La maleta de Marta o la soledad de las mujeres maltratadas

Condenar la violencia de género cada 25 de noviembre o cuando se produce un asesinato de una mujer está bien pero no es suficiente. Anoche emitieron en la 2 de Televisión Española el documental "La maleta de Marta", de Günter Schwaiger, con el que es imposible no emocionarse al escuchar la historia de su protagonista, que fue atropellada y apuñalada en la calle por su expareja y ahora es ella quien se tiene que ocultar mientras que su agresor, después de pasar un tiempo en la cárcel, está libre. Marta procede de una familia "bien" de Jaén que le ha dado la espalda por haberlos "deshonrado", lo mismo que las instituciones que animan a las mujeres a denunciar el maltrato, pero que luego se desentienden. "Si los políticos tienen protección por qué yo no", se quejaba. La realidad es que muchas de esas mujeres se sienten desamparadas y sin ayuda y Marta ha sido valiente y lo ha contado a rostro descubierto porque dijo que ya no tiene nada que perder. Mostró las cicatrices que tiene por todo el cuerpo, pero también las del alma, que son las peores. Con la ayuda de su portero que, según contó, es quien la protegía hasta hace poco, porque se ha tenido que mudar otra vez de casa, y de Amnistía Internacional, sigue luchando para intentar superar una dolorosa experiencia que la llevó a engancharse al alcohol para estar todo el día dormida y poder olvidar. El documental cuenta también la visión de un maltratador en Austria, la otra cara de la moneda de esta gran lacra social que es la violencia. La campaña de zapatos rojos que se está llevando a cabo por toda la Isla y por el mundo para combatir este drama está cargada de buenas intenciones, los minutos de silencio también, pero lo que necesitan estas personas de verdad es apoyo, para mitigar su miedo, y protección para vivir tranquilas, y Marta, que representa a muchas martas en el mundo, no lo tiene. Estaría bien que este reportaje lo vieran sobre todo los que toman las decisiones que dejan a estas mujeres en el desamparo más absoluto. Por Digna Martín.