Mary Nieves Hernández, una palmera que vive en Venezuela. Archivo.
Atardecer
de arenas y volcanes
atardecer
de azules y de mar
atardecer
de barcas que navegan
en aguas de cristal.
Pescadores
de cuerpos dorados
que echando sus redes
se escuchan cantar.
¡Inmenso horizonte!
Gaviotas que pasan…
Rocas que se pierden
en charcos de sal.
¡Crisol de amapolas!
Ramajes de plata
entre los azules
de cielo y de mar.
Trémulo va el sol
cansado de andar.
Las nubes de seda
arropan su adiós
y surge un hechizo
que inunda el lugar.
La brisa marina…
La luna en su andar
dibujan utopías en el mar.
Las rocas calladas,
el ave dormida,
las olas golpeando las almas…
La espuma en las piedras,
las algas que oscilan,
el cielo
farolas de oro
comienza a colgar.
Y nosotros
de fulgores embriagados
con la piel empapada,
febriles los ojos
alzamos los brazos
queriendo alcanzar
el dulce horizonte
que pronto se irá.
Marynieves Hernández
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Marynieves
Caricias de brisa
azul de la mar
ráfagas que brotan
de tu manantial.
Tus versos son flores
que al viento se dan,
pétalos que llegan
aroma de azahar
en estos cantares
que rompen las velas
de mi navegar
llenándome el alma
de calma y bondad
con sabias palabras
con los dulces versos
de los que sí están.
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maximopt
¡Qué hermoso el encuentro
rodeando al mar!
qué bellos recuerdos,
que hartura de paz.
Ahora que el viento
sacude otra mar,
que rompe las velas
de tu navegar,
es una caricia
recibir tu brisa
vivir tu cantar.
¡gracias Marynieves!
gaviotas y estelas
espumas y arenas
de tu mar en calma
arrullan el alma
de los que si están.
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Marynieves
¡Qué gratos saludos
me ha traído el mar!
De los más queridos
de los que sí están
de los que se quedan
que nunca se irán.
Gracias por el cielo
gracias por el mar,
por la negra arena
por todo el cariño
que hay en tu cantar.
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Pintao
Fuencaliente en el recuerdo.
No es fácil describir las sensaciones que cada uno guarda en la memoria de un determinado lugar cincuenta años atrás.
Nos hemos acostumbrado a que hoy las sensaciones sean inmediatas, pues, está al alcance de la mano lo que para nosotros antes representaba un esfuerzo evidente experimentar.
Hoy estás en la Calle Real, y de pronto hechas de menos el bello panorama visto desde la punta de la Zamora donde además disfrutas de una cerveza fría y un plato de calamares recién fritos.
Cuan diferente nos parecían las vivencias del Fuencaliente de los años sesenta, contemplado con los ojos de un adolescente de la Banda de acá.
Los pedregosos caminos de Los Canarios al Faro rodeados de lavas y viñedos diminutos que se nos antojaba milagroso que tuvieran racimos. Las higueras chaparras como resguardándose de la brisa,
Hasta los burros que transitaban las empinadas cuestas cargados con tederas secas y alguna vinagrera que les alegrara la tarde a alguna cabra, nos parecías enanos.
El trayecto nos parecía mucho más corto que el que hoy hacemos en coche. O quizás sea que entonces éramos mucho más ligeros. Una vez rebasabas las empinadas cuestas a espaldas del Volcán Antonio, ya casi olías el salitre.
Con que apetito atacábamos el guiso de papas y boniatos con alguna cabrilla seca y mojo verde.
El frescor de las diminutas bodegas del trayecto, y el misterio del frescor del vinillo aunque el sol de agosto levantara destellos en las lavas circundantes.
Las gentes locales, hijas del mismo paisaje tenían a mano sólo lo esencial, donde nada sobraba,
Qué concepto ejercido de manera tan natural tenían nuestros amigos, de la disciplina familiar que lo mismo traducías a Cicerón u Homero, preparando la reválida, que conducías el paciente pollino con dos medio barriles sobre las angarillas.
La naturaleza quizás fuera también generosa a su manera, pero desde luego de una forma mucho más discreta que lo que estábamos acostumbrados los del Valle de las Breñas.
Quizás fuera el vino, el vinillo blanco que constituía parte esencial de la dieta diaria, que siempre consumido con moderación, en el fondo ayudaba a ver la vida de forma muco más distendida.
De los varios aspectos magnificamente glosados por los poetas que nos acompañan, quiero resaltar tres momentos que a nadie seguro se les han pasado por alto:
La raya en el mar que tan claramente separa las brisas del noreste y el suroeste, el inconfundible olor a salitre que se aprecia en la punta del Faro y los atardeceres rojos de finales del verano sobre Los Roques de La Zamora.
Fuencaliente inolvidable!
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PedroLuis
Saludos a todos
reflejos del mar
a los atrevidos
a los que no están
Saludos a todos
a la negra arena
a el azul del mar
Saludos queridos
por vuestro cantar
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Marynieves
Gracias a ti pinalejo, por hacerme saber que mis versos han servido para revivir en ti, una vez más, esos "hermosos atardeceres". Privilegio sólo de unos pocos y nada más. Eso me hace feliz.
Saludos
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Marynieves
Saludo atrevido
poeta de mar
que en la negra arena
dejas tu cantar,
hay sueños que quedan
otros que se van
haciendo caminos
dejando una estela
de amor y verdad.
Un afectuoso saludo
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pinalejo
¡Ay Marynieves! Cómo me has hecho recordar aquellos hermosos atardeceres vividos en esa playa del faro. Imposible olvidarlos. Gracias, muchas gracias.
Que Dios te cuide para que podamos seguir disfrutando de tus versos por muchos años más.
Un cariñoso saludo.
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maximopt
En la negra arena
de mi viejo andar
dibuja la brisa
estelas de mar,
el mar de mis sueños
sueños que se van
siguiendo caminos
de américa están
sabiendo que nunca
van a regresar.
saludo atrevido.
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Marynieves
Dibuja la brisa
sueños de mi andar,
caricias y besos
me trae tu mar,
ese mar que añoro
que pinta los sueños
"sueños que se miran
sueños que se van"
por esos caminos
que América van.
Un fuerte abrazo
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