Vivimos en el barrio erróneamente denominado El Zardo, le sobra la zeta pues Sardo con ese era el apellido de un eclesiástico originario de Cerdeña, Italia, que poseyó estos terrenos de medianías por encima de Almatriche, antiguo municipio de San Lorenzo. Y tanto en Gran Canaria como en el piso de La Palma solemos hacer cenas para tertuliar con ocho o diez comensales. Tertulias que incluyen lecturas de relatos y poemas de los presentes. En la última, con estufa, chimenea, buen Rioja e incluso aguardiente de Las Manchas, pasamos un buen rato. La cosa empezó antes de las nueve y acabó a las cinco en punto de la madrugada y a ella asistieron dos masones de distintas logias, un par de empresarias, una trabajadora social, profesoras de primaria y de enseñanza media en activo y jubiladas, y un fotógrafo argentino que ha venido huyendo del clima y la contaminación de Torrejón de Ardoz. Además estaba el escribidor que suscribe, todos en la franja de edad entre los 50 y los 70. Jóvenes viejos o viejos que, con esto del alargamiento de la esperanza de vida, se niegan a dejar de ser jóvenes, abominan del alzheimer. Entre otros temas hablamos de la radicalización de Podemos, de los conflictos del momento, de los ritos de las distintas religiones, de la mala fama de la masonería quizá porque al general Franco le negaron su ingreso y de las actitudes y/o expectativas ante eso que llamamos el más allá.
Cuando murió aquel buen alcalde que fue Juan Rodríguez Doreste, con la catedral repleta, el entonces obispo Ramón Echarren, a quien teníamos por hombre progresista, ni corto ni perezoso anunció que, puesto que el alcalde había manifestado su condición de agnóstico, no iba a realizar los tradicionales actos fúnebres. De modo que pidió que los presentes rezáramos un Padrenuestro, y ahí acabó la cosa, no sin la decepción de buena parte de los reunidos. Porque agnósticos somos quienes dudamos y no podemos afirmar ni negar la existencia de Dios. Agnóstico significa gente sin un conocimiento definitivo y taxativo de la divinidad, y es una respetable. Los agnósticos no afirmamos ni negamos a Dios, porque la idea de Dios es demasiado absoluta y en nombre su nombre se han cometido demasiadas barbaridades.
Somos un país en el cual mayoritariamente nos declaramos cristianos, ya que hemos nacido y crecido en un sistema cultural cristiano. Otra cosa es que haya muchos o pocos practicantes, que en realidad son pocos. Y es que las religiones y los códigos culturales tienen cosas irracionales. Por ejemplo los judíos y los musulmanes no pueden comer cerdo, los chinos aman la carne de perro, los indios del Amazonas comen hormigas, en Tailandia gustan los gusanos, los hindúes no pueden ingerir carne de vaca. En una ocasión un amigo uruguayo de religión judía se puso a comer jamón y yo se lo reproché, a lo que me contestó que en Tel Aviv los supermercados están repletos de jamón español. En el Génesis y en el Levítico el dios de los antiguos hebreos considera al cerdo como ser impuro, bestia contaminante. Muchos siglos más tarde también Alá reveló a su profeta Mahoma que el cerdo es horroroso. ¿Por qué las religiones y los sistemas culturales son tan poco transigentes? ¿Por qué Dios iba a estar preocupado por el cerdo si hace mucho que la enfermedad de la triquinosis está controlada?
Los masones fueron condenados por el franquismo y por el papado, aunque hay muchos masones que se confiesan cristianos. En los países protestantes hasta los reyes y los presidentes de gobierno suelen ser miembros de la masonería, por ejemplo se cree que Obama es masón grado 32 de una logia de rito escocés. Si Juan Rodríguez Doreste era agnóstico, socialista y además masón ¿acaso cabe pensar que por ello fue un mal hombre y como consecuencia ha ido a parar al infierno llameante del que nos habla la tradición? Me parece que resulta complicado aceptar la idea de un Dios cruel y vengativo, es más: si la familia de Rodríguez Doreste es una familia en la que hay creyentes ¿por qué no se le podía oficiar un funeral al modo habitual en nuestro sistema de valores? Curiosamente, el sacerdote Manuel Guerra Gómez, experto en sectas, estima que en esta sociedad relativista y laicista la masonería está infiltrada en el PSOE y el PP. Autor del libro Masonería, religión y política, estima que la infiltración de la masonería en el Partido Popular se está realizando “según lo proyectado” con el control del PP gallego, el canario y el vasco. Para él, los masones “están infiltrados en la sociedad española de forma secreta” y “gracias a eso son más eficaces porque no sabes quiénes son y si han dejado de serlo”.
El más allá es una expectativa grandilocuente, a la que sin embargo se han agarrado todas las civilizaciones. Dada nuestra debilidad, necesitamos confiar en un Ser superior que todo lo ha creado y que nos reserva una segunda oportunidad. Pero si nada es eterno, si cuando se te muere tu mascota admites que nunca jamás vas a volver a verla, si todos los seres y los objetos de este planeta son efímeros ¿es lícito pensar en que vamos a conseguir alguna forma de permanencia? Tal vez el creernos merecedores de otra vida tras la muerte nos convierta en seres demasiado pretenciosos. Las religiones prometen la resurrección, necesitamos ese consuelo por no asumir la tragedia de nuestra derrota, puesto que nacemos para morir. ¿Pero acaso la muerte es un mero tránsito, un viaje hacia otra dimensión ya que somos energía y la energía no se extingue sino que se transforma? Hubo una película titulada 21 gramos, porque supuestamente tal es la pérdida de peso corporal en el momento de la muerte, ese sería el peso del alma. Pero claro que no se ha podido probar.
Ya en plena madrugada, con el fresco que viene del Guiniguada a 12 grados, disolvimos la reunión y nos fuimos tan contentos a la cama sabiendo que no habíamos resuelto nada. Para que haya más emoción y más debate en la próxima. A fin de cuentas, los amigos son lo mejor de este mundo y es genial reunirlos de vez en cuando, poder discrepar o poder matizar opiniones recordando aquello de Sócrates: “Solo sé que no se nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”.
Blog La Literatura y la Vida
lleon
Gracias, Pevalqui, por tu cariñoso comentario, nuestras cenas con tertulia son ciertamente animadas. Es bueno rodearse de gente inteligente como tú. Y tu análisis del alcalde Juan Rodríguez Doreste es magnífico. Gracias de nuevo.
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pevalqui
No exagera don Luis, al remarcar el carácter didáctico, la diversidad cultural y variopinta del grupo de invitados, de los que por fortuna hemos podido formar parte en reiteradas ocasiones, en el breve espacio de un hall, que a su vez acoge un pequeño comedor, que da cabida a una mesa redonda, en la que nos acomodamos entre 8 y 10 comensales, y que a su vez precede a un enorme salón que desprende arte por todos sus poros, a través de los innumerables cuadros que de sus paredes penden, al calor del debate una vez transcurrida la suculenta cena que Rosario suele tener a bien preparar para sus invitados, mientras la atmósfera se impregna de la buena música que como nostálgicos, nos deleita, nos conmueve, y hasta en ocasiones convierte el salón como por si por arte de un exorcismo blanco se tratase, en una improvisada sala de fiestas o karaoke, mientras apuramos unos licores, unas galletas, un trozo de cake o unas barritas de chocolate, hasta que nuestro Luis nos trae su delicioso café al que un servidor ha otorgado su nombre, designándole como “Café Luis”, preludio del orujo, mientras los interlocutores exponen sus ideas, cantan sus canciones, improvisan algún poema, alguno incluso hace buen uso de su acordeón, para poner un punto y seguido a la tertulia. Todo un ritual en el que cualquier cosa es posible, impregnado siempre de sugerentes curiosidades, apasionamiento en determinados contertulios, ideas grandilocuentes y sobre todo calidez humana y mucha tolerancia: lo que debe presidir cualquier debate. No sé a ciencia cierta si alguna vez hemos llegado a arreglar el mundo. Más bien, diría que todo lo contrario. Pero eso sí, siempre sales contento, con el alma llena de buenas sensaciones y el regusto de haber disfrutado de un buen rato y en buena compañía. Las cenas de Rosario y Luis. O viceversa.
Juanito Rodríguez, tal y como le llamaban sus allegados más cercanos de su época juvenil, adulta y años después próxima a la senectud, era un hombre de verbo fácil con mucho talento. Tuve ocasión de tratarle brevemente en varias ocasiones. Activo como dinámico y con espíritu juvenil, llegaba a abrumar con esa forma tan locuaz que tenía para dirigirse a sus interlocutores, a través de la cual las palabras salían como disparadas, con una certeza fiel a la concordancia sintáctica con la que don Juan solía sorprender a la audiencia.
Sus detractores, decían de él que era un hombre camaleónico. Sobre todo aquellos que se mantuvieron a su izquierda ideológica. Alguna conversación escuché en tal sentido, pronunciadas por apellido socialista de familia de un artista canario, tildándole de traidor, una vez que el recuerdo de un ser querido, fusilado en la infausta Guerra Civil española, afloraba en la mente de aquella mujer, que tuvo que contemplar con desconsuelo, como el salvoconducto que llevaba en su mano, no le había servido más que para ver por última vez a su novio y futuro marido, ante la falsa promesa de su liberación. Cosas de la guerra.
De Juan Rodríguez Doreste, se decía también que era “un pajarillo volador”. Coqueteaba de tal manera, que siempre tenía una frase elogiosa a modo de piropo, hacia la fémina que tuviese a bien acompañarle, arropado por la elocuencia a la que siempre hacía gala.
Tan socarrón como vivaracho, le gustaba la fiesta. De su etapa de alcalde, siempre serán recordados, los mejores carnavales que jamás se hayan vivido en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Aquella noche veneciana llena de glamour en La Plaza del Pilar Nuevo del barrio de Vegueta, al abrigo de La Casa de Colón y a lo largo de la calle de Los Balcones, en el barrio antiguo u (Old town) grancanario, parecía emular las carnestolendas de la bellísima ciudad de las góndolas.
De su época como alcalde, no faltaron ni conflictos, como el que libró con los taxistas, ni sus frases ingeniosas como la que dedicó a uno de ellos, cuando en medio de la manifestación le espetó: “Te conozco, fulanito”. Ni qué decir tiene el revuelo que se levantó durante su época de regidor de la ciudad, cuando levantó, el veto, o la parte superior del bikini, de aquellas que tuvieran el gusto de lucir su busto, en la Playa de Las Canteras. A partir de aquel entonces, se llegó a comentar, que el número de viandantes a través de la Avenida de Las Canteras, había aumentado de forma considerable, sobre todo aquellos días en los que el calor apretaba y se mostraba más tórrido.
A partir de la publicación de aquel polémico bando, le criticaron ferozmente, corrieron verdaderos ríos de tinta, a su izquierda y a su derecha. Conservadores y liberales. Falsos voyeurs y feministas. A éstas en un alarde de ingenio cuando se le tachó de machista, les respondió que en tal caso publicaría un bando en el que dijera que solamente lucieran las tetas, aquellas “que estuvieran de buen ver”. Genio y figura, don Juan. Un buen alcalde en el recuerdo, carismático, campechano y populachero, quedó inmortalizado en una escultura a escasos metros del edificio Elder, en la trasera del Parque de Santa Catalina.
Y de la actitud del obispo Luis, ya sabes aquello de: “a Dios rogando, y con el mazo dando”.
Hasta luego.
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