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Opinión
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Marynieves Hernández, Caracas

Canarias

  • Atardeceres que cautivan, que dicen que embriagan

Mary Nieves Hernández, una palmera que vive en Venezuela. Archivo.

El Atlántico abrió su vientre y generó para el universo la magia y el esplendor de una tierra, de donde nosotros salimos, para contarle al mundo de sus encantos. Y repetirlo… repetirlo hasta el infinito.

Canarias es mucho más que islas, sol y mar. Canarias es fuego y nieve, arena blanda y piedra dura. Es faro de un océano y albergue de transeúntes. Canarias es siete navíos anclados entre olas de verdes y azules.

Sobre su suelo, los canarios van y vienen en diario trajinar. Van y vienen por las ciudades, por los pueblos limpios y blancos salpicados de colores, por las montañas frías, por las costas accidentadas y bosques fragantes, por los barrancos donde los lirios mueren, mientras el sol va sacando destellos a las piedras cristalinas que han surgido de su vientre.

Canarias ha sabido conservar sus tradiciones y costumbres a través del tiempo, sin dejar por ello de integrarse a la tecnología y a la modernidad. Sus templos, verdaderas obras arquitectónicas que van, desde el gótico al neoclásico, pasando por el renacentista, manierista y barroco; por su importancia histórica o devocional, han sido proclamados con los títulos más importantes que el Vaticano le puede otorgar a una iglesia: Catedral y Basílica Menor, son muy cuidados y restaurados, presentando así una apariencia agradable y pulcra, testimoniando con ello la fe y devoción de
los isleños.

Conocer las cumbres de Canarias es saber de alturas y abismos, de profundidades infinitas, de inmensidades íntimas, de silencios insondables donde el misterio se hace inagotable.

En sus mares se matizan los colores. Las noches son espejos magnéticos que agitan a los espectadores. Las estrellas, grandes y deslumbrantes como ojos de adolescentes, parpadean con eléctrico fulgor en la oscuridad majestuosa. La luna contornea sus formas doradas, desplazándose lenta sobre los tejados y las plazas que guardan celosas los fantasmas de sus sombras. Va vistiendo de espigas las laderas, derramándose lentamente sobre la copa azul de los volcanes.

Sus costas acantiladas son negras como el azabache, verdes como esmeraldas o blancas como las perlas. Mágicos ocasos nos sorprenden cada día con su variado espectáculo de luces y colores sembrando con flores de sangre la infinitud de su horizonte. Atardeceres que cautivan, que dicen, que embriagan.

Canarias sabe de alegrías y celebraciones, de entusiasmo y diversión. Sabe de fuegos y cenizas, de temblor profundo, de lava que arrasa, de techos que caen, de olas crecidas. Ha oído la voz profunda de su conciencia. Ha mostrado la furia ardiente de sus entrañas.

Pero Canarias, también es tierra de silencios, de suaves murmullos, de cantares que salen de la tierra, como el comienzo del mar y de la vida. A ratos se siente quieta como el vacío, como la muerte; a ratos ruge y se enardece como alertando su presencia.

Tierra de pastores, de agricultores, de artesanos y pescadores, de artistas y educadores, de letrados y místicos. De telares, de vainicas y bordados, de tejidos de seda y de colmo.

El campesino canario, adora sus tierras. Cultiva sus campos con devoción exquisita, dejando en ello, si fuere necesario, cada gota de su frente, de su ser.

Canarias es siete islas separadas por un océano pero unidas por un mismo idioma, por una misma religión, por una misma cultura y una misma idiosincrasia. Sirena vestida de lentejuelas con siete estrellas atadas a su cintura azul.

Canarias es eco de suspiros en lejanía.

Crisol de corazones que hecho alas, va a anidar entre la nieve y el fuego de sus montañas.

A esta tierra nuestra tan querida y recordada, a toda su gente, queremos desearles:¡¡¡MUCHAS FELICIDADES EN ESTE DÍA DE CANARIAS!!!

Mary Nieves Hernández

 

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