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El callejón
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España en el laberinto

Cuatro años y tres comicios después, volvemos a la casilla de salida. El final del duopolio parlamentario que se prolongó durante más de tres décadas (de octubre de 1982 a diciembre de 2015) y la atomización del llamado voto de la izquierda han convertido en papel mojado las cláusulas tácitas, en favor de gobiernos estables, que se incluyeron en la Constitución de 1978, ya que entonces la viabilidad de la transición democrática exigía un poder legislativo y ejecutivo fuerte, decidido, legitimado por una representatividad mayoritaria, libre de los vaivenes de un Congreso que, como el actual (y el anterior y el anterior al anterior), resulta, en la práctica, un enjambre de siglas afines con intereses contrarios o una mal avenida asamblea de opuestos que con torpe y reiterada desfachatez manifiestan un mismo desafecto por el bien común.

La empresa, pues, se nos antoja harto complicada y el panorama internacional, con el brexit, la guerra comercial entre Estados Unidos y China y el horizonte de una nueva crisis económica, no invita precisamente al optimismo. Y, por si todo esto fuera poco, a la incertidumbre institucional se suma la siguiente fase dentro del proceso separatista catalán, pendiente de la sentencia que en cuestión de semanas ha de hacer pública el juez Marchena.

Menos mal que a este país siempre le queda el recurso de aferrarse a su último asidero, la tenue luz de la esperanza en tiempos de zozobra como los que vivimos, o sea, el Real Madrid: única España factible, patria de todos y todas, anhelo plus ultra, ideal noble e imperecedero para quienes soñamos con un futuro mejor para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos.

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