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Carta a un médico desconocido (Combatiente del Sars-Cov-2 )

Mucho, quizás hasta demasiado, se ha hablado del Covid-19. Se usan los mass media para sacar rédito personal y político. Se usan las redes sociales con igual finalidad, donde se halaga y adula hasta el vómito; se condena y demoniza hasta la llama. Se adoptan rígidas posiciones al respecto, aún sin conocimiento, aún sin el menor razonamiento.

Está la apuesta de la fanfarria, los colorines, la superficialidad y las luces de artificio, donde todo consiste en figurar, o como dicen ahora en posturear. Entrevistas. Y fotos latrocinadas.

Y la apuesta de la constancia, la serenidad y lo profundo. Allí donde la luz del día deja paso a la oscuridad sin ningún tipo de conflicto. Donde ser es lo importante. Donde no se roba ni sacrifica el tiempo de estudio y planificación en pos de fama o glitter.

Hay quien es tan grande que permanece en la sombra. A quien, los beneficiados, siquiera conocen. Y esos, a los que tanto gustan de solazarse ante los medios, tratan de ignorar y, claramente, evitan no sea que les sustraiga un tanto de lo que consideran su “halo”. Ha habido esfuerzo denonado, en algunos casos hasta la extenuación, de muchos, pero a veces el éxito sólo depende de una idea, ésa que guía el funcionamiento de todo si bien puesta en práctica por un equipo. Éste es un tema que después de muchos meses aún no ha visto la luz.

La idea generó un protocolo consistente en “separar, separar, separar y, si cabía, volver a separar “. Separar a los enfermos, o posibles enfermos, de los sanos llevando fuera de ambultarios y hospital a las personas en estudio o confirmadas como positivos. Separar los diferentes enfermos dentro del hospital. Separar, en la medida de lo posible, a sanitarios de enfermos. Separar todo aquello que estuviera en contacto con los enfermos y hacerlo fácilmente identificable para su correcto tratamiento. Nunca antes separar fue tan positivo.

A ese médico desconocido, con formación castrense, que ha sido el ideólogo del protocolo establecido para combatir la pandemia, merced a quien hemos sido la envidia en las islas vecinas y a quien tanto debemos. Los sanitarios, no ha habido un solo caso de contagio entre los que han estado con contacto directo con los enfermos diagnosticados. Los enfermos, que han visto atendidas sus necesidades. La población en general, al permanecer protegida.

A ese médico convertido en rabadán, profundo e íntegro a quien deseo manifestarle mi agradecimiento. Tú has sido nuestro Holden Caulfield, nuestro guardián entre el centeno , decirte gracias. Esa palabra tan manida y tan vacía, a veces, cuando sólo se reduce a mera cortesía social; pero tan rotunda y abarcante cuando sale del alma.

Al resto, una lección: la de su gran humildad; y una propuesta: aprender a aventar, aprender a separar el grano de la paja.

La encimba

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