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Opinión
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El romance de la montera forrada en verde

Una de los elementos que da identidad propia a la vestimenta tradicional de la isla canaria de La Palma son los peculiares tocados con monteras, de hombre o mujer. Los orígenes se remontan al siglo XVI y ha perdurado en la isla de manera cotidiana hasta mediados del siglo XX.

Las referencias más antiguas conocidas de tocados en La Palma los encontramos en los protocolos notariales del siglo XVI, aunque se emplea la voz “gorra” que bien podría ser realmente lo que conocemos por “montera”. En 1550 ante el escribano Blas Ximón reconocen deuda por la hechura de “una capa, un sayo frisado, unas calzas y una gorra que le vendió”, escritura de reconocimiento entre Juan de Talavera, sastre, y Cristóbal Pérez. En 1556 la morisca Inés de Vera, ante el escribano Domingo Pérez, contrata a un aprendiz de sastre comprometiéndose a facilitarle: “un vestido con capa, unas calzas de paño que cueste a dobla la vara, 2 camisas, 1 gorra, unos zapatos, 1 jubón de lienzo, unas tijeras, 1 aguja y 1 dedal”. Ambas citas documentales pertenecen a los estudios y publicaciones de Luis Agustín Hernández Martín.

La montera, en sus variantes, fue el elemento tradicional que más tiempo perduró en el vestir cotidiano y diario de la isla, diríamos que hasta mediados del siglo XX. El amplísimo legado fotográfico con que cuenta la isla así lo atestigua. Su uso era cotidiano, día a día.

En el siglo XIX viajeros extranjeros, coincidentes con la corriente universal del romanticismo, prestaron atención a la montera que encontraron en La Palma. De regreso a sus países de origen publicaron monografías con interesantes referencias al tocado de de la isla.

En 1825 nombran cónsul británico en Canarias a Francis Coleman Mac-Gregor quien publica en 1831 una monografía económica, geográfica y costumbrista sobre las islas. Referente a la indumentaria de los palmeros Mac-Gregor dice: “Llevan ceñido un fajín de abigarrados colores en la cintura y cubren su cabeza con el montero”, entendemos debería decir “montera”.

El francés Adolfo Coquet (1884) define la montera de La Palma como el “tocado nacional particular de esta isla de forma original”. De igual manera y ante la peculiaridad de la montera palmera se manifiestan otros viajeros.

A la viajera británica Olivia M. Stone le debió llamar poderosamente la atención el tocado de varón y mujer con reiteradas referencias en su libro publicado en 1887. Estando en el año 1883, junto a su marido y fotógrafo de viajes, en Argual, lugar de la por entonces villa de Los Llanos, la familia Sotomayor le obsequió con una montera de varón “…que se usa en una de las zonas vecinas. Está hecha de una tela tejida artesanalmente, de color castaño oscuro, casi negro, con un pico delante y un ala caída por detrás”. Días después ella misma adquirió en un comercio de Santa Cruz de La Palma otra montera, un fajín y “varias cestas como las que suelen llevar los palmeros al mercado”. Curiosamente Olivia M. Stone denomina “gorra” a las monteras de igual modo que los escribanos del siglo XVI, aunque reproduce una montera en la ilustración de su libro Tenerife y sus seis satélites. Nos encantaría conocer, por pura curiosidad pasados casi 140 años, el paradero de las dos monteras y las otras piezas artesanas que se llevó la viajera británica de La Palma.

Recordemos la exposición fotográfica, organizada por el Cabildo en el año 2014, “Monteras y sombreros, en el vestir cotidiano de La Palma. Muestra patrimonial digna de ser publicada en papel. En ella se hacía un recorrido del uso de las monteras en la vida diaria y cotidiana del campesinado. En esta muestra se evitó utilizar instantáneas fotográficas de cuando la montera y los sombreros pasaron a ser “típicos” y aparecen en fotografías preparadas para el momento en estudio o en exteriores, totalmente alejadas de la realidad cotidiana. Los testimonios fotográficos recogen los diferentes modos y estilos de lucirlas por cada persona, que es lo verdaderamente ancestral, auténtico y peculiar del tocado por antonomasia de la isla canaria de La Palma.

No todos los días se da uno de bruces con un romance que lleva por título La Montera, fechado en 1900, con curiosas apreciaciones de su uso cotidiano por parte de quien las llevaba por tocado, no falto de ironía y sarcasmos. Desconocemos si este romance ha sido publicado en algún otro trabajo de recopilación.

Entre las aportaciones, para mi novedosa, sobre la montera palmera los versos, fechados en 1900, dicen: “suelen forrar las alas/ de rojo o verde bayeta.”

Hoy las alas de las monteras mayoritariamente van forradas de una tela a cuadros y ribeteadas de color rojo. Bien pudiera ser que también estuvieran forradas en telas de color lizo y como dijera Olivia M. Stone “…fabricada con tela azul y roja y bordeada de amarillo”. Según el romance también debieron utilizar el color verde. El ribete de la montera es semejante a lo que llamamos “barredera” de las faldas-enaguas de la mujer que tienen por fin el dar más consistencia a los bordes del textil ante el reiterado uso y roses continuos.

En otro verso el romance vuelve a insistir en el color rojo y especificando que era utilizado por los más jóvenes: “los jóvenes hacen gala/de lucir rojas bayetas”. Ante esta importante aportación deducimos que el color rojo del forro y ribete lo debían llevaban los más jóvenes y el color verde las personas mayores. Entiéndase que la referencia se trata de la montera de ala de los varones.

El dato-cita aportado en este trabajo pudiera parecer nimio y sin más importancia. Pensamos todo lo contrario. Cualquier referencia que enriquezca, o al menos abra sano debate, sobre la indumentaria tradicional lo consideremos de la mayor importancia y digno de tener en cuenta para investigadores de la indumentaria canaria y tantos otros que reproducen la indumentaria tradicional de La Palma.

Según el romance la montera descrita la llevaban los vecinos de Tijarafe, Puntagorda, Garafía y Barlovento: “que llevan los cuatro pueblos/más ilustres de la tierra/desde el time de Amagar/ a la lomada de Guerra”. Desde El Time en Tijarafe a la Lomada de Guerra de Barlovento, coincide geográficamente con los “cuatro pueblos”.

Cierto es que por documentos fotográficos de esta zona de la isla vemos al varón utilizando la montera de ala descrita en el romance. De igual modo coinciden varios autores que reiteradamente adscriben este modelo de montera al norte de La Palma, coincidente con los municipios reseñados.

La obra literaria, en métrica de romance, pertenece al magnifico archivo del compilador documental palmero Antonino Pestana Rodríguez (1859-1938) que se encuentra en el Museo Canario de Las Palmas y una copia digitalizada, con más de 30.000 folios, en el Archivo General de La Palma, dependiente del Cabildo Insular de La Palma. Ambos archivos con acceso público.

En el romance manuscrito sobre La Montera figura la fecha “Diciembre 25 de 1900” aunque no aclara quien es el autor de la misma, que pudiera tratarse del mismo Antonino Pestana. No obstante, nos genera dudas y lo dejamos ahí.

La Montera

No se ha inventado en París
ni en toda Europa y América
un tocado más bonito
que la decente montera
que llevan los cuatro pueblos
más ilustres de la tierra
desde el time de Amagar
a la lomada de Guerra

Su forma es media pantana
y por su parte trasera
unas alas de murciélago
que les cubren las orejas
cierto rivete o cerquillo
que todo es, menos vicera
y un apéndice en la frente
así como media breva.

Son hechas por las paisanas
de lana burda de oveja
y suelen forrar las alas
de rojo o verde bayeta.

No sólo son dedicadas
Para guardar las orejas
sino muchos y variados
son los servicios que presta.

En ella guardan la pipa
fósforos y cigarrera
sirve también de medida
como paño de mesa,
otras veces de cojín
para las asentaderas
y para limpiar los mocos
cuando el romadizo aprieta.

Y si viene un estornudo
ja…chis…Dios nos favorezca
la ponemos por la cara
y restregamos con ella
así despiden un tufo
de ámbar gris y madreselva
que el vientre delicado
echa las tripas afuera

Semejan siniestros cuervos
mientras son monteras nuevas
y corujos pardinegros
cuando ya van siendo viejas
los jóvenes hacen gala
de lucir rojas bayetas
semejando auras tiñosas
de saladares de América

Todos ellos se creen
ser la gente más discreta,
más decente y entendida
de los pueblos de esta tierra
y que si no los imitan
los salvajes de Inglaterra
es por no tener noticia
de la decente montera.

Diciembre 25 de 1900

Las diferentes monteras que hoy pertenecen el legado patrimonial de la indumentaria tradicional se siguen utilizando como elemento peculiar e identificativos de La Palma. La aportación del romance, recogido o de la autoria de Antonino Pestana, bien merece ser objeto de atención por expertos en la indumentaria tradicional de La Palma e incluso su incorporación a las actuales reproducciones.
* Cronista Oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)

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