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Anelio Rodríguez

Concha Capote

  • Luis Cobiella vive aún con sus ojos voraces de niño

El pasado mes de diciembre, durante la presentación de su último libro publicado, le oí decir a Luis Cobiella que a partir del día de su muerte pasaría a ser Concha Capote, viviría en Concha Capote, se llamaría, sentiría y pensaría como Concha Capote. Por supuesto Luis lo explicó mucho mejor que yo ahora: nadie podría superar aquella proverbial facilidad con que hablaba de lo inefable. Lo reveló en público a media voz, contando con la complicidad de los asistentes al acto, dando por hecho que íbamos a comprender el carácter inexorable de la verdad que lo asistía. Tan cierto como que dos y dos son cuatro. Sonó a algo más que una muestra de fe en la vida después de la vida. Con cada una de sus palabras, sabias como siempre, el chispazo de la creatividad nos invitaba a confiar en los deseos bienintencionados. No en vano Luis llevaba años proclamando que los Reyes Magos existen y que nada hay tan real como la transformación de los enanos lustrales. Yo todavía lo creo por la sencilla razón de que él lo veía claro con sus ojos voraces de niño.

Pues bien, ha llegado la hora de esa anunciada transmutación. Maravillosa transmutación (Luis, tan científico y tan poeta, más bien recurriría a una palabra esdrújula, "ósmosis"; se le llenaría la boca al pronunciarla con la misma sonrisa de Francisco de Asís y enseguida sabríamos de qué se trata: el triunfo del amor por encima de todo). ¿Qué otra cosa podía suceder? Desde hacía tiempo Concha Capote ya era un poco Luis Cobiella, y viceversa. Cogidos de la mano a cualquier hora y en cualquier lugar, celebraban las pequeñeces cotidianas fuera de la sombra de los prejuicios, convirtiendo su disfrute en algo memorable y contagioso. Los pasos de uno encajaban a la perfección en las pisadas del otro, y se miraban frente a frente como si cada uno se mirase a sí mismo ante un espejo, así que el prodigio que hoy culmina no ha de pillar a nadie por sorpresa.

Por ello, sin dejar de apesadumbrarnos ante tan abrumadora pérdida, sentimos el calorcito del sosiego. Luis vive aún. Y de qué modo. No lo digo para corroborar la latencia de su extraordinaria obra literaria y musical, luz de guía para nuestra memoria de pueblo abocado al extravío en medio de ninguna parte, sino porque las predicciones en que fundamentaba la serenidad de sus casi noventa años se han cumplido al pie de la letra. Sin duda lo que era Luis Cobiella ahora se conserva intacto en lo que Concha Capote es. Erre que erre se prolonga a salvo porque la dulce, rocosa e intuitiva Concha Capote, dotada del aura de la autenticidad, reúne en su persona lo mejor de la condición humana.

Este artículo lo ha publicado hoy mismo el escritor Anelio Rodríguez en su blog de elapuron Manual de subsistencia para una isla desierta con motivo de la desaparición de Luis Cobiella.

 

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