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Opinión
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In memoriam: Pedro Merino Martín. Lucha por el olvido del patrimonio etnográfico palmero

Hace bastante tiempo que teníamos escrito este artículo y no lo habíamos publicado ante la vana esperanza de que la desaparición de Pedro Merino Martín solo fuese un mal sueño. Pero, desgraciadamente, hemos de aceptar la realidad, si bien creemos que es de justicia rendirle este pequeño homenaje a quien nos honró con su amistad y su sabiduría. Fue una de esas personas que pasan por la vida sin hacer ruido, aunque dejando una profunda huella entre quienes lo tratamos y compartimos algunas de sus vivencias. Pedro fue un peninsular que acabó por convertirse en un palmero hasta la médula y que, sin renunciar a sus orígenes, allende los mares, se integró, desde muy temprano, social y culturalmente, en su querida Isla de La Palma.

Pedro Merino fue profesor de Geografía e Historia, un apasionado investigador y, por encima de todo, una excelente persona cuyo recuerdo permanecerá imborrable en nuestra memoria. Una enfermedad progresiva, cruel e incurable se lo llevó en muy poquito tiempo. Pero, hasta el último momento, continuamos manteniendo un vínculo muy estrecho, obviando que el desenlace final era irreversible y se produciría el día menos pensado tal y como, desgraciadamente, así ocurrió. A pesar de todo, jamás perdió la ilusión por seguir aprendiendo y dar a conocer la historia y la etnografía de La Palma. Su enorme valentía y entereza, hasta el último momento, nos han movido a dedicarle estas palabras que, quizás, lleguen demasiado tarde, si bien para nosotros es un claro recordatorio de que sus desvelos y su memoria permanecen muy vivos entre quienes lo conocimos. Sus trabajos de investigación y sus esfuerzos por proteger, conservar y dar a conocer el Patrimonio Cultural palmero merecen todo nuestro respeto y consideración. Y todo ello sin buscar ningún tipo de interés personal y profesional. Simplemente, desarrolló su labor porque le apetecía y consideró que era lo correcto.

Nuestra relación con Pedro Merino se inició nada más llegar a La Palma a comienzos del siglo XXI gracias a su interés por formarse y adquirir conocimientos sobre este lugar en el acababa de aterrizar. Pedro era uno de los incondicionales de los cursos organizados por la Consejería de Cultura y Patrimonio del Cabildo de La Palma y el CICOP. Esa misma idea le empujó a acompañarnos en infinidad de excursiones y rutas guiadas, tanto sobre patrimonio arqueológico como etnográfico, en las que visitamos numerosos lugares con un rico y variado patrimonio etnográfico que, por otra parte, presentaba un lamentable estado de conservación y amenazaba con su desaparición. Fruto de ello fue que nuestra amistad cada vez se fue haciendo más estrecha hasta desarrollar conjuntamente diferentes estudios y proyectos de investigación que quedaron plasmados en artículos en revistas científicas, participación en Congresos, la musealización del Centro de Visitantes de las salinas de Los Cancajos (Breña Baja) e, incluso, la elaboración de proyectos de protección, conservación y puesta en valor de, por ejemplo, los pozos de la nieve de Fuente Olén y Llano de Las Vergas (Santa Cruz de La Palma).

Pedro fue un apasionado investigador y, así mismo, mostró una gran preocupación por la protección, conservación y puesta en valor del Patrimonio Etnográfico de La Palma. Colaboramos en diferentes proyectos de rehabilitación que, al final, como el de los pozos de la nieve, quedaron en nada, si bien contribuyó a transmitir una valiosísima información sobre su existencia e interés. Y será, precisamente, en este campo donde mantuvimos una estrecha y muy positiva vinculación. Sus trabajos científicos destacaron por su rigurosidad y meticulosidad en los que no solo acudía a las fuentes orales, sino también a una necesaria labor bibliográfica en diferentes archivos públicos, sin olvidar la visita a los lugares para llevar a cabo la descripción detallada y pormenorizada de los objetos de sus estudios.

El año clave de nuestra relación fue 2003 puesto que fue cuando tomamos conciencia del lamentable estado de conservación y el abandono en que se encontraba el Patrimonio Cultural, especialmente el etnográfico, de La Palma, ideando proyectos y posibles soluciones para resolver este problema, algunos utópicos como, por ejemplo, desarrollar escuelas-taller, para evitar su deterioro inminente e, incluso, la irremediable desaparición. Fruto de ello fueron las visitas a los “pajizos” de Los Galguitos (San Andrés y Sauces) y los cuatro que, por entonces, aún se mantenían en pie en la zona de El Granel (Puntallana), entrevistando a sus propietarios; a los pozos y curtideros de chochos del Porís de Tigalate y Playa de La Salemera (Villa de Mazo); al tejal a la entrada del casco histórico de Puntallana, así como el molino de agua quemado de La Galga (Puntallana); los hornos de cal de San Andrés y Charco Azul (San Andrés y Sauces; los recogederos de sal de Punta Salinas (Puntallana); los porís (desembarcaderos) del Puerto Paja y Puerto Trigo (Puntallana). 

Recordamos, especialmente, las experiencias que vivimos durante las visitas a los pozos y curtideros de chochos de Punta Ganado (Villa de Mazo), acompañados por el último “maretero” (D. Nicolás Díaz Pérez,), y al pozo de la nieve de Fuente Olén y el del Llano de Las Vergas (Cumbre de Santa Cruz de La Palma) con D. Manuel Hernández García quien, a pesar de que hacía muchísimos años que no estaba en el lugar y contaba con más de 90 años, supo llevarnos al pozo de la nieve del Llano de Las Vergas que, hasta ese momento, había permanecido en el más absoluto anonimato.

El interés de Pedro Merino abarcada otros campos entre los que no podía faltar la arqueología. Y, en este capítulo, jugó un papel decisivo para dar a conocer uno de los yacimientos más interesantes que se han descubierto en los últimos tiempos y que aparecen distribuidos por la zona costera de todo el Archipiélago Canario, como son las cazoletas marinas. Hacía un par de años que habíamos descubierto una pequeña alineación de cinco “piletas”, alineadas y de muy pequeño tamaño, en el espigón rocoso del Porís de La Fajana de Franceses (Garafía). La verdad es que, en ese momento, no le dimos importancia y nos limitamos a sacar varias fotografías porque no sabíamos qué eran, cuál era su utilidad o su antigüedad y, de hecho, consideramos que podían ser relativamente recientes o naturales. Sin embargo, todo cambió a partir de 2003 cuando Pedro Merino nos mostró, tras descubrirlas durante las prospecciones para el proyecto de Las Salinas de Los Cancajos (Breña Baja), un espectacular conjunto de unas 60 “piletas” sobre una de las puntas que queda al este del “cocedero” del complejo salinero. Este yacimiento nos demostró que no eran naturales, que fueron realizadas artificialmente, posiblemente por la población prehispánica, y con una motivación que aún se nos escapa, seguramente mágico-religiosa, si bien hemos comprobado que aparecen distribuidas por toda la costa de la antigua Benahoare. En la actualidad hemos descubierto e inventariado varios centenares de conjuntos con este tipo de cazoletas.

Pedro Merino supo compaginar, perfectamente, su labor docente con sus trabajos de investigación. Una de sus últimas contribuciones, mientras impartía clases en el IES Alonso Pérez Díaz (Santa Cruz de La Palma), fue el descubrimiento de una buena cantidad de restos arqueológicos benahoaritas (fragmentos de cerámica, piezas líticas, industria ósea y malacológica y hasta algunos huesos humanos) que habían permanecido escondidos y olvidados en las dependencias del centro educativo durante, seguramente, cerca de cuarenta años. Según la información que pudimos recabar, tales vestigios fueron recogidos por el profesorado y el alumnado en la década de los 70 del siglo pasado con motivo de un programa alentado desde las instituciones que se llamó “Misión Rescate” y que, a la postre, significó la destrucción de una gran cantidad de yacimientos arqueológicos. La idea de Pedro Merino con estos vestigios arqueológicos era darlos a conocer en el propio instituto mediante la adecuación de estanterías que permitieran su observación y conservación tal y como, finalmente, ha ocurrido.

Con este pequeño artículo hemos querido dejar constancia del trabajo y el interés de una excelente persona que, hasta su último aliento, continuó aportando su granito de arena para proteger y dar a conocer algunos de los aspectos más interesantes del Patrimonio Cultural de La Palma. Por ello, aprovechamos esta ocasión para emplazar a las instituciones públicas palmeras para que hagan realidad uno de los sueños más queridos de Pedro, cual es la publicación de sus investigaciones sobre “Las salinas de Los Cancajos (Breña Baja)”. Creemos, de verdad, que es de justicia, y que se lo merece, que esta obra, perfectamente acabada y maquetada, vea la luz pública. Mientras tanto, solo nos resta decir que su labor no cayó en saco roto y que perdurará durante mucho tiempo en la historiografía de La Palma.

*Felipe Jorge Pais Pais. Jefe de Servicio de Patrimonio del Cabildo Insular de La Palma.

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