¿Eran libres nuestras abuelas cuando, tras el fallecimiento de sus esposos, se veían abocadas a vestir de negro, en esos periodos de riguroso luto que podría durar hasta su postrero viaje?
Nacho Pastor Teso.
La libertad, podemos convenir, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de cada persona. Pensar, primero; obrar después, en base a esa libertad.
En el diccionario de la RAE, el estado de libertad define la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni sujeto, ni impuesto al deseo de otros de forma coercitiva. Es aquello que permite a alguien decidir si quiere hacer algo, o no, lo hace libre y responsable, pues conoce y comprenda las consecuencias que se derivan de su acción. Elegimos constantemente y valoramos la bondad o la maldad de nuestras acciones; y de ellas respondemos.
Bajo esas premisas no deja de sorprenderme la defensa apologética que se hace del uso del burkini, (acrónimo de dos prendas de concepciones antagónicas: burka y bikini), una prenda de baño diseñada por una mujer para las mujeres musulmanas, que solo deja al descubierto la cara, las manos y los pies, dejando oculto el resto del cuerpo. Unir ambos vocablos ya es perverso. El burkini es a la libertad lo que el bikini es a su falta. Solo les une el escándalo creado por su uso, y por razones bien distintas. Lo paradójico- y no exento de crueldad- es que esa defensa se hace en nombre de la libertad. Me cuesta entender qué hay de libertad en el uso del burkini; tan cercano al burka como alejado del bikini; muy al contrario, creo el burkini, junto a otras prendas con fines similares (ocultar el cuerpo de la mujer a las profanadoras miradas de los hombres), son impuestas a la mujer en nombre de una tradición religiosa que se apuntala en interpretaciones y dogmas masculinos, y que la mantiene férreamente sometida.
No creo que esas mujeres, al ponerse el burkini lo hagan desde la libertad, pues, si así fuera, a esa misma libertad podrían acogerse los hombres musulmanes, y ocultar su cuerpo de miradas impías ¿Alguien ha visto alguna vez a un hombre musulmán vestido en la playa de la misma forma que “permiten” a sus mujeres? Defender el uso de esa prenda no deja de ser una apología de la discriminación para la mujer. Ahora bien, ¿es la solución prohibirlo? Respuesta compleja y que abre otro debate dentro del campo jurídico, que excede el propósito de este artículo y los méritos del autor.
La libertad facilita elegir sin coacción de tipo alguno. ¿Pueden decidir libremente miles de mujeres musulmanas su vestimenta en esos países musulmanes? No se trata de estigmatizar países y tradiciones en un totum revolutum si no de ver en que espejo queremos reflejarnos. Nuestra historia está llena de oscuras sombras. ¿Eran libres las mujeres a las que se colocaban aquellos cinturones de castidad para proteger el honor del marido y, de paso, evitaban posibles ataques a la castidad de la mujer, sin reparar en la propia?
Y mucho cercano y menos grotesco: ¿Eran libres nuestras abuelas cuando, tras el fallecimiento de sus esposos, se veían abocadas a vestir de negro, en esos periodos de riguroso luto que podría durar hasta su postrero viaje?
En un defecto notable mirar la paja en ojo ajeno y no reparar en viga propia; en relación con la deseada igualdad entre hombres y mujeres abundan muchas pajas y alguna viga en nuestra sociedad, mas creo que la viga mayor está en otros ojos. El burkini obedece a una mentalidad y argumentos que podemos refutar desde la razón y desde el derecho, con coherencia y sin contradicciones. Una tradición que pretende la opresión de la mujer no merece ser objeto de condescendencia; al contrario, considero que es necesario posicionarse, sin complejos. La tolerancia no es un valor absoluto. La intolerancia cabe frente a quienes practican la intransigencia o el fundamentalismo y hacen de ellos casus belli, enfrentándose a valores y derechos, cuyo precio de conquista ha sido muy alto para las mujeres y, por ende, para toda nuestra sociedad. No podemos caer en pacatas componendas en nombre de la tolerancia que de otra parte se desconoce, cuando no se combate y se aniquila.
No tranquiliza nada comprobar la involución acontecida en los derechos de la mujer en algunos estados musulmanes reflejo de una intolerable discriminación; apartadas de estudios y de la sanidad; trabajos vetados; bodas infantiles; castigos físicos; penas abominables en caso de infidelidad … donde solo cabe una silenciosa sumisión hacia el hombre, en ominosa tutela; y si alguna voz femenina se alza es callada; a veces brutalmente, como el caso de la niña Malala Yousafzai, ferozmente tiroteada por defender su derecho y el de las mujeres a la educación en Pakistán.
Eso genera otra reflexión, lejos de nuestras playas: ¿Podemos permanecer ciegos, sordos y mudos ante esa realidad? ¿Es ético defender nuestra libertad mientras no combatimos la falta de libertad de otras personas en otros lugares?
Termino con una frase de Ana Frank escrita en su diario: Quiero ser yo misma. Que me dejen hacer lo que quiero y me daré por satisfecha.
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escarabajo
podemos?? se te va la chota.
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GALVA
Eso no es cultura ni nada;el traje típico de esos países no esa cárcel islamista de tela….
NO AL BURKINI, EN EUROPA , NO….
Ni una Mezquita financiada por países donde no hay libertad de culto….
Y Podemos, con su subcultura de jaima hablando de diversidad: Pffffffffffff….
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escarabajo
mirmillón lo que ud propone es de una ignorancia supina. si el hombre no juzga el pasado no aprende para el futuro. eso se llama evolucionar.
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MIRMILLON
Creo que no debemos juzgar con nuestra mentalidad moderna, tiempos pasados.
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Pintao
A riesgo de prodigarme en demasía en estos comentarios, se me viene a la memoria una situación la mar de curiosa y que demuestra muy a las claras lo que ha cambiado este santo país donde vivimos en los últimos cincuenta años.
Seguro que otros palmeros de los bastantes que estudiábamos en Las Palmas en los años sesenta, recuerdan la tremenda controversia que se montó a nivel de opinión pública cuando empezaron a verse por Las Canteras los primeros bikinis que naturalmente llevaban algunas turistas del incipiente turismo nórdico que por aquella época empezábamos a recibir.
Para la sociedad de aquella época, eran determinantes las opiniones que desde los púlpitos se vertían todos los domingos y fiestas de guardar. Tanto es así que recuerdo muy bien las homilías que desde el Obispado de la época se lanzaban a la numerosa feligresía cada domingo, y la consiguiente actuación de la guardia municipal (que llamábamos “los guindillas”), que con mirada de águila escrutaban la playa y veloces cual rayo divino, corrían por la arena a ordenar a la “ocasional descocada turista”, bajo apercibimiento de que la próxima vez sería acusada de escándalo público.
No se a qué venía lo de “escándalo público”, pues nunca detenté ningún tumulto ni ningún episodio en el que el “macho ibérico” perdiera el control y escarbando arena con las patas delanteras, se lanzara sobre las desvalidas y descoloridas turistas que lejos de pretender incitar, lo único que pretendían era tomar el sol.
Supongo que era un problema de apreciación de las autoridades de la época, que pretendían en el fondo preservar la integridad física de las turistas, al dar por hecho que el macho ibérico era incapaz en semejante trance de controlar sus “reacciones libidinosas”, como recuerdo que muchos paters bien intencionados llamaban al simple placer de contemplar aquellos rubios cuerpos al sol. Lejos de promover reacciones violentas, lo más que recuerdo haber contemplado era un especie de dulce sonrisa que tal espectáculo, nuevo para nosotros, se nos ofrecía.
Después de meses, quizás años, de acaloradas discusiones al respecto, las aguas fueron volviendo a su cause y recuerdo que ya a finales de la década, el uso de bikini en Las Canteras era generalizado, y se decía por entonces que el Ministro Fraga, que a la sazón trataba de impulsar el turismo de masas en España, había cursado las debidas órdenes a los gobiernos civiles, pues parece que no estaba del todo demostrado que el hecho del bikini incidiera tanto, como en otros ámbitos se seguía aseverando, (de ello soy testigo personal), que a cambio de el vil metal que el turismo podría traer a nuestra sociedad, poníamos en serio riesgo la condenación eterna de muchos jóvenes y no tan jóvenes que acudías a pasear por Las Canteras, lanzando miradas lascivas con mucho disimulo.
Visto este asunto con ojos actuales, nos parecería una pantomima que yo me acabo de inventar, pero convencidos como hoy estamos de que el asunto no era para tanto y la gravedad de sus consecuencias no estaba en la playa sino en las mentes de los guardianes de la moral de aquellos tiempos, que solían confundir a menudo la velocidad con el tocino.
Sin embargo he de confesar que a muchos jóvenes bien intencionados de la época, a veces se nos ponía ante verdaderas situaciones de duda que a veces no nos dejaban dormir. Así era la cosa. Ya lo decía Cicerón que era un sabio “o tempodra, o mores”!
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escarabajo
ud ha expresando en este texto lo que yo pienso de cabo a rabo. enhorabuena.
no es tolerable en una sociedad avanzada “respetar” el uso de esos trapos que ocultan a la mujer en pos de religiones y respetos..no hay respeto por ellas mismas desde el momento en que por el solo hecho de ser mujer tengan que llevarlo según dicte su cultura. que por cierto la considero medieval.
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escarabajo
Muy de acuerdo con ud señor letrado…mas aún estoy totalmente en contra del burkini y otros burkas desde el momento en que esa cultura “obliga” a las mujeres a llevarlo por el SOLO HECHO DE SER MUJER: ¿ACASO LA CULTURA MUSULMANA ACONSEJA EL BURKINI A LOS HOMBRES MUSULMANES? pues partiendo de esa idea de desigualdad estoy totalmente en contra de burkinis y taparinis ligado al genero únicamente.
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Martelero
De acuerdo con Pintao y mas.
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Pintao
Si contemplamos la historia del género humano sobre este planeta con rigor, no podemos sustraernos a la idea de que con mucho siempre ha prevalecido el dolor y el sufrimiento, unas veces causado por fuerzas imponderables y las más de las veces promovido por unos contra otros y siempre con la idea de dominar y someter al prójimo.
Si gracias al esfuerzo de muchos y durante largos años hoy hemos conseguido cierto grado de libertad, o sea, de pensar y obrar acorde con nuestra conciencia y todo ello dentro de un cierto orden, lo que es de estúpidos sin paliativo sería renunciar a las libertades conseguidas a base de tanto esfuerzo y sufrimiento, por mor de respetar otras formas de comportamiento instalados en el atraso y la ignorancia bajo un control férreo que los esclaviza, y que a veces nosotros con un grado de estupidez inaudito llamamos “multiculturalismo” y muchos están dispuestos a tener en consideración.
Ir hacia atrás, ni un paso. En su tierra ya pueden andar haciendo el pino o subiendo por las paredes.
En mi punto de vista, tragar con formas que nos son contrarias a nuestro modo de vida, lo terminaremos pagando muy caro.
Primero viene el sábado y después el domingo.
El que confunda esto con no ser politicamente correcto, va apañado a estas alturas del partido.
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