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El callejón
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Alvis y las ardillas

¡Ay, mísero de ti, ay, Alvise!

Apurar cielos pretendiste
y en la trampa caíste
por querer más el alpiste
que luchar por nosotros haciendo
oposición a la élite que muere hediendo
y que España a plazos está vendiendo.
Bastante causa ha tenido
en vuestra caída sin rubor
haber sido picado como pichón
por los colmillos de la corrupitón.

Sólo quisiera saber
para aliviar mis desvelos
(mientras tus seguidores alivian sus celos
por el delito de en ti creer)
con qué más nos más ofender
para castigarnos más.
¿No hacían eso los demás?
¿No ibas tú a denunciar a quienes hicieron
fortuna con caudal ajeno y nunca tuvieron
aquello de lo que no gozamos jamás?

Sigue el AVE con retraso y las galas
en las que Pedro y Bego exhiben belleza suma
y apenas eres ya flor de espuma,
o ramillete de sueños sin alas,
cuando tus etéreas cuentas
verán acortadas sus rentas
al no reconocer la humillante verdad:
Alvise, impostor, lo tuyo son las ventas,
¿dónde queda tu dignidad?

Óscar Puente hace el bruto y con la hiel
que describen sus exabruptos
y su cohorte de empleados corruptos
(gracias al docto Simón, tan fiel),
cuando, confinada de forma cruel
la población por humana necesidad
de mascarillas y sanitario equipamiento,
estos granujas se colmaron de enriquecimiento.
¿Y tú, con mejor intención,
eres de igual condición?

Nace tu partido y en un mes,
entre bizums, bitcoins y liras,
tiene unos resultados que deliras
y hasta el PP pone en ti su mira,
con Sánchez otra vez de gira,
y tú disfrutando en tu mismidad
y de tanta capacidad
como te da el millonario río
de euros de Bruselas, ¿y tu albedrío?
¿Dónde queda tu libertad?

Ahora, que has perdido el apoyo
de toda tu red invisible de ardillas
que han pecado por pardillas,
eres otro ídolo caído al hoyo,
al tiempo que la izquierda
celebra plena de felicidad,
júbilo, alegría y crueldad
que te hayas ido a la mierda.
¿Y teniendo tú la pasta
a quién coño llamas casta?

En llegando a esta ocasión,
a un cisco, a un ideal deshecho,
reducida tu panda, no puedes sacar pecho
sin que te hagan pedazos el corazón.
¿Qué ley, justicia o razón
es la tuya para negar a los otros rufianes
todos aquellos espurios afanes
que a ti también te mueven, so mamón?
Que te toque un juez de siesta
porque para ti se acabó la fiesta.

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