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Opinión
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La resistencia tiene cara de mujer

Difícil llegar al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, sin pensar en las muchas mujeres, trabajadoras, autónomas y empresarias, en su mayoría de pequeñas empresas, afectadas por el volcán de Cumbre Vieja.

Durante estos meses he podido escuchar a muchas de ellas. Me han trasladado sus problemas y también sus propuestas. Su tesón, su fuerza y su carácter aportan soluciones a problemas no resueltos y que sólo necesitan de la voluntad de quienes gestionan para que se solucionen.

Ese carácter es el que han demostrado miles y miles de mujeres palmeras y canarias de todo tipo y condición, a lo largo de nuestra historia.

La resistencia -o la “resiliencia”, esa palabra tan de moda que define la capacidad de superar circunstancias traumáticas- tiene nombre y cara de mujer. Desde que explotó el volcán he visto en mujeres y en hombres la angustia por el futuro; he visto el dolor por la pérdida, la frustración por las muchas promesas incumplidas… pero en ni una sola de las mujeres con las que he hablado he visto resignación. Esta palabra no está en el particular diccionario de estas mujeres fuertes, que están orgullosas de lo que consiguieron con mucho trabajo y por encima de muchas dificultades.

Porque de eso se trata, de superar obstáculos: el de la desigualdad salarial, de los abusos, de la carga de los cuidados familiares, de la precariedad en el empleo, de la feminización de la pobreza, de la infrarrepresentación de la mujer en determinados ámbitos. Los obstáculos del “no puedes”, “no debes”, “¿para qué te vas a meter en eso?”…

Por eso, cuando hablas con mujeres que han peleado y luchado tanto por tener algo que es mérito suyo, cuando ha costado tanto llegar a un objetivo, los golpes de la vida pueden empujarte para que des un paso atrás, pero no lo haces porque no te rindes.

He conocido estos meses a trabajadoras, empresarias jóvenes y mayores, fuertes, emprendedoras que tenían muy claro cuál era su proyecto y hasta dónde querían llegar, que les permitió sacar a su familia adelante o colaborar para hacerlo y ahora, que se ven con su negocio cerrado, aplican esa misma fuerza y tenacidad para moverse, asociarse, reivindicar… Ellas no se rinden y, aún así, creo que no se les está dando toda la visibilidad que se merecen.

También he conocido a mujeres de otra generación, que crecieron con la idea impuesta de que su éxito en la vida era ver salir adelante a su marido y a sus hijos e hijas. Y que, de pronto, se vieron con la oportunidad de trabajar o de sacar adelante como empresarias su propio negocio. Ellas también han perdido mucho o todo bajo el volcán, pero tampoco se rinden ni se resignan. Son un ejemplo. Son un orgullo.

Una vez más, a las mujeres les toca ser el motor, las que aguantan, las que resisten, las que empujan. Lo han hecho nuestras madres, nuestras abuelas y cientos de generaciones atrás, pero casi siempre de forma callada y anónima. Pero ahora no. Ahora las mujeres levantan la voz orgullosas y seguras y afirman, tal y como escribió alguien hace unos días en una pancarta: “resilientes, sí; bobas, no”.

*Nieves Lady Barreto, Secretaria general de CC La Palma.

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