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Opinión
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El recinto ferial que sigue vallado sin actuaciones que celebrar

¡Madre mía!, ¿habrá que volver a repetirlo una vez más? Pues por lo visto sí, porque han vuelto a olvidarse de quitar las dichosas vallas de los aparcamientos del puerto. Éstas, antes de ahora, estuvieron puestas desde la actuación de Julito Iglesias, meses y meses afeando el lugar y sin un motivo razonable que las justificara, salvo el antojo personal o la dejadez de alguna concejalía. Y cuando por fin accedieron a quitarlas del medio (y esto, de forma parcial, pues ni siquiera desaparecieron en su totalidad), apenas transcurridas unas semanas, se celebra no sé qué fiesta de los polvos y ahí las tenemos de nuevo, esperando seguramente a la próxima actuación del susodicho Julito Iglesias. Vaya usted a saber en qué se fundamentan quienes mandan vallar el recinto ferial y luego, finalizado el evento, pasan de retirarlas, o piensan que así quedan bien, total, menos trabajo para el Ayuntamiento.

No tengo la menor idea, por otra parte, de quién pueda ser la persona encargada del tema. Igual es la misma, “por las trazas”, que mandó levantar el famoso mamotreto de la avenida Marítima, ese que, meses después, sigue ahí, haciéndose el tontito (el mamotreto), o tomándonos a todos por tontitos desmemoriados y cegatos, a ver si con un poco de suerte termina pasando desapercibido, como si fuera una estatua o una palmera más, o como si a fuerza de verlo sin verlo, de desviar la mirada en un a modo de rechazo instintivo de lo chapucero, termináramos por ignorarlo, olvidando, de paso, que alguien con nombre y apellidos se comprometió a cambiarlo de lugar en un plazo de tiempo determinado.

Desconozco, como digo, si la colocación/retirada de las vallas corre a cargo de esa misma persona u otra distinta. En cualquier caso, de ser esto último, ambas parecen cortadas con el mismo patrón en cuanto a conceptos estéticos (o falta de los mismos) se refiere: por lo que uno se ve en la obligación de recordarles una obviedad que clama al cielo: que el vallado de marras afea la ciudad, que siempre la ha afeado, y que, no habiendo eventos que celebrar, no tienen ningún derecho a afearla a título personal, puesto que el efecto desagradable lo acusamos nosotros, quienes hemos de soportar su horrible presencia a diario. Pero también todos aquellos que visitan la isla y, no bien llegados a Santa Cruz, se dan de bruces contra ese muro de chapa tan propio de zonas en obras, de solares y cebadales, de edificios en construcción, polígonos industriales y meaderos nocturnos en general. Así que, en tanto en cuanto no manden retirar esas tapias vergonzosas, me permito sugerirles que tengan al menos la dignidad, unos y otros, de dejar de hablar en los medios de los encantos capitalinos, de la belleza del casco histórico o de la conveniencia o no de cargarse el “césped” (que por muy bonito que sea, o por mucho que se lo quiera mantener, entra en conflicto con la tapia de al lado); y dejen, sobre todo, de insistir en la buena imagen que hay que ofrecer al turista, al que se quiere atraer a La Palma por todos los medios habidos y por haber, pero sin importar que la primera impresión que éste se lleva, ya sea entrando por el puerto y sus instalaciones carcelarias, o viniendo del aeropuerto y su espantosa terminal, equivalga a una patada en el bajo vientre: porque mientras aquellas se mantengan en su estado actual, todo queda en un puro bla-bla-bla contradictorio y vergonzoso que no conduce a nada.

Y comoquiera que no deseo acostumbrarme a su presencia (ni a la del mentado mamotreto junto al antiguo Parador o a la ausencia de todo aquello que se hallaba a un lado de la playa nueva y nos quitaron por todo el morro sin ánimo de devolverlo, pese a que hay espacio suficiente para ello), no puedo por menos de sumar mi protesta a la de quienes ya la expusieron anteriormente con idéntico sentimiento de indignación. De modo que, una vez más: Por favor, quiten ya mismo las p… vallas metálicas. Y no tomen esto como una cuestión personal, sino de ética profesional, de estética urbana y sentido común. ¿Tanto cuesta entender lo horrible e innecesario que resulta vallar los aparcamientos del puerto? De acuerdo en que no son más que eso, unos aparcamientos a la entrada de la ciudad, pero al menos lucirían despejados y los usuarios lo agradeceríamos enormemente. ¿O es que pretenden ocultarlos tras un muro de color granate, como esos mandatarios tercermundistas que, ante la visita del dignatario de una potencia extranjera, expulsan a todo mendigo de la ciudad para dar una buena impresión? En este caso, sería peor el remedio que la enfermedad. Pero ya digo, a saber por qué se empecinan en mantener este otro mamotreto en forma de tapia a la orilla de un paseo lleno de palmeras, frente al hermoso edificio de Correos y a un paso de la entrada del casco histórico.

 

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