Bohemian Ensamble. Foto de Facundo Cabrera.
Lleva años el planeta musical intentando resolver el aparente conflicto entre las músicas "cultas" (entiéndase clásica) y la llamada "popular". Buscando puntos en común, muchos han sido los intentos de acercamiento con más o menos acierto, intentos que suelen darse de bruces con la ortodoxia más purista. En este sentido, todavía resuena el enorme enfado de don Alfredo Kraus cuando sacaron la ópera de los teatros y liceos para llevarla a los estadios y acercarla a las masas. "Hay que culturizar al pueblo y no vulgarizar la ópera", vino a decir Kraus.
Hace tan sólo unos días, Santiago Auserón ponía sobre la mesa el debate y se cuestionaba si "la música popular puede aspirar -con ayuda de buenos arreglistas, orquestadores y directores- a desplegar matices suficientes como para construir una sonoridad en la que intervengan los mejores músicos, aquellos que dedican la vida a la interpretación en su instrumento".
Bohemian Ensamble dio el sábado un paso más para cuadrar el círculo y expuso su propuesta en la sala 4 del Museo del Puro, un espacio reducido pero con una acústica excelente para recitales de pequeño formato.
El cuarteto hizo su debut en público después de más de un año de duro trabajo de laboratorio y convirtió el estreno en un acontecimiento. Debe ser verdad entonces que la buena música es cosa muy seria que no se consigue en dos tardes.
Podría pensarse a priori que una formación en cuarteto de piano, violoncelo, violín y voz ofrecería un recital al uso. Pero a los primeros acordes ya queda claro que los Bohemian dan una vuelta de tuerca a las canciones del repertorio latinoamericano en las que sustenta mayoritariamente este primer trabajo. A ello contribuye el tenor Antonio Quijada, que aporta no solo una poderosa voz de precioso timbre, sino una enorme expresividad que atrapa la mirada y el sentimiento del espectador. A su lado, el resto de instrumentos tienen un papel igualmente relevante. No estamos por tanto ante el recital de un tenor, sino de cuatro maestros solistas perfectamente empastados, poseedores de una técnica que roza, cuando no se adentra de lleno en el virtuosismo. Hay mucho trabajo ahí, pero sólo ese dominio de la técnica y el talento permiten hacer cosas como las que regalaron al público.
La selección de los temas ayuda es esa identificación: melodías ya instalados en nuestra memoria colectiva, boleros como Sabor a mí, Nosotros, Obsesión o Tú me acostumbraste, interpretados sin altibajos dentro de un nivel general excelente (no confundirse: tampoco tendría altibajos un concierto de, pongamos, las Nancy Rubias, pero en ese caso por incapacidad para elevarse del subsuelo).
Ya lanzados, se atreven los Bohemian con el cancionero cubano de tanto arraigo en La Palma. La versión del "Y tú que has hecho" es delicadísima. Una joya. Y ya con el público entregado, llegó un tango: una versión instrumental de "Por una cabeza" que hubiera aplaudido el mismísimo Gardel. El piano intensísimo de Margarita Galván y el violín en las manos de Rosa Duque nos recuerdan lo acertado de aquella pintada callejera anónima, "cuando me pica el alma, me rasco con música".
Volviendo de Buenos Aires, por la blanda arena surge Alfonsina y el mar, y el tenor se entrega sin trampa ni cartón. Se creó una atmósfera de enorme emoción en la pequeña sala.
Todavía con el nudo en la garganta, surge de nuevo la magia con "Meditación" de la ópera Thais, de Jules Massenet (y sí, también tocan clásicos), esta vez "acariciado" el violoncello por Piroska Duque. Puro lirismo.
Sonó también ese Lágrimas negras ya para siempre asociado a Bebo Valdés y El Cigala gracias al disco homónimo, esta vez con cuerdas y piano.
El público en pie premió el esfuerzo y la energía con una ovación larga y sentida. Y sin duda felices por poder decir "yo estuve allí". Ojalá vuelan pronto porque sin duda por donde pasan van a arrasar.
Es difícil saber el misterio que convierte a Bohemian Ensamble en algo diferente. Podría decirse que la clave está en unos arreglos originalísimos sin perder la elegancia de los clásicos. Puro talento. Es posible también que la clave, si la hubiera, sea simplemente cuestión de valentía y buen gusto. Lo cierto es que queda la sensación de que ayer vio la luz un proyecto de larga vida y que posee todo lo necesario para abrirse camino en el difícil mundo de la música. No hay debate de estilos: Bohemian Ensamble es, desde el clasicismo, radicalmente moderno.
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