Últimamente se ha montado un circo mediático sobre los perros rescatados del aislamiento entre las lavas de este maldito volcán. Las opiniones van desde la exaltación de ciertos atributos masculinos de los palmeros al negacionismo, pasando por el pitorreo. Sea lo que sea y lo que se indique por parte del organismo de investigación correspondiente, los canes se encuentran a buen recaudo, en contra de lo que sospechan ciertos animalistas. Es evidente la similitud morfológica entre uno de los ejemplares, fotografiado en el momento crítico, y el posteriormente filmado en un video, pero a mí lo que me ha convencido es la declaración de mi colega César Bravo, veterinario, quien ha jugado un papel fundamental en esta crisis a pesar de haber perdido su propia casa: los perros han sido atendidos y se encuentran en un centro de acogida. Conozco a César desde hace el tiempo suficiente, mucho, como para afirmar que es un profesional impecable, de los que sabe diferenciar perfectamente los momentos en los que uno puede resultar cariñoso y divertido, de aquellos en los cuales se debe ser serio y extremadamente riguroso. Por eso se ha convertido, quizás para asombro paulatino de sí mismo, en un líder indiscutible de nuestra profesión, quien ya está haciendo historia.
Dicho esto, quiero poner énfasis en que el foco mediático sobre estos canes ha relegado a segundo plano la verdadera tragedia que han padecido otros animales y sus dueños. Cuando estuve en La Palma, hace unos días, pude entrevistarme con la mayoría de los cabreros y cabreras que habían sufrido las consecuencias directas del volcán. Todas esas personas estaban desplazadas, si bien algunas conservaban aún sus instalaciones, presuntamente deterioradas por el peso de las cenizas y siempre bajo la amenaza de un cambio de rumbo en la colada. Otras las han perdido junto con sus casas y uno de ellos ha visto cómo su rebaño, que pastoreaba habitualmente en la zona del volcán, se le quemaba perdiendo la mitad de sus reses y teniendo que hacer un enorme esfuerzo para curar al resto, lo cual significó la pérdida radical de su producción. He visto la emoción en hombres curtidos y mujeres valientes, abrumados porque sus cabras han abortado, e incluso fallecido, como consecuencia del transporte apresurado. Les he oído decir que aceptan las pérdidas de maquinaria e instalaciones, pero que no podrían soportar la muerte de sus ejemplares… Y entre tanto sufrimiento tiene que aparecer un personaje, Leonardo Anselmi, un impresentable y destacado miembro de un grupo animalista, quien dice que los ganaderos estaban dejando morir a sus cabras, con terribles sufrimientos, para cobrar el seguro. Y lo peor es que lo dice en medios de alcance nacional y estos ni se han molestado en contrastar la noticia. Mire Leonardo, creo que conozco más que usted la ganadería caprina de Canarias y le puedo afirmar que nunca he tenido constancia de ganaderos que aseguren a sus animales. Es usted un difamador al que se le pueden atribuir muchos descalificativos, desde luego no los relacionados con animales, porque esos seres no merecen que sus nombres específicos se relacionen con el suyo. Por tanto no lo voy a llamar cerdo o rata y mucho menos voy a buscarle semejanza con el reproductor de sexo masculino perteneciente a la especie sobre la que estoy escribiendo. Lo voy a llamar de otra forma, canaria, por supuesto: es usted un rebenque. ¿Qué no sabe lo que significa eso en nuestras islas? Pues tampoco se lo voy a decir. Solo quiero que se entere de una cosa: ninguno de los pastores palmeros afectados, a los que usted no les llega ni a la suela del zapato, ha tirado la toalla. Siguen en pie, intentando rehacerse. ¿Sabe por qué? Porque esas personas llevan lava y riscos donde usted solo tiene rencor: en el alma.
Juan Capote
Veterinario, Biólogo y Profesor de Investigación
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Ivan4
Yo también dejé de leer el artículo por culpa de las faltas de ortografía: ” pude entrevistarme con la mayoría de los cabreros y cabreras que…”
Es una pena porque lo que había leído hasta ese momento era muy interesante y yo estaba de acuerdo en todo, pues conozco a César Bravo, un PROFESIONAL como la copa de un pino. Siento mucho que haya perdido su casa y desde aquí le envío un fuerte abrazo. Del resto del artículo no tengo ni idea, pues me he propuesto no seguirle el juego a la ideología de género. Muchos intelectuales franceses (yo no me considero un intelectual, ni mucho menos) siguieron esa línea de presión hasta que su gobierno lo prohibió. Como dijo Arturo Pérez Reverte: “a mí no me dice Irene Montero o Carmen Calvo cómo debo escribir…” ¡Y eso que Pérez Reverte no me cae bien, pero cuando alguien tiene razón, se la doy! Si Irene Montero o Pilar Alegría me ordenan escribir “avia”, en lugar de había, ¿yo les voy a hacer caso? ¡Por Dios, a ver cuándo despertamos de una vez por todas!
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GALVA
Lo he visto en redes…
Simplemente…REPULSIVO.
Peor que los fantasmas de los drones; que continúan picados por la lavada de cara….
Menudo animal humano.
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Astrazeneca
“pude entrevistarme con la mayoría de los cabreros y cabreras”, hasta ahí leí:
https://www.rae.es/espanol-al-dia/los-ciudadanos-y-las-ciudadanas-los-ninos-y-las-ninas
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AntonioLuz
Grande Capote.
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MONTE
Me sorprende bastante este artículo, impropio de una persona tan estimada. Me da la impresión de que más que juzgar el comentario del famoso animalista, que pudieran ser desafortunado, se trata de una excusa para decir todo aquello que se piensa de este colectivo, que entre otras cosas han logrado que se prohíban las corridas de toros en muchos lugares de este país, evitando sufrimiento animal totalmente innecesario. Además, propio de un investigador es citar la fuente para que el lector saque sus conclusiones, aquí solamente nos expone su interpretación del comentario del animalista, algo que como bien usted sabe es citar fuera de contexto y se trata de una falacia, por lo tanto se queda sin su principal argumentación para este artículo tan, digamos, sentido.
Saludos cordiales.
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SLAM
EXCELENTE. Articulo Sr.
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ivegah
Es de justicia poner cada cosa en su lugar. Mira que hay que tener paciencia con ciertos personajes. La pérdida de una cabra para un cabrero es una desgracia, no me imagino cuando pierde la mitad de un rebaño. Lo que tiene que hacer ese animalista es ir y ayudar a recuperar a los animales que han sobrevivido, y que luego me haga un cuento.
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Pacopepe
Don Juan tiene toda la razón del mundo y aplaudo su denuncia.
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felixrod2014
Muchas gracias por este comentario D. Juan.
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