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El volcán y el cementerio de Las Manchas

Desde los primeros tiempos, los “restos” o “despojos humanos” han recibido culto y consideración especial. Sí, “restos”, no seremos otra cosa. A todas las culturas y en todas las épocas, la muerte ha evocado determinar un espacio especial para depositar los cuerpos yacentes con respeto y veneración. Unos, con sencillez y humildes tumbas, y otros, con la suntuosidad de auténticos monumentos recordatorios, pero, en ambos casos, en alabanza del difunto. Quizás sea una de las primeras marcadas diferencias que ha separado al ser humano del resto del llamado “reino animal” que ha poblado el planeta Tierra.

La erupción volcánica de Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma (19 de septiembre-13 de diciembre 2021), hizo aflorar en los vecinos del Valle de Aridane sentimientos de dolor y zozobra desesperante ante lo que parecía inevitable. Desde el primer momento en el que el volcán “explotó”, la mala nueva comenzó a “correr por los malpaíses”: dos cementerios estaban amenazados: el Municipal de Tazacorte y el Municipal de Los Llanos de Aridane.

Al final, el Cementerio de Nuestra Señora de los Ángeles, en Las Manchas, Los Llanos de Aridane, fue invadido por el fuego devorador de la lava salida de las profundidades de la tierra, hoy de color negro azabache. Y por ello los más viejos del lugar recordaron, con magua y añoranza, al popularmente llamado “volcán caballero”, referencia local a la erupción de 1949 que en su discurrir por Las Manchas respetó el templo de San Nicolás de Bari (ermita erigida en el siglo XVII) y el entonces denominado Cementerio Mancomunado, entre las localidades de El Paso y Los Llanos de Aridane. Los días 8 y 9 de julio de 1949, la lava discurrió por el medio, dejando a ambos márgenes incólumes estas dos construcciones señeras y emblemáticas, profundamente arraigadas en el sentimiento de los vecinos y que en sí mismas constituían a la vez dos símbolos identitarios y dos marcas de su paisaje.

Finado en el antiguo cementerio de Las Manchas, hoy sepultado por el volcán de 2021. Foto MVH.En esta última erupción, el resultado fue otro muy diferente. Las jornadas previas fueron días de angustia compartida entre miles de familias. Muchos de esos vecinos lloraron la pérdida de sus viviendas y haciendas, pero vieron aumentado su dolor con la pérdida o la afectación parcial de las tumbas de sus antepasados, de sus amigos y familiares.

Por si esto fuera poco, esta etapa de la manifestación eruptiva coincidió con los “días de finados”, el 1 y el 2 de noviembre (Todos los Santos y Fieles Difuntos, respectivamente), unas fechas que convocan al recuerdo especial de quienes nos han precedido. Pasará a la memoria popular de La Palma la humildad de unas flores y una vela roja encendida, depositadas anónimamente sobre una montaña de granzón y arena del volcán de Cumbre Vieja en medio del cementerio de Las Manchas, con la siguiente cartela: “De todos, para todos”.

A partir de 1925 el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane comenzó a gestionar la construcción de un cementerio en el pago de Las Manchas. El aumento de la población y la lejanía de otros cementerios de la jurisdicción justificaron la iniciativa municipal. En 1932, el maestro de obras aridanense Alejandro Hernández (1884-1943) se haría responsable de diseñar el proyecto de construcción del cementerio de Las Manchas.

El diseminado pago manchero y otros caseríos próximos quedaban divididos por la línea que marcaba el discurrir de la carretera general del sur. Carretera “arriba”, se encontraba el término municipal de El Paso y, carretera “abajo”, el de Los Llanos de Aridane. Este hecho de motivación estrictamente geográfico-administrativa (que no de convivencia vecinal) propiciará algo poco usual, aunque deseable entre las administraciones públicas locales: el acuerdo de mancomunar servicios municipales. Aunque físicamente los terrenos del cementerio se emplazaban en el término de Aridane, el servicio funerario de enterramiento era compartido conjuntamente entre los vecinos empadronados en ambos municipios, eso sí, cada cual registrado en su correspondiente registro de defunción.

Pasaron varias décadas hasta que el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane asumió la ampliación del antiguo cementerio de Las Manchas. El 1 de septiembre de 1981 se inhuma el primer cadáver en las nuevas filas de nichos preparadas. Éste resultó ser el de la doctora Angélica Luis Acosta. Y, cómo no, la vieja tradición (que en La Palma arranca en 1821 con el Cementerio de San José de la capital palmera) recuperó imponer como titular de la necrópolis el santo correspondiente al nombre de pila del primer difunto; de ahí su denominación “Nuestra Señora de los Ángeles”.

A principios del siglo XIX y tras el poco éxito que había tenido la Real Cédula de 1787, el Gobierno Central reafirmó la regulación de la construcción de los cementerios contemporáneos en el extrarradio de las poblaciones, dejando en desuso los enterramientos centenarios en el interior de los templos. En el caso aridanense, los fieles difuntos habían sido inhumados en el templo parroquial de Nuestra Señora de los Remedios desde siglo XVI, hasta que, en 1825, las hermanas Antonia y María Carballo Wangüemert donaron, por testamento mancomunado, los terrenos para la construcción del primer cementerio extramuros de Los Llanos de Aridane. Y, así, el 6 de agosto de 1837 fue bendecido por el párroco Miguel Febles el Cementerio Parroquial de Nuestra Señora de los Remedios, regentado desde entonces por los clérigos administradores de esta jurisdicción eclesiástica.

Por Real Orden de 1871, se establece la obligatoriedad de la construcción de cementerios civiles o neutros. En 1906, la prensa insular denunciaba el incumplimiento de esta disposición por parte del entonces Ayuntamiento de Los Llanos (hoy, Los Llanos de Aridane) y el hecho de haber sido enterrado un niño aridanense no bautizado en el cementerio civil de El Paso.

Por fin, en 1910, el Ayuntamiento de la ciudad llanense asume la construcción de su propio cementerio civil municipal. Para ello recibe del farmacéutico Conrado Hernández de las Casas la donación de una parcela de tierra colindante al cementerio parroquial. Gran benefactor, a él se debieron también los costes de la puerta de fundición, todavía conservada, y de las obras de ajardinamiento. La nueva necrópolis se construye y entra en servicio en la denominada calle Conrado Hernández de las Casas, topónimo impuesto desde 1932, que vino a sustituir al de calle de la Despedida, homónimo que había recibido esta misma vía por conducir hasta la última morada de los fieles en el Cementerio Parroquial.

Este cementerio civil, de administración municipal, albergó a difuntos de distintos credos, y, por tanto, contrarios a las disposiciones católicas, entre los que hubo agnósticos o no creyentes o simplemente niños no bautizados en la fe católica. Este cementerio desapareció no hace muchos años y sobre su solar se levantó una plaza. Los restos humanos que contenía fueron trasladados, en su mayoría, al nuevo cementerio municipal de Nuestra Señora de los Ángeles, en Las Manchas, tristemente afectado por el volcán de 2021.

Cuando en estos días se dan cifras del número de damnificados y afectados por la erupción volcánica, no queremos dejar atrás a los miles de antepasados cuyos sus restos reposan en el cementerio de Las Manchas.

Cada tumba, en tierra o en nichos, custodia a quienes, en su día, fueron convecinos nuestros, que trabajaron por sus familias y por La Palma, una pequeña isla de solo 708,3 kilómetros cuadrados, perdida en el océano Atlántico. La que creíamos “paz eterna” de nuestros bisabuelos, abuelas, hermanas y hermanos, esposas y esposos, madres y padres, hijas e hijos, parientes y amistades fue violentada durante unos días por la erupción volcánica de 2021. Por eso, hoy reiteramos profundamente: “Descansen en paz”.

*Cronista Oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (desde 2002), correspondiente de la Academia Canaria de la Lengua (desde 2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (desde 2009)

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