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Opinión
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Leopoldo Martín Herrera, médico excepcional y palmero universal

Poldo y José Vicente en el Oratorio de San Felipe Neri, Cádiz.

Se ha ido mi entrañable amigo Poldo, Leopoldo Martín Herrera, un palmero que cuando yo tenía 17 años y llegué a Cádiz al Colegio Mayor Beato Diego a estudiar Medicina procedente de Los Llanos de Aridane, él ya estaba finalizando la carrera con unas notas extraordinarias. En aquella época se realizaban unas novatadas muy duras en el Colegio Mayor, y él no solo me “protegió y acogió y aconsejó” como un hermano mayor, sino que a mí me daba mucha tranquilidad saber que en una habitación de la tercera planta cerca de la mía estaba Leopoldo.

De vez en cuando tocaba a mi puerta, le gustaba mucho conversar sobre medicina, y también sobre política. Su conversación era muy alegre y con mucho sentido del humor. Un día me dio su opinión sobre Franco y los movimientos estudiantiles que se estaban produciendo en Europa, también en España, sobre todo relacionados con el Partido Comunista, hacia el que recuerdo que me confesó sus simpatías, contándome detalles que yo desconocía, que no solo me sorprendieron sino que incluso me asustaron, porque, con aquella edad, lo que él me decía chocaba, obviamente, con la idea que yo tenía viviendo en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Los Llanos de Aridane, La Palma.

Recuerdo que cuando regresé por vacaciones a La Palma, sin nombrar a Poldo ni a nadie, pregunté discretamente por Franco a mi padre, un agricultor palmero guardia civil de la época que le tocó vivir. La opinión de uno y otro, nada que ver. Mi padre se inquietó un poco, cortó rápidamente la conversación, me recordó que yo estudiaba con muchas dificultades económicas gracias al sacrificio familiar, a una beca del Cabildo y de la Universidad y a unas modestas ayudas de la Guardia Civil, aconsejándome que no me metiera en líos políticos, sino que me dedicara a estudiar.

Un día se corrió la voz de que a Poldo lo había detenido la Brigada Político Social (Policía secreta) y yo me asusté porque había participado con él en algunas reuniones de estudiantes promovidas clandestinamente por el Partido Comunista en el restaurante El Faro. Pero no lograron detenerlo, si bien fue cierto que lo fueron a buscar al Colegio Mayor, pero alguien le avisó y se escapó hacia la calle, permaneciendo unos días escondido, durante los cuales unas gestiones desde la Policía de Santa Cruz de la Palma informaron a la Policía de Cádiz que la madre de Leopoldo era la delegada de la Sección Femenina y el padre alférez provisional, con lo que se archivó la orden de detención.

Cuando Leopoldo acabó la carrera, siempre estuve pendiente de su vida, muy intensa y comprometida con su familia, la medicina y las ideas de izquierda de las que tanto me habló, tanto que quiso ir a trabajar como médico a Cuba, movido por la fama de prestigio internacional de que en aquella época gozaba la medicina cubana, y como desde España no le daban el visado, viajó a París, donde trabajó de orfebre durante unos meses para gestionar el visado en la embajada de Cuba en París, donde, al comprobar quiénes eran sus padres, se lo negaron. Curiosamente, los mismos motivos que le salvaron en Cádiz de la detención por sus contactos con el Partido Comunista, sin embargo, en París le perjudicaron. Y si bien siempre se había corrido la voz de que Poldo se había ido a Cuba, no es cierto, el que marchó a Cuba movido por la fama de la enseñanza cubana fue su hermano Luis, comunista de convicción, devoción y acción, muy querido compañero mío del curso preuniversitario en Santa Cruz de la Palma.

Fracasado su intento de viajar a Cuba, Leopoldo regresa desde París a España, trabaja en Madrid en la Ciudad Sanitaria La Paz, luego en Ciudad Real y Jerez de la Frontera, hasta que por fin logra establecerse definitivamente en Cádiz, la ciudad que lo adoptó y en la que se integró estupendamente, ejerciendo con gran prestigio la especialidad de Aparato Digestivo, siendo jefe del Servicio durante unos 30 años en el Hospital Puerta del Mar de la Sanidad Pública, de la que fue un ardiente y combativo defensor, y como comunista convencido, aceptó ser candidato en las listas del Partido Comunista e Izquierda Unida en puestos simbólicos, dado que no quiso nunca dejar de ejercer su profesión, por la que sentía auténtica pasión.

En una entrevista realizada al periódico Diario de Cádiz para su sección de “Ciudadanos de Cádiz”, dijo que “la gratificación que te da el contacto con las personas es tremenda”. En dicha entrevista el periodista opinaba que Leopoldo era esa clase de médicos que miraba a los ojos al ciudadano, y que, además de tratarlo con una gran profesionalidad, era capaz de trasladarle toda la cercanía posible. Él, para eso utilizaba una frase muy curiosa: “la solidaridad es la religión de los que no tenemos religión”.

Hasta hace unos días nos relacionábamos frecuentemente por WhatsApp y teléfono, y concretamente el último mensaje lo recibí el viernes 23 de noviembre, dos días antes de irse. Se encontraba en Málaga en una celebración familiar con su queridísima mujer, Charo, pediatra de profesión, cuando descansaba un rato en la cama antes de ir a cenar, y su corazón paró. Él añoraba mucho a su isla de La Palma tan querida y por eso yo le enviaba noticias y anécdotas palmeras, discutíamos de política, y con gran sentido del humor me “reñía” por mi militancia en el PSOE, produciéndole mucho dolor que lo jubilaran forzosamente con 65 años, una cuestión de la que me habló mucho, y con la que estaba totalmente de acuerdo con él. Hace unos años lo visité en Cádiz y pasamos momentos entrañables recordando nuestras vidas, vivencias y aventuras, por cierto, la de él muy intensa, tanto que tiene cinco hijos con tres mujeres, a las cuales quería con locura, tanto que en el sepelio sus cinco hijos estaban con él.

La vida de Leopoldo da para una apasionante novela, que cuando se escriba se entenderá por qué, y aunque él nunca pudo volver a vivir en La Palma, su corazón sí, por lo que se puede afirmar que además de prestigioso médico, amante de su familia, padre y esposo ejemplar, es un palmero universal.

José Vicente González Bethencourt, Doctor en Medicina y Cirugía.

jvicentegbethencourt@yahoo.es

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