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Horacio Concepción García

El primer saber (Puntagorda)

  • La creación de la escuela de Puntagorda fue un hito para su tiempo en Canarias

Niños y jóvenes puntagorderos 1908.

Un día grisáceo de noviembre de 1831 la lluvia llevaba horas empapando las sendas embarradas, haciendo que peregrinar por estas fuese una ardua tarea. Las dispersas casas de piedra envueltas por almendreros, ni muy apiñados ni muy desperdigados, y el pinar que desde la cumbre se arrojaba hacia abajo para abrazar el pueblo, formaban un todo. Algunos niños descalzos, ataviados con humildes vestimentas, se encaminaban jugueteando entre rincones con encanto y tradición al primer día de la escuela de Puntagorda.

En La Palma durante los siglos XVI y XVII la iglesia ostentaba el dominio en materia educativa, esta irrumpió en la primitiva sociedad insular con su cometido evangelizador, extendiéndose posteriormente al campo de la educación. Las escuelas conventuales y parroquiales nacen como centros escolares en los núcleos de población más habitados, siendo las más antiguas de la isla las que sostenían gratuitamente los conventos de Santo Domingo y San Francisco[1]. El obispo de Canarias, don Diego de Muros, exponía en 1497 la importancia de la educación una vez conquistadas y colonizadas las islas, encomendando a los párrocos tener consigo un maestre de mozos (clérigo o sacristán) para enseñar a los niños a: leer, escribir, contar, doctrina cristiana y urbanidad; en 1553 Alonso Sánchez era uno de los encargados de realizar esta labor en Santa Cruz de La Palma[2]. A pesar de estas buenas intenciones la realidad durante siglos fue una enseñanza pública desatendida, donde ser analfabeto era una condición remachada al labriego palmero, sin acceso a la cultura ni a la educación; no obstante el campesino extremadamente empobrecido, no encontraba ningún atractivo en el aprendizaje cuando se le plantean problemas tan graves como la propia subsistencia[3], a lo que se unía el poco interés por parte de las autoridades y la falta de ayuda de los más pudientes, que marcaron el devenir de la enseñanza en aquellos siglos.

La primera escuela pública de la isla fue dotada en Santa Cruz de La Palma por don Antonio Tavira y Almazán (1737-1807), obispo de la diócesis de Canarias, en 1770[4]. El presbítero don José Hernández Carmona (natural de Garafía), vecino de Puntagorda donde ejerció su ministerio, fue calificado como buen Sr. de este pueblo[5]. Demostró sus altos valores morales cuando dotó una escuela pública para niños, en su testamento protocolado el 21 de Septiembre de 1831, legando una importante hacienda: «Declaro que el asiento de La Oliva con sus casas y tanque que lo divide el camino real por el medio lo dejo tanto arriba como abajo en dotación para una escuela de enseñanza de niños con expresa obligación que el Maestro lo tenga bien reparado, y si no lo hiciera así se le quita y se le dé este encargo a otro teniendo expresa obligación de enseñar bien a los niños en todo lo correspondiente a Maestro de escuela; y que los niños, concluida su lección, recen por mi intención tres Padres nuestros y tres Avemarías perpetuamente[6]»; -esta casa se halla ubicada en la actualidad en la calle Camino del Pinar nº 33-. Hernández Carmona, destacó como defensor de Puntagorda, así lo vemos luchando a favor de los derechos de la iglesia parroquial de San Amaro (San Mauro) en unos autos seguidos por el mismo ante la Real Audiencia de Canarias a finales del siglo XVIII[7]; también fue propietario de la vivienda ubicada en la zona de Medina, donde se situó la primera casa parroquial hasta 1789, la cual había heredado de su tío el sacerdote Sebastián Lorenzo Carmona[8]. Hernández Carmona, pidió ser enterrado en San Amaro junto al altar del Cristo; una cruz tallada sobre la solería de tea (tipo de pavimento de las iglesias rurales de La Palma), parece ser que indicaba el lugar de su sepultura[9].

 

  • La creación de la escuela de Puntagorda fue un hito para su tiempo en Canarias, teniendo en cuenta que durante la primera mitad del siglo XIX la escolarización primaria no se generalizó, y en las zonas rurales lejos de la influencia de los hombres ilustrados, la enseñanza estaba prácticamente inédita[10]. Sobre la evolución de la misma, sabemos que en 1847 acudían 7 niños de un total 278 en la isla; en 1849 el diccionario de don Pascual Madoz e Ibáñez (1806-1870) detallaba lo siguiente sobre Puntagorda: el maestro, aparte de los réditos de la hacienda La Oliva, percibe 375 reales (0.56 €) del presupuesto municipal; solo 8 niños acuden a la escuela; habitan 815 almas en el municipio, formadas sus moradas por 211 casas y algunas cuevas; el presupuesto municipal del año asciende a 3559 reales (534.90 €)[11].

 

La enseñanza femenina estuvo muy restringida respecto a las primeras letras, lo común era que las niñas fueran instruidas en el interior de sus moradas en saberes del mundo del hogar, que en el caso de las mujeres campesinas como las puntagorderas, se sumaba al cuidado de los niños y al trabajo agrícola. No fue hasta la segunda mitad del siglo XIX que comenzó a extenderse la enseñanza primaria a las niñas, aunque por Real Cédula de 11 de mayo de 1783, Carlos IV había establecido ya las escuelas gratuitas de niñas en todas las provincias. Canarias contaba en 1834 con 27 escuelas públicas de niños y 6 de niñas[12]. El rector de la Universidad Literaria de Sevilla, aprobaba en 1889 el nombramiento de doña Elvira Rivero y Palenzuela como maestra interina de la clase de niñas de Puntagorda[13]. En estos lugares era frecuente que las plazas de maestros estuvieran vacantes, como en 1891 cuando don Ángel María Ramos Duran, miembro de la junta municipal, abandona su plaza en Puntagorda para ejercer en Las Tricias como instructor, hecho que fue denunciado por el alcalde de Puntagorda don Francisco Rodríguez Rodríguez: «…si la ilustración viene y comienza con la instrucción primaria, aquí no la tenemos[14]». En el año 1865 los pueblos de Barlovento, Garafía, Puntagorda, Tijarafe y Fuencaliente desconocían la instrucción secundaría[15]; este nivel educativo estaba concebido para una elite varonil (clase media urbana), del que quedaban excluidas las mujeres[16], en 1894 la escuela de segunda enseñanza de Puntagorda se encontraba vacante y dotada con una renta de 4.96 € anuales[17].

Las duras condiciones sociales de comienzos del siglo XX se vieron reflejadas en el sistema educativo de La Palma, que fue calificado como: «Estos maestros, guareciéndose bajo la funesta sombra del caciquismo imperante, cometen los más incalificables abusos. Justo, muy justo, es excluir al de Puntagorda, de quien he oído hacer muchos y desinteresados elogios, y al de Puntallana que son un modelo de educadores modernos, entusiastas de su profesión[18]». Tiempos difíciles para la enseñanza y para los puntagorderos que con trabajo, humildad y esfuerzo hicieron posible el desarrollo de su municipio.

Horacio Concepción García

[Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias]

 


[1] Lorenzo Rodríguez, Juan Bautista (ca.1900). Noticias para la historia de La Palma. [La Laguna-Santa Cruz de La Palma]: Instituto de Estudios Canarios, Cabildo Insular de La Palma, 1975-2000, v. 3 pp. 308-309.

[2] Hernández Martín, Luis Agustín. Protocolos de Domingo Pérez, escribano público de La Palma (1546-1567). [Santa Cruz de La Palma]: Caja General de Ahorros de Canarias (etc.), 1999-2005, v. 1, p. 184.

[3] González Pérez, Teresa. «Institucionalización de la enseñanza en Canarias. Ojeada histórica sobre la educación en los siglos XVI y XVII». En: Tebeto. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura nº 15, 2002, pp. 473-492.

[4] Lorenzo Rodríguez, Juan Bautista (ca.1900). Noticias para la historia de La Palmaop. cit., v. 3 pp. 308-309.

[5] Pérez García, Jaime. Fastos biográficos de La Palma. [Santa Cruz de La Palma]: Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma: Caja General de Ahorros de Canarias, 2009, p. 210.

[6] Ailp [Archivo Insular de La Palma]: protocolos notariales de Gregorio José Medina, caja 16, 1831.

[7] Pérez Caamaño, Francisco (Dir.). Puntagorda: memorias de un olvido. [Santa Cruz de Tenerife]: Ayuntamiento de Puntagorda, 2007, p. 150.

[8] Concepción García, Horacio. «El Gran Cometa sobre Puntagorda» En: elapuron.com 29/3/2015.

[9] Agradecer la información prestada por doña Coromoto Martín.

[10] Negrín Fajardo, Jesús. «La prensa especializada de enseñanza primaria en Canarias durante la segunda mitad del siglo XIX». En: Historia de la educación: Revista Universitaria nº 2, 1983, p. 307.

[11] AMP [Archivo Municipal de Puntagorda]: legajos varios. Agradecer las facilidades dadas por don Juan Gabriel Pérez Pérez (Concejal de Cultura y Fiestas).

Madoz e Ibáñez, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. [Madrid]: Imprenta del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de don Pascual Madoz, (1845-1850), v. 13, p. 301.

[12] González Pérez, Teresa. «Algunas referencias históricas sobre la educación de la mujer en Canarias». En: Tebeto. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura nº 12, 1999, pp. 387-401.

[13] El Auxiliar, periódico de instrucción primaria, 06/03/1889, p. 127.

[14] AMP, libro de actas municipales de 1893, p. 9.

[15] El Time, periódico literario, de instrucciones e intereses materiales, 15/10/1865, p. 1.

[16] González Pérez, Teresa. «Algunas referencias históricas sobre la educación de la mujer en Canarias»… op. cit., pp. 387-401.

[17] Diario de Tenerife,  periódico de intereses generales, noticias y anuncios, 05/11/1894, p. 2.

[18] La Opinión, periódico liberal-conservador, 06/08/1910, p. 1.

 

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