A mi hermano Míguel, ciclista aficionado, ciclista de verdad
Con una puesta en escena tan solo al alcance de las grandes celebridades de Hollywood, el mea culpa entonado la semana pasada por el ex ciclista Lance Armstrong, ante la mirada, entre inquisitorial y compasiva, de Oprah Winfrey (que es una especie de María Teresa Campos afronorteamericana, aunque mejor actriz y con muchísimo más dinero), fue el epílogo bochornoso y sonrojante (con lagrimitas de cocodrilo incluidas) a uno de los mayores fraudes que haya conocido el deporte profesional desde el ascenso (meticulosamente calculado) del gigantesco (y grotesco) Primo Carnera de hombre forzudo de circo de segunda a la cúspide de los pesos pesados del boxeo en la década de los treinta del pasado siglo.
En el caso de Armstrong, nadie pone en duda las excelentes cualidades físicas que éste poseía antes de que, en octubre de 1996, se le diagnosticase el cáncer que lo apartó de la alta competición durante un par de años. De hecho, en 1993, en Oslo, bajo una intensa lluvia, el tejano se alzó con el campeonato del mundo de fondo en carretera y se impuso en la meta sobre Miguel Induráin, quien entonces dominaba el ciclismo con una superioridad incontestable, absoluta aunque no absolutista. No obstante, es más que probable que ya entonces Armstrong se dopara, como lo hacían la mayoría de corredores en el pelotón internacional, incluyendo al coloso de Villaba, que siempre ha mantenido un discreto y significativo silencio al respecto.
Obligados a realizar proezas fuera del alcance del resto de los humanos, los ciclistas (casi todos) han tenido que recurrir a la ayuda extra que brinda la farmacopea con el fin de mejorar su rendimiento. Ningún campeón está libre de sospecha y el que presuma de lo contrario o miente con descaro o ignora cómo se las gastan los patrocinadores, ciertos directores deportivos (desaprensivos e inmorales, como la inmensa mayoría de políticos en ejercicio), determinados médicos que se descojonan literalmente del juramento hipocrático y los propios organizadores de las carreras, que necesitan de las jeringas y de los esteroides para inflar de épica y leyenda una práctica deportiva que agoniza por carecer de un mínimo de integridad y de escrúpulos.
Hace demasiado tiempo que el ciclismo se convirtió en una versión siniestra del circo romano, herido de muerte por la ambición monetaria y por los ingresos publicitarios, que es lo que, en definitiva, ha terminado desenmascarando a Lance Armstrong: un gladiador de pega, un superhéroe de cómic postizo, un ídolo caído, al que, al final, le pasó factura su enfermizo afán de protagonismo, su desmedida sed de gloria ("La victoria y el fracaso son dos impostores", como diría Kipling) y la carencia de generosidad con sus propios compañeros (que lo han apuñalado con vileza y cobardía después de ser partícipes de la farsa) y con sus rivales, con los que nunca quiso compartir ni siquiera las migajas del triunfo.
PedroLuis
La entrevista de David Millar, que ya conocía, encierra un enorme valor documental, testimonial y humano. Con Armstrong la historia se repite, aunque inevitablemente (tal vez por la “mala imagen” que siempre tuve de este corredor déspota y orgulloso) en esta ocasión la “historia” suena más hueca, menos sincera, más teatral… En cualquier caso también es un documento doloroso, que enfanga muchas tardes de ciclismo glorioso, en las que los corredores limpios o dopados por el “sistema”, se dejaban el alma en la carretera. Seguro que Miguel , “ciclista de verdad”, bien lo sabe… Lo saben también los que montan (¿montamos?) el Circo: organizadores, directores de equipo, publicistas, televidentes, “médicos”, investigadores… y demás interesados o hipócritas, que no dan la cara ni sufren en las rampas del 20% de desnivel.
Mi requiem personal por los dos héroes caídos:
Ya conocía el reportaje
de David en su confesión.
Muy buena la narración
de su maldito dopaje.
Muy duro pal personaje
reconocerse tramposo
después de vivir el gozo
de su gloriosa carrera
volver a la carretera
debe ser muy doloroso.
Armstrong, otro personaje
sin duda gran deportista
que sumamos a la lista
del deporte y el dopaje.
Inmenso fue su bagaje
mayor aún su ambición
humillando al pelotón
mintiendo en la carretera
fue corredor de primera
ahora es cola de ratón.
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ENANAPATUDA
Los ciclistas profesionales son auténticos HÉROES, dopados o no…Porque lo que hacen está al alcance de los elegidos.
Fausto Coppi tomaba cola y la "poción mágica", por nombrar a una leyenda de este deporte.
Este super-hérore americano nunca ha sido santo de mi devoción, pero clase siempre ha tenido, porque ganar un mundial de fondo y una clásica como la Flecha-Valona, no lo logra cualquiera.
Miguel Indurain fue el único que iba a base de espaguetis y aquarius, ja, ja, ja!!!!!
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