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El callejón
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Felipe Seis

Puestos a escuchar discursos con tópicos, prefiero el de este excelente vídeo de Juan José Campanella y Camilo Antolini, concebido para la canción de Calle 13, “La vuelta al mundo”. Y es que, a veces, el príncipe azul trabaja en la mesa de al lado.

El pasado martes, 3 de junio, al día siguiente de la abdicación del Rey Juan Carlos y mientras la opinión pública se recuperaba de la noticia que pareció coger a todo el mundo por sorpresa, empezando por el propio monarca, a quien solo ha faltado despedirlo al pie del avión rumbo a un exilio dorado en los mares del Sur, a la sombra de los cocoteros y siendo abanicado por hermosas nativas de piel ebúrnea y ojos rasgados, servidor trataba de explicar a sus alumnos de Bachillerato, de entre dieciséis y dieciocho años, la presunta trascendencia histórica de tan inesperada renuncia, cuando uno de estos chicos, que, para su suerte o para su desgracia, no ha conocido otra cosa que esta democracia sin gracia alguna, vendida al mejor postor por los dos grandes partidos que acaso sean las caras de la misma moneda falsa, dijo muy serio y muy convencido que el futuro rey sería "Felipe Seis".

            "Sí, mi"jo, sí… Será Felipe Seis – Las Palmas 2", añadí con ánimo de quitar hierro al yerro. Y el resto de la clase rió, entre feliz y despreocupada, el chascarrillo, dicho sea de paso, pronunciado sin la menor voluntad ofensiva. Todo lo contrario. Tal vez esta equivocada determinación numérica sea la fórmula que más se aproxime a la realidad, física y psíquica, del flamante monarca: habida cuenta de que su egregia figura (alta, esbelta, apuesta) tanto recuerda a los Madelman (hombrecillos articulados de juguete que la empresa Matel fabricó en serie de 1968 a 1983) y de que su capacidad de maniobra (como la de dichos muñecos) está considerablemente limitada a las funciones que para él dispone la Constitución en su título segundo.

            Habrá que confiar (no queda otro remedio) en que el nuevo detentador de la Jefatura del Estado sepa mover sus bazas dentro del tablero y que sus pasos, aunque de corto recorrido, estén llevados por la mejor de las intenciones porque, de lo contrario, a esta pieza le espera un jaque en toda regla y no precisamente a largo plazo.

            De momento, la partida no ha hecho sino empezar.

            Que Dios nos coja confesados…

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