en la caza a los primitivos hombres de aquellas heladas regiones nórdicas, fomentándose en ellos una cierta agresividad y un comportamiento muy jerarquizado. De nuevo mi experiencia personal me dice que son de los cánidos más potencialmente agresivos hacia el ganado: los dos únicos ataques de perros foráneos perpetrados contra cabras, en la granja donde trabajamos, han sido los protagonizados por el mismo Husky y en Fuerteventura un perro de la misma raza tuvo en jaque a los ganaderos de la costa centro-occidental durante dos meses, hasta que consiguieron abatirlo.

Llegado a este punto el lector puede pensar: "bueno ahora tengo un mayor conocimiento sobre los perros (o ya sabía eso y mucho más) pero ¿qué hay que hacer para solucionar esto?" Evidentemente un texto como este no suele solucionar nada aunque siempre el buen hacer está basado en el uso adecuado del conocimiento. Yo me conformaría con que esto haya servido para disminuir el problema antropocéntrico que surge al considerar a estos perros como "asesinos" o como seres indefensos incapaces de hacer daño a nadie sin intervención humana. Pero voy a ir más lejos. Se ha dicho numerosas veces que la creación de un albergue es necesaria (Acabo de leer, con satisfacción, en el Diario de Avisos que el Ayuntamiento de S. Andrés y Sauces va a colaborar en este sentido) y de tanto reiterarse puede llevar a alguno a pensar que es un instrumento para paliar a corto plazo el daño que hacen los ataques de cánidos al ganado. El meter en la cárcel a un delincuente agresivo es un acto de justicia pero ello solo dista mucho de resolver la violencia del tipo que sea; la solución está en la educación ciudadana como todos sabemos. La cuestión ahora es ¿tenemos que esperar a que pasen dos generaciones para resolver el problema?

Pues no, hay que tomar medidas y estas tienen que ser de carácter preventivo. Cuando los diferentes cuerpos de policías se dediquen a parar en la calle, en la carretera o en el campo, a la gente que lleva perros y comprobar si tienen microchip (para lo cual lo único que hace falta es un lector, de precio asequible en el mercado) actuando en consecuencia, los que deseen tener un can se mentalizarán de la necesidad de proporcionarles una condiciones dignas, que incluyen su bienestar y su identificación, al igual que los propietarios de los coches están aprendiendo a no conducir bebidos. Y es también el deber de nuestros alcaldes, al igual que mandar a poner multas a los conductores para mantener la seguridad vial, el sancionar a aquellos propietarios que cuyo comportamiento puedan afectar a otros ciudadanos o a su propio perro. Evidentemente esto que escribo no es nuevo, e incluso creo que en los comentarios de prensa alguien lo ha reseñado, pero ya se sabe que son las personas inteligentes quienes valoran las soluciones (o en este caso las acciones que ayudan a solucionar) sencillas.

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