SRA. GERENTE Y SRA. DTORA. MÉDICA DEL HOSPITAL GENERAL DE LA PALMA
Como expacientes del departamento de Medicina Interna de ese hospital aquejados de covid-19 queremos hacerles partícipes, mediante este escueto escrito, de nuestras vivencias durante el tiempo que duró nuestro internamiento en la habitación número 1, callar sería zafio por nuestra parte.
Después de cuatro días de intensa y estresante brega, tras infinidad de viscisitudes llegamos a casa procedentes de Lloret de Mar, Gerona, el 17 de marzo. Donde nos confinamos, recibiendo ambos resultados positivos para covid19, hasta que necesitamos hospitalización el 28 y 31 de marzo, respectivamente.
El lunes a las 6 de la mañana aluciné, y no por la fiebre. La enfermera tenía que tomar muestras de sangre. Hizo esfuerzos ímprobos para no pincharme. Probó por una vía. Luego por la otra, pero no fue posible. Qué difícil buscar venas con los dedos enfundados bajo tres capas de nitrilo. Para mí un pinchazo no significaba nada. Para ella sí, ni un pinchazo innecesario. No sé si por la hora me sentí confundida y perpleja.
A los tres días de mi ingreso, mi esposo empeoró y acudió a urgencias. En cuanto me enteré los nervios me traicionaron. Pintó – permítanme expresión tan palmera – haber un ángel encarnado en enfermera quien cuando yo aún estaba presa de los nervios y sin solicitarlo, se encargó de hacer los trámites pertinentes para que estuviéramos juntos y horas antes de que él llegara a la habitación había conseguido que yo recuperara mi paz por completo. Y de nuevo me invadió la confusión, ni siquiera había tenido tiempo de pensarlo y todo estaba resuelto.
Mejorábamos y observábamos como ejecutaban su trabajo, como una perfecta coreografía de idas, venidas y control de los tiempos. Como si de una orquesta sinfónica bien ensayada se tratara. Y nos asombramos, sólo habían tenido unos pocos días para implementar y desarrollar los nuevos procedimientos y protocolos. Sin embargo, no hubo disonancias ni estridencias. No hubo discrepancias ni personalismos. Nos sentíamos seguros bajo sus cuidados y supervisión.
Y, como no, cotilleábamos y contábamos los que sucedía a nuestros hijos, familiares y amigos recibiendo, de forma invariable, idéntica respuesta al otro lado del teléfono, una profunda exhalación de alivio. Aún resuenan las palabras de nuestra hija, la benjamina: “ Mamá, ahí es donde mejor estás”.
Sí, en la habitación había timbre, fue del todo innecesario. Ahí estaban, del alba al ocaso y viceversa, omnipresentes, omnisirvientes, desvelados en atendernos, cuidando cada detalle, observantes de cada pequeña variación para introducir las correcciones necesarias. No estábamos en nuestro domicilio, pero estábamos en nuestra casa. Y fue, entonces, cuando acertamos a entender la confusión y perplejidad. Debemos confesar que cada hecho que acaecía chocaba con fuerza contra los prejuicios que teníamos en relación al hospital, basados en inconsistentes comentarios de otras personas y no en la propia experiencia.
Hubo aplausos de los trabajadores para los pacientes que se iban de alta y hubo desgarros cada vez que un paciente tenía que ser trasladado a la UCI que aunque no manifestaban, podíamos percibir.
Reconocemos la dureza de sus condiciones de trabajo, soportando insanas cotas de estrés para su salud y el funcionamiento de su sistema inmunitario. Bajo extremas condiciones de temperatura enfundados en varias capas de plástico no quedando resquicio de su piel libre de él. Aparte de las otras muchas que intuimos aunque no relatemos.
Durante nuestro internamiento tuvimos todo lo necesario para nuestra recuperación. Una atención impecable, medicación y una alimentación fresca, rica y nutritiva. No nos olvidamos del personal de cocina al que pedimos disculpas por no ingerir, los primeros días, lo que prepararon para nosotros. Sostener entre nuestras manos el bol de caldo o sopa caliente fue el vínculo que nos mantuvo unidos a nuestra cotidianidad. Para ellos nuestro agradecimiento.
Tuvimos suerte de regresar a nuestra diminuta isla de la ultraperiferia, más aún cuando ingresamos en nuestro pequeño hospital donde hemos recibido una atención sanitaria integral de primer orden de un grupo de seres humanos, comprometidos con su profesión y la sociedad, profundamente humanos y profesionales que practican la excelencia en el desempeño de sus funciones, excelencia en el trato a la personas, excelencia en el trato al enfermo.
Queremos agradecer en nombre propio y en nombre de las personas que conforman nuestro entorno, a las que tanto alivio proporcionaron, todos los cuidados prestados, todos los desvelos y esfuerzos, las palabras de ánimo y aliento y ¿ por qué no ? las bromas y los mimos que nos prodigaron. A todos y a cada uno en particular expresarles nuestra consideración. Gracias, gracias, gracias, CRACKS.
Solicitamos de ustedes:
Insten a la comisión u organismo competente en la materia, el reconocimiento, con todos los efectos, de la práctica de la excelencia en el desempeño de sus funciones para todo el personal que desarrolla su trabajo en el departamento de Medicina Interna, sin que ello pueda de manera alguna interpretarse como una minusvaloración del buen trabajo que desarrollan otros departamentos del hospital.
Se dé conocimiento al departamento de Medicina Interna del presente escrito.
Se transmita al personal de cocina nuestro agradecimiento.
Santa Cruz de La Palma a 8 de abril de 2020
J. y M.
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Pacopepe
Que tenemos aquí en nuestro hospital unos profesionales como la copa de un pino, nadie lo duda, salvo, claro está los que protestan de todo.
Ellos agradecen que reconozcamos su trabajo y pocos lo hacen , lamentablemente, pero cuando hay que criticar por algún fallo que, como humanos qe son, cometen, no se privan de contarlo y a veces, exagerarlo.
Seamos agradecidos.
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*A* las personas que *NO* les entre el virus (la gran mayoría), quería decir.
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Si no tienes patología previas seguramente te entra en coronavirus y ni te enteras aunque tengas una edad avanzada, pero mucha gente es fumadora, bebe, no hace ejercicio, tiene otras enfermedades. La gente que ingresa en el hospital es porque se le agravó la enfermedad con una neumonía, pero la gran mayoría de infectados no llegan a ese extremo.
Ahora quieren crear un carnet del virus, que ni pasas la enfermedad y estás inmunizado puedes circular libremente y de lo contrario encerrado en tu casa.
Las personas que les entre el virus (la gran mayoría) o la gente que tiene el sistema inmunológico como un caballo y el virus ni le hace cosquillas… encerrado y sin libertad de movimiento para toda la vida.
Yo opino que deberían encerrar solamente a los casos positivos confirmados, que la gente que le tenga miedo al virus que se quede en sus casas de forma voluntaria, que la gente que viene de fuera que hagan cuarentena obligatoria, que se prohíba el turismo, pero encerrar a todo el país completo me parece una cosa criminal.
Cuando la gente está encerrada, con el estrés se le empeora el sistema inmunológico y es más fácil pillar una enfermedad, la gente no recibe suficiente vitamina D solar, mucha gente que está sola y enferma se morirá en sus casas, mucha gente no tiene casas con balcones, pero muchos políticos tienen casas con jardines y piscinas.
No se puede aplicar a una isla las mismas medidas que a una gran capital para atajar el virus, La Palma no es Madrid.
Encerrar a la gente en una isla pequeña como La Palma a mí me parece un enorme abuso y un acto criminal.
Que encierren a la gente que venga de fuera durante un mes y punto.
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mosca cojonera
Creo que esa carta lo dice todo de nuestro hospital. Felicidades .Pero ojo me parece de pena que los políticos y sobre todo algunos estén poniendo piedras en el camino para que caigas y despues decir barbaridades muy grandes
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