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El callejón
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Beredicto final

Baltasar Garzón ha pretendido proyectar lo que no es (un buen juez) emprendiendo un par de causas justas. El abogado Clarence Darrow mantiene intacta su aura de héroe legendario. Aquí aparece interpretado por Orson Welles en “Compulsion” (1959).

Un jurado popular, compuesto por nueve personas, necesitó más de quince horas de deliberación para resolver, por cinco votos a favor y cuatro en contra, que tanto el ex presidente de la comunidad valenciana, Francisco Camps, como el secretario general del PP en la región, Ricardo Costa, quedaban absueltos de toda responsabilidad penal en el juicio por cohecho impropio celebrado contra ellos durante casi dos meses.

Con independencia de la opinión que cada cual pueda hacerse sobre dicho veredicto, no deja de llamar poderosamente la atención la innegable falta de decoro y la ausencia de pulcritud gramatical con la que ese mismo jurado redactó el acta que sirvió para decidir la inocencia de los dos imputados. Se suele decir que Dios escribe con pulso firme y en renglones torcidos pero, si hemos de juzgar la calidad de la Justicia impartida por estos nueve ciudadanos, de acuerdo al nivel de su expresión escrita, los dieciséis folios que constituyen el cuerpo del dictamen no alcanzarían el aprobado en la Prueba de Acceso a la Universidad ni siquiera en España.

En la primera oración de este texto, redactado por una mano anónima (y, por tanto, impune), se lee que el jurado "a deliberado" y, continuación, en una serie interminable de incorrecciones ortográficas y anacolutos varios, se desarrolla un engendro, acribillado de errores de concordancia y escrito con una pésima puntuación y sin apenas tildes, quizás por aquello de que la Justicia no sólo ha ser ciega, sino también sorda.

Y, para muestra, ahí van dos botones que son como dos bultos sospechosos:

"Los supuestos regalos no han quedado demostrados que se les hallan pagado a los acusados, mediante el informe pericial que tambien afirma esta conclusion"

"Costa no recibio prenda alguna en consideración a su cargo, basandonos en las declaraciones de los funcionarios de la conselleria en la cual, todos coinciden que no tenian influencia alguna en materia de contratación"

Además de descuidar la acentuación de palabras agudas (como "ningún" o "según"), de nombres propios ("José Tomás"), de algunos monosílabos que deben llevar tilde (como el adverbio "más" o la afirmación "sí") o de numerosas palabras esdrújulas (que la han de llevar siempre), aparecen gazapos verdaderamente inaceptables, como "faborable", "tubiera", "fiscalia" o "no tienia", en lugar de "no tenía".

Poco antes de la conclusión, se lee otro pasaje en el acta que habrá hecho temblar de puro espanto a don Fernando Lázaro Carreter allá donde este buen lingüista se encuentre:

"Nos basamos en las contradicciones de las dencaraciones de D. Jose Tomas […] que entran en contradiccion por lo tanto, al haber duda, aplicamos la condicion más favorable tal y como estable la ley, para los acusados".

Integraban el jurado que concibió tamaño íncubo literario seis hombres (cuatro de ellos menores de treinta y cinco años y otros dos en torno a los cuarenta y cinco) y tres mujeres (dos de unos cincuenta años y una menor de treinta y cinco). Habida cuenta de la edad aproximada de todos ellos no es posible atribuir tanto desatino a la LOGSE, aunque sea por una vez.

De igual modo que no debe confundirse la exigencia de rigor y equidad en el triple procesamiento al juez Baltasar Garzón (sobre el que pesan serias y fundamentadas acusaciones) con el linchamiento moral, retrógrado e incívico que denuncian aquellos que consideran a este polémico magistrado (pésimo instructor, torpe orador y peor escribiente) poco menos que un mártir, víctima de la ultraderecha feroz, cavernaria, enemiga acérrima de la libertad y de los demás derechos del hombre (y de la mujer). No se pasen, señores. Desprovisto de la toga que, durante demasiado tiempo, parece haberle investido de una injustificada (y absurda) beatitud, Garzón es un ciudadano más que comparece ante la Justicia, que habrá de juzgarle conforme a la ley y (esperemos) según las más elementales reglas de la gramática.

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