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Opinión
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Crisis del agua: las sondas de humedad en platanera

Foto de Ginés de Haro.

La agricultura no permanece ajena a la evolución tecnológica que permite el avance en todos los sectores, a pesar de que en ocasiones existe cierta resistencia al progreso en algunos grupos que defienden la recuperación de sistemas de cultivo tradicionales.  Se oye, por ejemplo, que la platanera “solo quiere agua y estiércol”. Sería necesario recordar que sí, que agua y estiércol sí, pero, antes que eso, el cosechero necesita rentabilidad para, entre otras cosas, poder pagar el caro estiércol y el agua, y más aún,  vivir dignamente.

Entre los nuevos avances  utilizados en agricultura destacan aquellos que permiten un mejor uso del agua y los abonos, mediante la utilización de sondas que nos informan a tiempo real de  la disponibilidad de agua que hay en el suelo y, en consecuencia, ayudan a tomar la decisión de cuánto y cuándo regar. Los nuevos equipos de alta precisión nos envían la información al móvil o al ordenador y poco tienen que ver con aquellas sondas antiguas, ya que ahora son mucho más precisas y fiables. Según estimaciones del experto costarricense Moisés Soto, tan sólo se aprovecha alrededor de un 30% del fertilizante aplicado a la planta, perdiéndose el resto bien por percolación, por evaporación o quedando en el terreno en formas no asimilables por la raíz. Por tanto, hay margen para mejorar la eficiencia de los recursos aplicados. Una línea de investigación es la fertilización microbiológica mediante bioles u otro tipo de abono: incorporar a la finca diferentes microorganismos capaces de mejorar la asimilación de nutrientes y, por tanto, reducir el aporte de fertilizantes. Otra línea sería el mejor uso del riego.

Actualmente, y hablo de la isla de Tenerife, una  parte importante de los agricultores plataneros utilizan como guía las recomendaciones de riego semanales elaboradas por AgroCabildo. Se basan en datos agroclimáticos obtenidos  en las estaciones distribuidas por toda la isla y el cálculo de la evapotranspiración. Según los datos del propio Cabildo, desde que se puso en marcha el sistema de recomendaciones semanales, el consumo de agua de riego en platanera se ha reducido más de un 15-20%, lo cual es una cantidad importantísima teniendo en cuenta la preocupante disminución del nivel del acuífero de la isla. En mi opinión este servicio es un ejemplo de cómo las instituciones públicas pueden, cuando las cosas se hacen bien, influir positivamente dando un servicio útil para el agricultor y muy positivo para el medio ambiente insular a corto y largo plazo. Sería muy interesante extender este modelo a otras islas pero no parece que haya intención de momento, a lo mejor  porque se asumen  la idea extendida de que “sobra agua”, y por tanto es relativamente barata. En algunas zonas de cultivo, como el sur de Tenerife, el precio del líquido es tan alto que es un obstáculo enorme para la rentabilidad de la finca.

Siendo la de AgroCabildo una referencia que se ha mostrado muy válida, lo cierto es que la capacidad de retención de agua de un suelo arcilloso no es el mismo que el de uno arenoso (en realidad lo  habitual es tener suelos franco-arcillosos o franco-arenosos). Aplicando la misma cantidad de agua a ambos, corremos el riesgo de enfangar la huerta arcillosa generando asfixia radicular, o, por el contrario, derrochar agua y abono en la huerta arenosa. En nuestra experiencia con las sondas, nos ha llamado mucho la atención que, con una recomendación de riego  de 25 litros por planta y día, la humedad de una huerta arcillosa se mantenía a niveles óptimos con un riego diario de 12 litros (y un ahorro del 50% de agua), al mismo nivel que el de una huerta arenosa regada tres veces al día, con esos 25 litros.

Por tanto, conocer cómo se comporta el agua en cada huerta nos puede aportar un ahorro de riego y abono y, sobre todo, una mejora del estado de la planta con los consiguientes beneficios, además de una mejora de las condiciones del suelo evitando acumulaciones de sales y aumentos indeseables de conductividad.

En la actualidad se pueden encontrar en el mercado herramientas que miden bien la cantidad de agua del suelo o bien la tensión a distintos niveles. Por defecto, en hortícolas, donde ya llevan tiempo utilizando estos aparatos, se colocan dos sondas a profundidades de 15 y 30 cm. En el caso de la platanera, al tratarse de un cultivo en el que el desarrollo es reciente, debemos decidir cuáles son las profundidades en la que es más práctico conocer la cantidad de agua disponible para la planta, posiblemente a 20 y 40-50 centímetros de profundidad, ya que podríamos asumir que si en el punto más  profundo  hubiera exceso de agua sin duda estamos perdiendo agua y abono por percolación, además de generar indeseables efectos  en el suelo.

Es importante señalar que el uso de sondas no es una ciencia exacta y no elimina la necesidad de hacer un seguimiento continuo sobre el terreno del estado de la planta y del uso de un saca muestras de tierra para comprobar si un suelo está seco o encharcado. Por mucho que una sonda nos diga que hay agua, estar un mes sin regar la planta parece un riesgo innecesario y una imprudencia. Como se trata de un aparato que puede tener fallos, y en ningún caso puede sustituir al sentido común.

Sin duda una de las grandes dificultades de la implantación de las sondas en las fincas de plátano viene dada por las grandes diferencias en los tipos de suelo dentro de cada explotación o incluso dentro de cada huerta, circunstancia que se da menos en la península, en los suelos de cada invernadero o finca suelen ser más homogéneos. Es por eso que es importante elegir bien la huerta en la que colocar las sondas.

Los equipos tienen un coste que hace que sea imposible poner uno en cada huerta. Por eso una opción puede ser ir rotando las zonas para conocer el comportamiento de cada huerta y tipo de tierra respecto al agua de riego, y, una vez que tenemos la pauta, cambiarla de lugar.

Dicen que lo perfecto es enemigo de lo bueno y por ello no podemos esperar una precisión absoluta en las mediciones, desde el momento en que ni el riego es totalmente uniforme, ni podemos volvernos locos cambiando cada día el programador de riego para ajustarnos exactamente a las lecturas de las sondas. Basta con conocer, en un primer paso, qué tipo de suelo tenemos y qué capacidad de retención de agua y, a continuación establecer reglas prácticas y cómodas para el responsable del riego.

Los equipos también permiten medir la conductividad eléctrica del suelo. Y la práctica demuestra que, con aguas de mala calidad por exceso de sales, hay que incluir esta variable en las prácticas de riego puesto que puede ser necesario regar en exceso para “lavar” estas sales.  Si  se quiere, puede instalarse con una estación que mida la temperatura en nuestra finca, la humedad relativa o el déficit de presión de vapor. El uso de estos datos combinados con un programa de predicción de cosecha como el que hemos desarrollado nos permite conocer con precisión y antelación la fruta que nos viene y de esa manera trabajar con tiempo la previsión de los trabajos y, una clave para conseguir calidad, “ir por delante de la finca”.

Un siguiente paso muy interesante para el agricultor será la utilización de equipos que permitan conocer a tiempo real los niveles de nitrógeno, fósforo y potasio en el suelo y en la planta, lo que ayudará a ajustar las dosis de abono según las necesidades reales de la planta en cada momento.  Se puede afirmar sin duda que esa posibilidad la tendremos en muy poco tiempo.

Artículo publicado en la revista Agropalca. Número 37.

 

Ginés de Haro, Ingeniero Agrónomo

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