Esteban Manuel, segundo de la izquierda, junto a su hermano, padre y dos tíos en El Aaiún meses antes de morir tras la explosión de una bomba. Imagen tomada del periódico La Opinión.
El periodista Antonio Herrero publicó el pasado martes en La Opinión el siguiente reportaje que reproducimos íntegramente por su relación con la isla de La Palma:
La historia de la entrega del antiguo Sahara español guarda aún demasiadas incógnitas y secretos. Uno de ellos es la muerte del niño Esteban Manuel Fernández Pérez, de 10 años, el 6 de mayo de 1975 en El Aaiún en un atentado con una bomba, cuyos padres, oriundos de Los Llanos de Aridane en la Isla de La Palma, decidieron emprender la marcha hacia tierras africanas en busca de un mejor porvenir. Lo que nunca pudieron imaginarse José Antonio Pérez e Ilda Fernández era que su hijo iba a perder la vida de esta cruel manera, probablemente a manos de un grupo creado por Marruecos, el FLU, tal y como advierte el periodista Tomás Bárbulo en su libro "La historia prohibida del Sahara español".
Otros investigadores, en cambio, dirigen sus miradas hacia el Frente Polisario inmerso en aquellas fechas en reivindicar la independencia de la antigua provincia del África Occidental español.
Marcados por el infortunio
José Antonio Pérez, padre de Esteban Manuel, falleció el pasado mes de marzo sin saber que la muerte de su hijo puede ser considerada como la de una nueva víctima del terrorismo según la actual legislación española y que sus padres pueden ser perceptores de la correspondiente indemnización económica. El destino de esta familia palmera parece estar marcado por el infortunio, ya que una hermana de Esteban Manuel perdía la vía en 1990 en un accidente de tráfico en la Isla Bonita.
La madre del peque muerto en 1975 en el Aaiún comenta ahora a la opinión de tenerife cómo fue la muerte de Esteban Manuel.
"Mis dos hijos pequeños se encontraban jugando con otros menores en la calle en el barrio de Las Latas, donde vivíamos en el Aaiún. Sería alrededor de las ocho de la noche cuando desde mi casa escuché una explosión. Entonces salí a la calle gritando ¿dónde están mis hijos? Una vecina me paró y me dijo que al más pequeño lo tenía ella en su casa pero que de Esteban Manuel no tenía noticias. Las horas transcurrían y un hermano mío que vivía muy cerca salió a buscarlo por los alrededores. El lugar se llenó rápidamente de militares, legionarios y miembros de la Policía Territorial. Varios de ellos se acercaron a mi domicilio sobre las once de la noche para preguntarme cómo iba vestido el niño. Finalmente, fue mi hermano el que tuvo que identificarlo ,ya que la onda expansiva le alcanzó el rostro. Parecía el de un nativo por el color que adquirió", relató casi entre sollozos su madre del pequeño.
Ilda Fernández continuó con su narración, "al parecer mi hijo estaba jugando con otro grupo de menores arrojando piedras a un bidón y lo que pasa entre niños pequeños, que si yo la arrojé más cerca que tú, que si la piedra que yo tiré entró en el bidón y la tuya no. En un momento determinado mi hijo se acercó hasta el bidón y al tratar de subir éste se movió y como en su interior estaba una bomba con un percutor eléctrico que al moverse explotó y le alcanzó de lleno".
A partir de ahí comenzó un calvario para esta humilde familia que no pudo tampoco enterrar a su hijo en el cementerio de Los Llanos, sino en el del barrio de Las Manchas al no haber nicho disponible. Dos días después de la muerte del pequeño recogían sus cosas en El Aaiún y regresaban a La Palma.
Los periódicos de aquellas fechas no se hicieron eco de la muerte de este menor. Probablemente no interesaba que cundiese el pánico entre la población civil. Era más fácil hacer creer que los muertos de este periodo eran militares o nativos.
Incluso, el gobernador general del Sahara, Federico Gómez de Salazar, en una carta de condolencia, se disculpaba por no haber podido acompañar a la familia hasta el aeropuerto, debido a la gran cantidad de medidas que tuvieron que adoptar.
Posible autoría
En cuanto a la responsabilidad del atentado, ya poco le importa a esta familia, pero en aras de la verdad las bombas que colocó el FLU fueron responsabilidad directa de las autoridades marroquíes.
Siguiendo a Tomás Bárbulo, "una red que fue descubierta una semana más tarde compuesta por 14 infiltrados en el territorio manifestaron que se alojaron en un hotel de Tan Tan junto con medio centenar de jóvenes de entre 19 y 24 años. También revelaron que, cuando un grupo era designado para una misión el propio gobernador de Tan Tan recibía a los miembros en su casa y les entregaba armas, granadas y 35.000 pesetas por cabeza (210 euros). Luego el coronel Dilimi pronunciaba una arenga. Las partidas eran trasladadas en helicóptero hasta la frontera, desde donde se internaban en el territorio español. Uno de los grupos tenía como misión colocar bombas en el cine Las Dunas y en los bares de prostitutas de la ciudad. A otro le habían encomendado los asesinatos de un locutor de Radio Sáhara, llamado Hassan, muy popular por sus charlas contra las pretensiones anexionistas de Rabat, y del sargento desertor marroquí El Gadi".
Los muertos españoles fueron enterrados de forma casi clandestina, es más, en el caso de este niño en ningún diario de la prensa canaria aparece reseña alguna que haga mención a esta muerte, sólo el periodista Tomás Bárbulo en la página 203 de su libro lo menciona sin aportar más datos, así como al fallecimiento de otro menor saharaui que trasladaba una bomba y que le reventó en el rostro.
Recordaba la madre de Esteban Manuel que su marido, albañil, decidió emigrar a el Aaiún ya que allí sí había trabajo. "Nos mudamos al barrio de Corominas donde vivían varios amigos. Mi marido comenzó a trabajar en la empresa Dragados y Construcciones. En ese momento teníamos tres niños y una niña de siete meses y decidimos embarcarnos en esta aventura dado que no teníamos trabajo. Yo los enviaba al colegio y ese día por la tarde salieron con una bicicleta a la librería a comprar. Esteban Manuel estaba con otro grupo de niños y en las proximidades había un bidón con una bomba en su interior. Yo pude escuchar la explosión y de repente el lugar se llenó de miembros de la Policía Territorial que me dijeron ´señora no salga", relató Ilda Fernández.
Esta sufridora madre agregó que: "mi hijo pequeño lo tenía una vecina en su casa. Yo estaba desesperada ya que el mayor no aparecía. Mi hermano Toño se acercó al lugar y estuvo buscándolo. Lo primero que encontraron fue la hebilla. Toño fue el que tuvo que identificar a mi hijo. Al día siguiente decidimos venirnos para Tenerife y después a Los Llanos de Aridane. Yo tenía 32 años en el momento del fallecimiento y mi marido 36".
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