Nacho Pastor, abogado.
Asistimos con estupefacción y alarma a la erupción de un volcán que arrasa sin conmiseración casas, cultivos, explotaciones agrícolas y ganaderas, infraestructuras, a su paso por varias localidades del occidente de la isla. A esa lava que surge de las entrañas de la tierra se le unen otros peligros: explosiones, emisiones de gases, polvo… El panorama es más propio de una película apocalíptica que de la habitualmente paradisíaca isla en la que vivimos. La visión de la erupción, los rugidos que emite, los constantes temblores, la lava incandescente descendiendo como una serpiente de fuego hasta morir, lenta y destructivamente, en el océano, nos produce un temor atávico.
Todos somos conscientes de la magnitud del drama y de los daños ocasionados. Gran parte de la población del Valle se halla conmocionada; también lo sentimos, de todo corazón, quienes vivimos, con ojos contristados, en el oriente de la isla. Siendo una catástrofe de dimensiones bíblicas, comprobamos que, como némesis de la destrucción de la lava, hay otra lava que brota con invencible fuerza de los corazones de los palmeros: la solidaridad. No como palabra bienintencionada, sino como acción. Innumerables son los actos que se prodigan en apoyo directo y material a quienes ahora más lo necesitan. Llevados por la misma idea, también queremos colaborar con quienes han perdido tanto, facilitando una breve guía, complementaria a tantas otras ya publicadas, sobre qué camino pueden recorrer los afectados por el volcán para, en la medida de lo posible, resarcirse de esos daños difícilmente previsibles que se derivan de una erupción volcánica.
La primera aproximación es conocer si quienes han sufrido la destrucción de sus casas, vehículos, explotación, o negocio, tenían suscrita póliza de seguros. Si este es el caso, tristemente no mayoritario, cabe plantear la reclamación de los daños a través del Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) entidad público empresarial que cubre los daños extraordinarios que, como la erupción de un volcán, no están cubiertos por el seguro. Estamos ante un claro supuesto de socialización del daño: es tal la catástrofe, que sólo el Estado puede atender a quienes lo han sufrido.
Informado de ello son muchos los ciudadanos quienes, a través de sus agentes de seguros, están reclamando al CCS los daños en las viviendas, enseres, vehículos… y cuyas reclamaciones están siendo atendidas con la rapidez que las circunstancias demandan.
Hay otro concepto que es indemnizable y cuya reclamación, por tanto, también es posible: nos referimos a la pérdida de los beneficios de aquellos establecimientos que han sido afectados por la paralización de su actividad empresarial como consecuencias de la erupción del volcán. Las pólizas de seguros de responsabilidad civil para empresas recogen en su articulado, como riesgo previsible, y por tanto asegurable, la pérdida de beneficios: el lucro cesante que se produce como consecuencia del siniestro, siempre que esté asegurado en la póliza. En este caso, no es la compañía de seguros, sino igualmente el CCS quien debiera afrontar esa pérdida de beneficios en los términos pactados de la póliza. Ahora bien, son los empresarios quienes deberán acreditar esa pérdida de beneficios derivada del cese de actividad como consecuencia de la acción del volcán.
Señalar que, además de las fuentes de información administrativas habilitadas al efecto, el Colegio de Abogados de Santa Cruz de La Palma ha establecido un turno específico gratuito para atender las dudas y consultas que puedan albergar los ciudadanos en estos difíciles momentos, dispongan o no de seguro; y recibirán cuanta información precisen sobre las ayudas aprobadas por el Gobierno para hacer frente a esta gravísima emergencia y las vías de reclamación.
Como dejó escrito Lucio Apuleyo: “Uno a uno todos somos mortales, juntos somos eternos.“
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GALVA
Amen Nacho….
Buen articulo.
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