Las Nieves abre las puertas al corazón de una ciudad

Santa Cruz de La Palma se echó a la calle para dar la bienvenida solemne a la Virgen de las Nieves, como ha hecho desde 1680 en que se instituyeron estos festejos lustrales. Lágrimas de devoción, plegarias en silencio, promesas y emoción por los que ya no están inundaron la mañana del día central y que da sentido a las fiestas de la Bajada y que lució en todo su esplendor, en una jornada soleada, pero bendecida con una ligera brisa que suavizó la temperatura.

Tras la procesión del Pendón Real, la Virgen de las Nieves, después de hacer noche en La Encarnación, a las puertas de la ciudad, acompañada por las principales autoridades civiles, militares y eclisásticas regionales, insulares y municipales, portada por los custodios, comenzó su descenso hacia la avenida de Las Nieves.
Desde el Castillo, se podía contemplar una multitud de personas alrededor del Barco de la Virgen, mientras la procesión iba también creciendo en feligreses. Vivas a la Virgen anticipaban las salvas que iban a producirse en breve. En formación, en el Castillo de la Virgen, Los Doce de Su Majestad, la asociación de recreación histórica, saludaba por primera vez el paso de la Patrona.

La Virgen cruza el barranco de las Nieves y mira hacia el Atlántico, camino al Barco de María. A lo lejos, navegando, el Buque El Relámpago, daba también la bienvenida a la Virgen, que lentamente desciende hasta el pie de la Nave de María, donde los custodios dan una vuelta a la imagen hacia los cuatro puntos cardinales, para dejarla finalmente mirando hacia el Castillo.
"¡Silencio!, ¡Silencio!", proclama Quique Santacruz, iniciando el Diálogo entre el Castillo y la Nave, desde la fortaleza defensiva. Al otro lado, en el Barco, la voz más suave de Alicia Fernández, (por primera vez una mujer interpreta este número), hacía la réplica. "Artillero, saca la plomada al cañón. ¡Fuego!". Así 21 veces desde ambos extremos, poniendo fin al Diálogo y recibiendo a las Nieves en esa, ahora sí, entrada triunfal de la Virgen en la ciudad.

Apenas cabia un alma en La Alameda, al igual que en el resto del recorrido por la calle Real hasta la plaza de España. Pétalos de flores a las Nieves, aplausos, devoción contenida y lágrimas, en medio de una ciudad que lucía sus mejores galas porque "es la visita más importante que tiene la ciudad. Por encima solo estaría la del Papa", nos decía uno de los acompañantes de la Virgen. La imagen era recibida en el corazón de la ciudad con un corrido de honor o un pasillo central realizado por los artesanos del Corpus de Mazo y en medio del repique de campanas de la parroquia matriz de El Salvador.

Pocos minutos después de las doce del mediodía, la Virgen, en medio de una lluvia de pétalos lanzados desde la azotea de la UNED con un cañón, hacía su entrada en la plaza de España, donde iba a interpretarse la Loa de Recibimiento a Nuestra Señora de Las Nieves. La escenografía cambió en esta edición y la Virgen fue situada en la fuente de la plaza, mientras que las cuatro solistas estaban en la fachada del templo de El Salvador, vestidas de ángeles sobre pedestales.

El silencio se hizo para escuchar la composición de Antonio Rodríguez López y Alejandro Henríquez Brito, interpretada con mucha belleza por las solistas, los coros y la orquesta, concluyendo con un sonoro aplauso y vivas a la Virgen de las Nieves, las mismas que sonaron cuando los custodios subieron la silla de viaje de la Patrona por las escaleras de El Salvador, desde cuyo pórtico volvió a mirar a la plaza para saludar al pueblo mientras la banda del Regimiento tocaba el himno nacional.

Ya en el templo, se celebró la Eucaristía Pontifical que estuvo presidida por el obispo de la Seu d"Urgell, Joan Enric Vives, junto con una importante representación del clero insular, con asistencia de las autoridades, en la que se interpretó la Misa en Mi bemol, de Luis Cobiella.