Mientras el mercado cambia velozmente, con cada crisis de precios del plátano se vuelven a leer en los medios de comunicación canarios las mismas explicaciones que hace veinte años. Expresiones como "las vacaciones de los colegios", "el puente de Diciembre", "el temporal" de turno, "la competencia de sandías y melones o fresas", "el abandono del gobierno". Si se inutiliza fruta es "para subir el precio o frenar su caída", si no se hace es "para no perder cuota". Este año, al analgésico se le llama "aranceles".
Sin duda la preocupante bajada de los aranceles jugará un papel muy importante en el futuro del mercado, agudizando la competencia en condiciones de desigualdad y obligándonos a hacer las cosas mejor para poder preservar nuestro lugar bajo el sol. Pero no es menos cierto que las crisis de precios del verano pasado y de años tuvieron lugar antes de los acuerdos actuales entre la Unión Europea y Latinoamérica.
Habrá que convenir en que, efectivamente, tienen peligro los aranceles, pero más aún que nos empeñemos en verlos como único enemigo, olvidándonos de otros viejos problemas más cercanos y cuya resolución sí depende de nosotros.
La montaña rusa de los precios
Muchos agricultores se preguntan cómo es posible que los precios permanezcan más de seis meses a niveles de ruina y el porqué de sus enormes altibajos.
La respuesta es compleja, pero sería bueno recordar que el precio viene determinado, fundamentalmente, por la oferta y demanda en el mercado cada semana.
Según indican las estadísticas, la demanda de plátanos y bananas es bastante estable para cada época del año. En ese escenario casi idéntico año tras año, y por tanto previsible, cada español consume unos 10 kg al año y en un ciclo muy parecido.
Por tanto, será la oferta de plátanos lo que determinará en mayor medida el precio, por encima de otras variables como la crisis general o los precios en Europa. Pequeñas desviaciones en los envíos por exceso o escasez de fruta traen consigo bruscas bajadas o subidas de precios. El mercado es muy sensible a estos excesos hasta un punto que roza la histeria. Esa es la explicación simple para entender por qué los precios suben y bajan con un frenesí tal que provocarían dolores de cabeza a un "broker" de la Bolsa de Atenas.
Por tanto, ¿cómo conseguimos la ansiada estabilidad de precios? El primer paso sería acercar la producción a lo que se demanda en cada época. Algunos agricultores piensan que eso es imposible, y es cierto que la agricultura está a expensas de la naturaleza (lo hemos visto este "invierno" que ha sido, en cuanto a temperaturas, un verano prolongado), pero ello no debe servir de excusa para eludir la imprescindible programación de la producción para que tienda, a medio plazo, a ajustarse a la demanda. Algunos agricultores ya tienen claro cuándo quieren producir y lo están consiguiendo mediante prácticas agrícolas ya conocidas (marcos de plantación, deshijado, resiembras, capados…)
Como quiera que hemos aceptado que Asprocan "recomiende" los volúmenes a enviar o inutilizar, a la Asociación le corresponde la labor de asignar a priori a cada OPP las curvas de producción a lo largo del año, y estas a su vez colaboren asesorando a los agricultores para adaptar su producción al mercado. ¿Es complicado? Sin duda. Pero más doloroso es inutilizar fruta.
Desgraciadamente poco o nada se ha avanzado en este sentido durante años, aunque es cierto que, por primera vez, y gracias a la colaboración inestimable de los técnicos en campo de las OPP, tenemos un sistema para conocer la fruta que viene en los próximos meses. Un gran paso adelante por el que hemos de felicitar a los que impulsaron y ejecutaron el trabajo, pero que resulta insuficiente, ya que no es lo mismo conocer la producción que programarla. Mientras la fruta se coseche cuando lo designa la madre naturaleza, sin control alguno, estamos totalmente expuestos a vivir en una permanente incertidumbre en los ingresos.
El silencio de los corderos
Se hace difícil aceptar que cualquier empresa mantenga precios por debajo de sus costes durante nada menos que seis meses, ya que sin duda tomaría medidas desde los primeros momentos para huir rápidamente de las pérdidas. Sin embargo, el hecho de que esta situación se mantenga tanto tiempo supone aceptar que quien está realmente más incómodo en ella no son las empresas y cooperativas, sino el cosechero.
Es fácil imaginar qué sucedería si empleados o gerentes de cualquiera de las empresas receptoras o cooperativas implicadas permanecieran cuatro o cinco meses sin cobrar o cobrando la tercera parte de su sueldo. Sin duda, saldrían en manifestación y es posible que alguno se pusiera en huelga de hambre. ¿Qué sucede cuando eso le ocurre al agricultor? La respuesta está a la vista: no pasa nada, o para ser preciso, cuando el agricultor murmura tímidamente que no puede más, se organiza una cumbre platanera (de cuyas conclusiones a día de hoy, casi un mes después, nada se sabe) para hablar mucho de aranceles, ayudas al transporte y fichas financieras, pero apenas de precios y mercado, tratados tan sólo en una magnífica y esclarecedora presentación por el Director de Negocio de Asprocan, Francisco Rodríguez Noguerón. Poca voz tuvieron los que no cobran a fin de mes. Fue, en resumen, una magnífica oportunidad perdida. Al menos una cosa sí quedó clara: las organizaciones agrarias no tienen cuernos, ni rabo, ni tridente, al menos que se vieran.
Y sin duda, si como dice la ministra de Agricultura los plataneros controlaran el 100% de la comercialización, es de suponer que se habría reaccionado. Más bien al contrario, si como se oye en la publicidad el agricultor canario de esta o aquella cooperativa está presente en la Península madurando fruta con el porcentaje declarado, habrá que concluir que la capacidad de influencia de los productores canarios presentes en esas empresas maduradoras es escaso, o al menos tan pequeño como para ser incapaces de mantener precios rentables para sus productores.
Paradójicamente, a la inversa, podría pensarse que los maduradores foráneos sÍ pueden influir decididamente en la toma de decisiones de los productores ya que están presentes con voz y voto en la mesa en la que se deciden los envíos y la pica. El mundo al revés.
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