Luis Cobiella fue el primer Diputado del Común, poeta y músico, compositor de envergadura, autor de la música del Minué de la Bajada, químico, profesor, humanista, director de Diario de Avisos, autor del proyecto para la electrificación de su isla natal. Un enciclopedista, un espíritu del Renacimiento, un alma de la Ilustración, seguramente el palmero vivo con más méritos en la cultura, un personaje universal pese a vivir muy arraigado en Santa Cruz de La Palma. Devoto de Wagner, altruista que ejerce a diario.
Cobiella hoy nos recuerda que su isla fue una avanzada económica, un puerto de primer nivel desde donde partían los veleros más veloces hacia Cuba, una ciudad con acentos de Génova, Flandes, Portugal e Irlanda, un lugar donde fructificó el librepensamiento, el liberalismo y el republicanismo, la masonería, una prensa muy activa, un foco cultural de primer nivel en las islas. Un hombre atento al mundo en el que vive, enamorado de Jesús de Nazaret, ese personaje lejano para la curia vaticana. Alguna vez hemos escuchado su voz tempranera en los micrófonos de Radio Ecca, en esos breves minutos en que con gran profundidad analiza cosas del mundo en el que vivimos, palabras volanderas que ha recogido en el libro Aclarando el día: Jesús, sentires, amores tal vez.
Cobiella, observador de la realidad, anda algo perplejo por cosas que suceden en la jerarquía de los católicos. Al papa polaco, a Juan Pablo II, van a beatificarlo el año que viene, en una ceremonia rápida en la que también se prepara la elevación de Pío XII a los altares. Aquel papa silencioso frente al nazismo, aquel papa de gesto severo, seguirá el mismo camino de Escrivá de Balaguer. No era raro que en la catedral de La Almudena el sitio preferencial tras el altar fuera el del fundador del Opus Dei, mucho antes de que fuera santificado ya lo tenía con su nombre, precavida que es la curia madrileña. A lo mejor no interesa demasiado que Juan XXIII siga el mismo camino, tal vez porque fue un papa que quiso darle la vuelta a muchas cosas. Porque a Benedicto XVI lo que le gustaría es volver al latín y al autoritarismo.
Frente al gesto ceñudo de Rouco Varela y los obispos que siempre están increpando a la ciudadanía, frente al ruido que arman quienes temen perder los privilegios que les otorgó el franquismo, qué duda cabe que conviene quedarse con la actitud crítica y diáfana de cristianos auténticos como Luis Cobiella Cuevas. Hace poco, con motivo del día de los Derechos Humanos, afirmó que la plasmación práctica de la Declaración universal de los Derechos Humanos "va despacio pero va, entre otras cosas porque no tiene más remedio que ir. Pero tenemos que subir la escalera un poquito más deprisa. Yo soy cristiano. Tengo fe. Religioso muy poco, y católico no sé. Pero me gusta Jesús de Nazaret, quien predicaba que el Reino de Dios está cerca. Se refería entre otras cosas a los derechos humanos de nuestro siglo XX y XXI. Está un poquito más cerca de lo que se llama Reino de Dios o Derechos Humanos, me es igual, con tal que se atienda a la gente, que se haga justicia."
A Luis Cobiella le gusta la palabra pueblo en vez de la palabra gente. "Antes se decía pueblo, me gustaba más la palabra pueblo. Pero el pueblo, como tantas cosas, ha sido explotado en contra del pueblo. Yo me acuerdo cuando se explotó la pobreza a favor de la riqueza. Los pobres antes eran los que tenían los pantalones rotos y remendados y deshilachados. Y un día la riqueza inventó disfrazarse de pobre y empezaron a venir de los sitios más importantes del mundo, de las grandes fábricas, pantalones rotos, deshilachados, y a venderlos caramente. Así se explotaba la pobreza. No tenemos que dejarnos explotar en nuestra pobreza", recalcó en Radio San Borondón. "Pero hoy vamos a pensar que el Reino de Dios está cerca y que los Derechos Humanos están más cerca", concluye. Feliz Navidad a todos.