Estado actual que presenta la futura playa de Santa Cruz de La Palma.
A Rafael Moneo, Premio Pritzker -el Nobel de la Arquitectura- en 1996 y Príncipe de Asturias en 2002, la ciudad le produce la sensación de ser "el medio más natural para los humanos", por lo que hay que esforzarse para que prevalezca en ella "lo mejor que la vida en común pueda dar".
Comparto estas reflexiones y también me sumo a otra: "Y quien valora la ciudad y todo el esfuerzo que atesora es capaz de percibir que nuestras vidas continúan las de otros que nos precedieron, incluso ocupando sus espacios sin reparo". Se refiere a la ocupación del espacio con la arquitectura, con el edifico "embebido en una realidad más amplia, que es la ciudad o el paisaje humanizado".
Pero una estación de bombeo de aguas fétidas no es un edificio sino una infraestructura que debe estar oculta y pasar desapercibida y más en una ciudad, como Santa Cruz de La Palma, con más de cinco siglos configurándose como una realidad vividera que tenemos el deber y la obligación de preservar.
Con dineros europeos -y lo digo sin la menor duda- se ha tratado de mejorar esa realidad actuando en el frente litoral con la doble intención de embellecerlo y protegerlo de los embates de un mar enfurecido. Pero lo que no tengo tan claro es que con el proyecto de playa -y hablo del que conozco- los ganadores del concurso de ideas, los colaboradores que lo han ido desarrollando y los dirigentes políticos que lo han auspiciado, hayan acertado, porque salta a la vista que les han interesado -y, al parecer, les siguen interesando- más los dineros que entender la ciudad como el lugar de encuentro por excelencia que ha sido y debe seguir siendo.
Santa Cruz de La Palma fue una ciudad realenga levantada en el lugar más idóneo de la Isla para comunicarla con el exterior, en la que los conquistadores empezaron asentándose donde ya estaban establecidos los conquistados y al enlazar este primer asentamiento con el precario primer puerto abrieron un camino que acabó siendo una real calle -la Calle Real- que, consolidada la situación, se ensanchó para acoger al Ayuntamiento y a la Parroquia y, con la fuente para el abastecimiento de aguas, conformar el corazón de la ciudad, una referencia en el Archipiélago.
Esta ciudad dio la espalda al mar. Los nombres de la Calle Trasera y del Callao de la Marea lo atestiguan sin necesidad de mayores explicaciones, entre otras cosas porque había que protegerse de ataques corsarios y de oleajes intempestivos. La Avenida Marítima supuso una apertura al mar y la explanada que creció a su costado puede asimilarse a una ocupación sin reparos de las que habla Moneo. Pero, ¿puede decirse lo mismo del Proyecto que se aprobó y se desarrolla sin haber contemplado exigencias indispensables e ignorando la razón de ser de la ciudad y que ha provocado la actual oposición?
Creo que la ciudad no necesita todo ese frente litoral tratado como playa y suprimiendo los aparcamientos, que surgieron por una demanda necesaria, entre otras motivaciones para servir a una zona comercial abierta muy singular que atrae población, mueve la economía y la vida social de sus ciudadanos. Y lo importante para una ciudad es no perder habitantes, cosa inevitable si no encuentra en ella alicientes. ¿No hubiese sido más conveniente un Parque Marítimo con espacios para pasear y dejar el coche e instalaciones para el ocio y la convivencia? ¿Es la playa de Bajamar una playa de Breña Alta por una división administrativa obsoleta o es la playa de la ciudad que por continuidad física y distribución de la población forma un todo con las dos Breñas?
No entro a valorar las decisiones que en su día se tomaron, sin duda con buena fe, pero sí me planteo si quienes las tomaron eran los regidores que la ciudad y la Isla demandaban. Y como ya expuse en otro momento, todos podemos equivocarnos, pero persistir en el error es lamentable y perseverar en él dramático. Por el contrario, rectificar es de sabios.
Juan- Julio Fernández, arquitecto.
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