Sergio Rodríguez: “La transparencia de datos e información permitirán seguir avanzando en el regreso de vecinos a Puerto Naos y La Bombilla”

No es necesario ser explícitos cuando el historial escrito habla por si solo. No hay mucho que debatir sobre guiones ya escritos, especialmente cuando algunos poseen una habilidad excepcional para moldear la realidad a su antojo, siempre emergiendo como héroes indiscutibles de su propia narrativa. Podría envidiar esa destreza, si no fuera porque mi ética, tanto personal como profesional, insiste en que reconocer errores es más saludable que reescribir la historia.

En este mundo, ya no debería sorprendernos ver como la realidad se contorsiona. Después de todo, vivimos en una época en la que incluso las figuras públicas, como nuestro presidente del Gobierno, no mienten según ellos, sino que simplemente ‘reorientan’ sus opiniones. No cito textualmente, pero agradecemos a entrevistas como la de Alsina por iluminarnos con estas perlas de sabiduría retórica, que algunos parecen haber perfeccionado hasta nivel de maestría.

Sobre la privacidad y el uso de nuevas tecnologías, lamento si parezco pedante. Mi enfoque es producto de una preocupación genuina, impulsada por mi profesión en el campo tecnológico. La educación sobre la privacidad y el uso responsable de la tecnología es, suavemente dicho, muy deficiente. Aunque en Internet la anonimidad es una ilusión, saber qué compartir, cómo y dónde es crucial. La tendencia a divulgar datos personales en foros públicos me parece un reflejo de este déficit educativo sobre el impacto de la tecnología en nuestra vida. Aunque pueda sonar como un argumentum ad verecundiam debido a mi experiencia profesional, estoy convencido de que mis consejos son más inocuos que muchas de las falacias de autoridad que se nos regalan frecuentemente en estos espacios.

Es curioso observar cómo algunos egos, que parecen tener sus propias órbitas, reaccionan a la crítica como un gato al agua. No me he dedicado a la arqueología digital para excavar en las profundidades de mensajes antiguos, pero a menudo, las publicaciones pasadas son auténticas reliquias que definen la credibilidad con una precisión asombrosa. Es un espectáculo ver cómo el ansia de protagonismo deja un rastro escrito tan elocuente que negar la evidencia se convierte en un ejercicio de lo absurdo.

La era digital nos ha enseñado que el anonimato es más un mito que una realidad, y elegir nuestras palabras debería ser considerado un arte. Sin embargo, hay quienes parecen empeñados en firmar cada palabra que escriben con una llamarada de ego, como si temieran que su nombre se disipe en el aire al terminar la frase.

Elegir vivir en el escaparate público conlleva su propio coro de críticas y aplausos. No todos los comentarios serán una sinfonía agradable al oído del protagonista, pero esa es la naturaleza del debate público. Después de todo, ¿qué sería de un foro sin una variedad de voces, algunas en armonía y otras en abierta disonancia?

Últimamente he notado una tendencia fascinante: la moda del cemento armado en las caras y la vergüenza en cantidades homeopáticas. ¡Debe ser la nueva revolución en expresión personal!