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El callejón
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El tipo bajo la lluvia

Simeone bajo la lluvia en Anoeta

A Míguel, quien sufrió lo de Lisboa y Milán como dos cuchilladas que nunca cicatrizan

Cabizbajo, meditabundo, las gotas de chirimiri caen sobre su rostro ceniciento, mientras su equipo cae al precipicio de una segunda derrota consecutiva a domicilio que compromete demasiado pronto sus opciones de aspirante al título de Liga.

La severa expresión de Simeone, al pie de campo en Anoeta, con gabardina oscura, solapas arriba y barba de dos días, evoca el reverso melancólico y triste de una estampa similar que nos muestra a Albert Camus, con el pitillo entre los labios, al tiempo que sonríe coqueto al objetivo de la cámara, en abierta contradicción con sus palabras, graves, lúcidas, esparcidas por novelas, artículos o piezas teatrales, aunque en justa correspondencia con el carácter apacible y gentil de quien amaba con contenido apasionamiento la vida, la literatura y las mujeres.

El autor de El extranjero comparte con el entrenador del Atlético una infancia de descampados y pantalones cortos, que giraba alrededor de una pelota y en torno a la geometría rectangular del balompié.

Mucho de cuanto sé lo aprendí de niño, defendiendo la línea de meta de una portería”, rememora Camus.

Pensativo, taciturno, ensimismado en una realidad donde el fútbol lo es casi todo, Simeone bajo la lluvia se aleja del escritor francés, que en El mito de Sísifo planteaba el suicidio como la principal preocupación existencial del hombre contemporáneo, y se aproxima al sombrío contorno, al perfil fatalista del capitán Ahab, que aguarda, con rabia sorda e insensata, con tozudez paciente e implacable, cobrarse la debida venganza de Moby Dick, la Ballena Blanca, una vez ha asumido que Dios, ciego e indiferente, no escuchará sus plegarias.

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