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El callejón
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Un mundo feliz

“Entre les murs” (Laurent Cantet, 2008) es una excelente película francesa, Palma de Oro en el Festival de Cannes, que recrea la vida cotidiana en un instituto del extrarradio de París. En este caso, la ficción es mínima.

En sintonía con la solicitud planteada por Eva Bailén al Ministerio de Educación, mediante la plataforma ciudadana change.org y que cuenta ya con el refrendo de más de ciento cincuenta mil firmas, para que se racionalicen los deberes y tareas para casa, ya que "un exceso de éstos supone -a su juicio- una gran frustración para un niño que quiere concluir el trabajo asignado y ve cómo éste le sobrepasa y el cansancio no le permite seguir estudiando", la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) apuesta incluso por "la desaparición de los deberes", porque "lo escolar debe quedar resuelto en la escuela".

En declaraciones a la agencia EFE, José Luis Pazos, portavoz de la CEAPA, asegura que a los alumnos hay que motivarles en clase para que fuera lleven a cabo una "búsqueda voluntaria" de actividades sobre lo que han trabajado. Advierte Pazos que si lo más importante en el aula es interiorizar los contenidos, el hecho de que todo ello se traslade a casa con el apoyo de los padres hace que se llegue a "cuestionar el papel de los docentes". "Con el actual sistema solo van a salir adelante aquellos niños y niñas que tengan padres que puedan ayudarles", sentencia Pazos. Y supongo que se habrá quedado tan tranquilo.

En efecto, si uno escarba (y a veces conviene no rascar demasiado: bajo la superficie yacen, larvadas, situaciones terribles, a las que es mejor no aproximarse) en el entorno social de un porcentaje considerable de hogares que en este país apenas llegan a fin de mes, con un alto grado de desestructuración familiar, encontrará a miles de menores de edad, con un pobrísimo nivel de conocimientos, escaso cuando no nulo interés por la enseñanza y el aprendizaje, con necesidades básicas no cubiertas (alimenticias, higiénicas, sanitarias) y que, con vergonzosa y triste frecuencia, padecen mal trato, abandono y agresiones sexuales de aquellos adultos legal y moralmente responsables de su guarda y custodia.

Como no puede ser de otra forma, ante un paisaje tan desolador, es lógico que la imposición de deberes en horario extraescolar se interprete más como un castigo que como un refuerzo pedagógico, que, encima, sobrecarga de trabajo a los chicos y chicas que, pertenecientes a familias con recursos económicos limitados, dedican las tardes a actividades deportivas o de ocio que, al menos, los mantienen alejados del coqueteo con las drogas.

Mi experiencia en las aulas de Secundaria, en la última década, me ha enseñado que hoy los alumnos estudian menos que nunca, rinden -por lo general- muy por debajo de sus posibilidades y tan sólo una pequeña minoría realiza con regularidad las tareas que, de Pascuas a Ramos, se marcan para casa.

Así, casi sin darnos cuenta, desde la desventurada reforma de la LOGSE hasta la actual LOMCE, hemos desembocado en una triste y demoledora paradoja: nuestros hijos e hijas viven una falsa infancia feliz, conscientes de un montón de derechos y ajenos a cualquier clase de obligaciones, mientras su ignorancia del mundo (y de cuanto éste entraña, con todas sus medias verdades y, sobre todo, sus mentiras) crece exponencialmente, al mismo tiempo que muchos de estos niños y niñas (que son bastantes más de los que estamos dispuestos a reconocer) encuentran, entre las cuatro inhóspitas paredes del aula, el único y pasajero refugio frente a una calle (y a un hogar), donde a algunos los esperan feroces monstruos (familiares monstruos) que les arrancan la inocencia a dentelladas.

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