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Opinión
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Otra isla santuario

Pancarta en El Médano, Tenerife

Este fin de semana estuvo aquí una amiga de Gran Canaria. Hablando de todo un poco me comentó que siente envidia cada vez que viene a La Palma, viviendo ella en una isla saturada. Me decía que en Las Palmas ya no puedes ni hacer la compra sin ir esquivando turistas cada dos pasos. Que hay zonas donde no se sabe si estás en Canarias o en Escandinavia. Me contaba que el otro día se fue a unas charquitas medio perdidas donde iba desde chica, buscando desconectar del trabajo y el estrés de la semana, y cuando llegó se tuvo que dar la vuelta porque hasta aquello estaba lleno de turistas.

Mis amigas de Tenerife cuentan historias parecidas. Algunas se han tenido que mudar a las medianías o emigrar porque ya no pueden pagar el alquiler en los barrios donde estaban, petados de viviendas vacacionales. Como ahora les queda lejos el trabajo se comen varias horas de colas al día porque, imaginen qué, las carreteras también están saturadas.

Y las que viven en el sur no están mejor. Empieza a no compensarles vivir cerca del mar porque la mitad del año las playas están tan contaminadas con vertidos de aguas residuales que bañarse es un peligro. Ya ha habido varios casos de personas que han acabado en el hospital con afecciones graves. Consecuencias de la masificación costera y la mala gestión.

Yo en Fuerteventura no tengo gente, pero veo por redes cómo les cortan el agua a los vecinos semana sí, semana también. Las imágenes son impactantes: personas lavándose la cara con botellas durante días, restaurantes fregando los platos con garrafas de agua mineral. Mientras esa gente pasa penurias, en Fuerteventura hay cuatro campos de golf y un parque acuático para visitantes funcionando.

Y todo esto ¿a cambio de qué? ¿Bajó el desempleo? No. ¿Bajaron las tasas de pobreza? Al contrario. ¿La gente joven dejó de tener que irse fuera para buscarse la vida? No, y ahora encima quienes intentan volver no encuentran casas para vivir porque las engulló el turismo. Perdieron sus playas, sus calles, su salud, su tiempo, su agua, sus casas y hasta sus charcos, y les hicieron sentir extranjeras en su tierra a cambio de nada.

Le contaba a mi colega que en La Palma estamos en un momento crítico. La patronal hotelera y el Cabildo firmaron impulsar el turismo de masas en la isla, con la intención de construir al menos 6 macrohoteles y no se sabe cuántas villas de lujo. Las touroperadoras europeas dieron la orden: construyan hoteles y les enviaremos aviones cargados de turistas. La patronal transmite y la administración obedece. No a la ciudadanía palmera, digo, al capital extranjero. Una vez esté la conexión hecha, obviamente, nada les impide seguir comprando cachos de isla y construyendo resorts mientras puedan facturar sus millones.

Yo me pregunto si la clase política que gobierna en La Palma no tiene amigas en otras islas. Gente que les cuente que con ese modelo de desarrollo viven peor que hace 20 años. Amigos que les digan: no cojan ese camino fracasado, háganlo distinto ustedes que pueden. O tal vez es que sus amigos son los mismos empresarios, promotores y constructores que sí que viven mejor a costa del malestar de la mayoría. A costa de convertir la isla en otro santuario para turistas y a la población en un pobre decorado. Nunca mejor dicho.

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