cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
Opinión
Publicidad
Yose Fernández

El último aliento

  • Esbozo de una teoría para vivir el cine

Conocida y extendida es la afirmación de que el cine se parece a la vida, yo prefiero, como dijera Jose Luis Garci: "la vida es el cine". Mas cuando el cine no es sino una de las maneras de interpretar el mundo, e interpretar no se distingue del actuar, en definitiva, del vivir. Por tanto, el cine, como ese engendro imaginario que es más real que la vida, y que en muchos casos va por delante de ella, nos permite afirmar esta noche, primero es el cine y después suceden las cosas del mundo.

Hoy, como todo lo que supone un acabamiento estamos algo tristes, algo de nuestras vidas parece desaparecer con la clausura de este cine. Yo que he tenido la suerte de pasar mi infancia y mi adolescencia dentro de un cine (mi padre fue taquillero y acomodador en el antiguo Parque Recreo) sé lo que significa el cierre de un habitáculo mágico como éste. Aún recuerdo lo impactante que fue ver la Naranja mecánica, de Kubric, con trece años.

En ese in pas que pasó hasta que abrieron el actual cine creí transitar por un mundo donde no había espacio para soñar, para disfrutar de otras vidas: las películas, nuestra otra gran arma, junto a la literatura, para soportar la existencia. No entraré a valorar lo que significa para los trabajadores de este cine perder su medio de subsistencia (la crisis ya está bastante presente en nuestra realidad diaria); quiero sin embargo, dirigir mi atención al valor vital y moral que nos aporta o nos debería aportar el cine. Y no quiero hablar del cine en general, que aunque todo el cine es cine y merece respeto.

En este día de despedidas me tomaré la libertad de referirme al Cine con mayúsculas, al cine de autor, al gran cine clásico, sobre todo porque en los tiempos que corren, el cine clásico se ha convertido en algo minoritario, subvencionado, reducido a unos pocos ávidos de buenas narraciones, o para ser aludido por las personas mayores que echan de menos a los grandes galanes, o por algún intelectual o crítico malinterpretado.

Nadie como los miembros de la Nouvelle Vague,  por poner uno de los más renombrados ejemplos, y entre los que podemos estacar a directores como Jean-Luc Godard o Françoise Truffaut, supieron ver el declive y el estatismo estético que a partir de los años sesenta se estaba produciendo en el cine de masas. Fueron capaces de dejar la pluma y dar el "salto", señalar que eran miembros de la revista cinematográfica "Cahiers du cinéma", y lanzarse con pocos medios y escasos recursos económicos a hacer cine, a hacer crítica del cine y de la vida por otros medios, en pocas palabras, llevar a cabo una defensa a ultranza de cine clásico y de autor.

Cogeré, por tanto, el film de Jean-Luc Godard de 1960, Al final de la escapada, como ejemplo de lo importante que es el cine para la vida, de la gran pérdida que supone no disfrutar de estas historias en la sala oscura de un cine. Porque como le gustaba decir al propio Godard, para él las películas tenían que suponer cierta zozobra del espectador, es decir, era de la opinión de que la mejor narración debía ser aquella en la que el espectador entrara de golpe en una secuencia que pareciera ya iniciada sin su consentimiento, sintiéndose al margen de una discusión trivial, de un hecho anodino, intrascendente, notando que había empezado hace rato y la deriva no estaba clara, que se hallara de pronto en medio de algo sin saber cómo había comenzado, y que sin embargo, con un poco de atención, pudiera entender rápidamente, aunque siempre le quedaría un reflejo de duda, simplemente porque nunca podemos alcanzar el principio, ni tampoco el final, lo único posible es aprovechar el tejido continuado de la historia y seguirla emocionadamente… ¿No es esto el cine, la vida?

Y que como indica el propio título en su idioma original À Bout de Soufflé, estamos ante el último aliento, y la secuencia final que refleja el rostro de la ruptura de los dos protagonistas, anuncia, que a pesar de la muerte del cine clásico, y que esté expirando su último estertor, y que muchas veces parezca que estamos llegando "sin aliento" a todo momento importante, la leyenda del cine seguirá imprimiéndose cinematográficamente, como lo filma Godard a través del gesto de tocarse los labios con el dedo que hace Jean Serge, como si de Bogart se tratase.

Así que puede desaparecer el truco del cine, pero no su magia.

Este artículo fue leído por su autor la noche del cierre de los Multicines Avenida tras la proyección de la película Cinema Paradiso, de Tornatore.

 

 

Archivado en:

Publicidad
Comentarios (0)
Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad