Demasiada crispación

No cabe duda de que son tiempos difíciles para todos pero hay demasiada crispación. Por molestar ya no nos gusta ni que los gallos canten. Sí, sí, no es broma. Hace poco me enteré de que un vecino se quejaba a otro de que sus gallos, porque tenía tres, le molestaban por las mañanas y no lo dejaban dormir, por lo que la dueña de los animales decidió matarlos por aquello de que "muerto el perro se acabó la rabia". Pobres gallos que alegraban a más de uno con sus cantos matutinos, dicho por la persona que nos contó la historia con cierta dosis de amargura. También cobran fuerza los robos, no los tirones a turistas que alguno hay, sino los que se dan entre vecinos de los productos de la huerta, aguacates, naranjas, calabazas, y la última modalidad es que ahora a los amigos de lo ajeno le da hasta por cavar las papas y boniatos sembrados y llevárselos para hacer negocio o bien para el propio consumo, mientras que sus huertos están abandonados y muertos de la risa. Dicen que La Palma ya no es lo que era, que antes se podía dejar uno la puerta de casa abierta o las llaves en el coche y no pasaba nada, y es verdad, pero claro es que hacer eso es facilitarle el trabajo a los delincuentes que siempre los ha habido y más ahora que hay crisis y que alguno no tiene ganas de trabajar, que también hay que decirlo aunque no sea "políticamente" correcto. En política precisamente las aguas también están revueltas con "guerras" internas en los partidos, aireadas por algunos en las redes sociales, y con los jueces interviniendo en expulsiones y mociones de censura, a lo que hay que unir presuntas persecuciones políticas a empresarios para hundirlos por decir la verdad. No sé a ustedes pero a mí me parece que el ambiente está enrarecido. Esto último me viene al pelo porque con los años me he enterado, después de mis tiempos de estudiante en La Laguna y en Madrid, que los palmeros tenemos fama de raros. Por Digna Martín.