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Opinión
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Yosé Fernández

Un hombre afortunado

  • En recuerdo de Luis Cobiella

Dichoso, cuando tengo la inmensa suerte de compartir una mañana ventosa con ese hombre ya entrado en años. Y se convierte en el mejor momento que corta la salida a cualquier minúsculo sentimiento ennegrecido… Él, con su descabellada lucidez que me previene para que lo detenga cuando descarrile: "No hay que dejarme desvariar"… Disiento, oh divina locura, un loco, ese gran loco, el intrépido loco que se moja en todos los charcos sin prisa, desde ahí, sentado en su sillón, acodado, rayo de sol incluido, junto a un gato y una tortuga, animales reflexivos los tres… Y de pronto, después de un corto silencio, media muerte, me sorprende hablando de alcanzar la expresión máxima de significación de una palabra, ese "algo" que debe mostrarse integrado en la idea, sin concepto, con el ejemplo del azul y el verde, escenario visto desde la ventanilla de un coche en incierto movimiento, pantalla de referencia, pero una vez perdido… el azul y el verde, hallar lo que se encuentra detrás, visible pero no fácil… me lo explica de nuevo, sosegadamente… Repite algo que tiene que ver con un viaje al polo norte, paso a paso hacia el norte… norte, norte, norte… para seguir, ir… y aprender.

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