Recorría hace unos días los pasillos de la 39 Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO), cuando mi vista se clavó en el cartel de la Galería Leyendecker de Santa Cruz de Tenerife, la única de Canarias presente en la feria y la única del mundo que sigue en ARCO desde su primera edición en 1982.
Hacía años que no acudía a la feria y las pocas veces que pude me encantó porque es una exposición dinámica y atrevida, aunque claro que hay negocios por medio, competencias, intereses y mucho dinero internacional, como no podía suceder de otra manera cuando artistas y galerías exponen para promocionarse y vender su trabajo. Pero por encima de todo eso considero que hay mucha imaginación, juventud y creatividad, aunque a alguien ARCO le pueda sonar a cierto cachondeo.
Como bien comentaron los propietarios de la Galería Leyendecker, Lele Colomer y Ángel Luis de la Cruz, exponer en ARCO no es tarea fácil, y no solo por el alquiler de un stand (22.000 euros uno de 60 metros cuadrados), sino porque el Comité Organizador es muy exigente con la selección de las galerías, que deben acreditar una trayectoria garantizada y presentar un proyecto que convenza. Lo que sí noté nada más entrar fue menos aglomeración de visitantes, y, efectivamente, luego supe que bajó de unos 100.000 en 2019 a 93.000 este año, al parecer debido a la alarma generada por el coronavirus, si bien poca gente vi con mascarilla. En total participaron 1.350 artistas y 209 galerías de arte de 30 países.
Los artistas en ARCO tienen las más variadas procedencias y estilos, los hay desconocidos, y también obras consagradas de Picasso, Miró y Tapies, y hasta ocurrencias como la de la alemana Katinka Bock, que por un pez carpa muerto depositado sobre un viejo y oxidado radiador cobró 17.500 euros, o unas columnas de vidrio derritiéndose alusivas al cambio climático vendiéndose por 30.000.
La visita a las diferentes galerías discurría con comodidad hasta que tropecé con un grupo agitado de curiosos que observaban, unos con agrado, otros con malestar, una llamativa foto de Francisco Franco con uniforme militar y mirada altanera, titulada con mayúsculas “Franco no fue tan malo como dicen”, que me sorprendió, preguntándome a mí mismo, ¿qué hace en una feria de arte la imagen de un dictador? A la derecha de este, y escrita a mano, destacaba la lista de sus “logros”, entre ellos 280 pantanos, creador de la Seguridad Social, las pensiones, las vacaciones pagadas, las viviendas de protección social, la educación gratuita, el pleno empleo y la ONCE, además de fundador del Real Madrid club de fútbol, del Círculo de Lectores, del Museo de Cera y promotor internacional del arte contemporáneo español. Aturdido, no seguí leyendo, y me fui hacia el autor, un joven finlandés de apariencia tímida, y tras presentarme le pregunté por qué hacía apología de Franco.
Él, muy tranquilo y educado, me pidió que le acompañara para leer las “bondades” que del general se detallaban a su izquierda, entre ellas inventor de la tauromaquia, el flamenco, la paella, el carajillo, el cubalibre y el calimocho, además de programas en la tele como gran hermano, sálvame, supervivientes, operación triunfo, pasa palabra, y hasta formando parte él mismo de los payasos de la tele. Riiko Sakkinen, que generó en ARCO corrillos polémicos, unos enfurecidos y otros a favor cuando entendieron la sátira sobre los “logros del caudillo”, vive y hace arte en un pueblecito de Toledo, y aunque le dije que no daba ni un céntimo de euro por su cuadro de Franco, nos hicimos amigos, y ya estamos conectados en Facebook. Lo vendió por 15.000 euros. Para gustos, colores.
Riiko ya no es un desconocido, y, al despedirnos, al oído me susurró algo sobre un conocidísimo político que se le metió en la cabeza para el 2021. Si se atreve, el éxito lo tiene garantizado. Si puedo, no me lo pierdo. Nos vemos en ARCO en un año.
*Publicado en EL DIA LA OPINION DE TENERIFE el 9 de marzo de 2020
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