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Marruecos, convivir con todos los demonios

Luis León, escritor y periodista. Archivo.

En estos tiempos hay que desarrollar un instinto de supervivencia más allá de los acontecimientos. No en vano hemos de acostumbrarnos a convivir con los demonios. Las sucesivas crisis económicas, el precio de la gasolina y de la cesta de la compra, la extrema derecha y la extrema izquierda, Putin, los independentistas, las variantes del covid, la reconstrucción tras el volcán, los incendios, la falta de lluvia, etcétera. Y tenemos que recordar que el vecino envalentonado está ahí, acechando nuestra debilidad. Hay incertidumbre desde que el Sáhara fue entregado de aquella manera, y muchos canarios se preguntan si España hará lo mismo respecto a este archipiélago, que ni es árabe, ni es musulmán, ni nunca fue marroquí, tan solo es africano respecto a su ubicación, casi lo mismo que podríamos decir de Madeira, también cerca del incómodo vecino. España es así: un país donde los intereses generales están subordinados a los intereses estratégicos, por eso ahora con secretismo nos bajamos los pantalones y regalamos el territorio donde se establecieron miles de compatriotas. Y el vecino desleal, que sabe de nuestras debilidades, nunca estará contento, siempre buscará un nuevo punto de fricción: Ceuta y Melilla, para empezar, las aguas territoriales canarias para continuar. El vecino, Marruecos es el país 133 del mundo según su nivel de renta, España entre los quince primeros.

Cuando España perdió sus últimas colonias, 1898, se metió en guerras muy ásperas con el vecino. Cuánto desgaste para un país donde había pobreza, analfabetismo y una monarquía que históricamente nos ha hecho pocos favores. Siempre Marruecos, y del otro lado siempre la pretensión de recuperar Al-Ándalus, tantas veces esgrimida por los ideólogos del extremismo islámico.

El Parlamento marroquí ha aprobado de forma unilateral dos leyes que delimitan sus fronteras marítimas con España y Mauritania. El ministro de Exteriores reconoce que los nuevos límites pueden superponerse a los de las aguas canarias, pero confía en que las buenas relaciones permitan resolver un posible conflicto a través del diálogo. ¡Qué ilusionismo dejar las ovejas a cargo del lobo, qué despropósitos! El ministro de Asuntos Exteriores parece que está asirocado por la calima, poco informado y desbordado por los acontecimientos. El Frente Polisario asegura que esta decisión es una muestra más de la política expansionista alauita que desde la Marcha Verde ha aprovechado las debilidades del gobierno español.

El problema consiste en que desconfiamos del chantaje del vecino y los olvidos de Madrid. En todo el siglo XIX y parte del XX, hasta la guerra civil, estas islas tenían más vínculos económicos y comerciales con Londres que con la capital del Estado, no en vano los ingleses trajeron el plátano y el tomate, impulsaron los puertos y las ciudades, instalaron sus consignatarias y sus bancos, Canarias se gobernaba en libras y chelines. En los periódicos de la época se insistía en la desatención respecto a este archipiélago, que practicaba la emigración como válvula de escape frente a las injusticias sociales, la falta de oportunidades y el descuido. Claro que los tiempos han cambiado: las comunicaciones rápidas, la integración en la economía nacional y continental. Y con el volcán de La Palma se ha percibido solidaridad, somos españoles y europeos periféricos. El mayor error del independentista Cubillo fue pretender incrustarnos en la cultura norteafricana, nuestros antepasados fueron bereberes pero nuestros genes son los del mestizaje.

Hemos leído este titular: “El acuerdo obliga a Marruecos a desistir de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias”. ¿Cómo es que Canarias entra en el paquete? ¿Es que el vecino tiene algún derecho sobre un archipiélago que se incorporó a occidente al final del siglo XV cuando Marruecos apenas era un conjunto de tribus? Ellos pueden exhibir el mapa del Gran Marruecos que nos incluye porque geográficamente estamos al lado. Somos frontera, hay que asumirlo. Pero nada más.

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